Sería ridículo achacar el fenómeno a la acertadísima política de Netflix de colgar todos los capítulos a la vez. La estrategia, sin calidad, se hubiera desinflado enseguida. Por eso, que ‘Orange Is The New Black’ se haya convertido en la serie estrella de este verano es mérito, sobre todo, de su creadora, Jenji Kohan, que ha encontrado la fórmula perfecta para convertir un libro con todas las papeletas para haberse adaptado rollo telefilm de mediodía en la ficción más divertida y adictiva de la temporada.
Lo digo porque nada gusta más a los programadores de las sobremesas de fin de semana en Antena 3 y Telecinco que un buen drama con su moraleja sobre una pija de familia bien condenada a pasar en prisión una temporada. Máxime si encima está basada en una historia real con la que llamar la atención del espectador en los títulos de arranque antes de que entre en fase siesta.
Pero lejos de recrearse en la tristeza y juzgar a sus protagonistas con la superioridad moral típica de esas producciones rellena-parrilla, Kohan ha preferido tirar por el camino del género mixto para sacarse de la manga una dramamedia que, si de algo peca, es precisamente de esa falta de condena, ya que nadie en esta serie parece merecer su castigo por mucha sangre que hayan dejado fuera de la prisión.
Claro que eso lo descubres cuando ya estás lo suficientemente enganchado como para perdonar cualquier pecado a todas y cada una de las mujeres del reparto. Personajes que te van presentando capítulo a capítulo con flashbacks al estilo ‘Lost’ que completan y explican sus comportamientos para que además de entenderlos, los justifiques sin remordimientos.
Reparto que, por cierto, es uno de los cástings más acertados de la televisión actual. Empezando por su protagonista, Taylor Schilling, que podría haberse quedado en doble de Katy Perry poniendo ojitos de sorpresa ante tanta inmundicia pero que ha dotado al personaje de Pipe Chapman de una personalidad única; pasando por Laura Prepon, que hace de Alex una de las lesbianas más emblemáticas de la pequeña pantalla; y terminando por un desfile de secundarias en el que destacan Uzo Aduba como Crazy Eyes, Taryn Manning como Pennsatucky y Kate Mulgrew como la cocinera Red; todas, insisto, todas (los personajes masculinos se quedan pequeños a su lado) podrían robarle a Angelina Jolie el Oscar que ganó por ‘Inocencia interrumpida’ y a Jennifer Lawrence el que se llevó por ‘El lado bueno de las cosas’ y quedarse tan panchas.
Pero esto es televisión, no cine, y a falta de reconocimientos oficiales, que vendrán, les queda el consuelo de haber roto bastantes tabúes para la televisión americana orientada supuestamente a audiencias femeninas. Cosas como demostrar que, en grupo, las latinas y las negras molan más; que las mujeres, lejos de vivir por y para los hombres, también hacen caca cuando no persiguen gallinas imaginarias y, lo más importante, que muchas y muchos se den cuenta de una vez de que el sistema carcelario es una mierda sin que Oprah les diga nada. ¿Que la frescura desaparece en la segunda mitad de la temporada? Puede. Pero ya lo decía aquel: “Nadie es perfecto”.
Calificación: 8,5/10 (a veces son más interesantes las tramas secundarias que la principal).
Destacamos: El trabajo de todas las actrices.
Te gustará si: Ves ‘Sexo en Nueva York’ y sus protas te parecía monguer. Si prefieres ‘Roar’ a ‘Applause’. Si eres de los que pasa de dormir para tragarte una temporada entera del tirón.
Predictor: En España algún día algún canal descubrirá que la serie mola y la programará y fracasará porque todos ya la hemos visto. En USA confirmaron segunda temporada antes de estrenar la primera, así que fenomenal.