«¿Y esto ha sido todo?». Eso es lo que muchos se preguntaban cuando conocíamos los nominados de la nueva gala de los Goya que se avecina, medio deprimente, y por la que el ministro de cultura no se quiere pasar. La falta de expectación este año en torno a los premios de la Academia se debe a la ausencia de grandes nombres de los que resuenan en los cines internacionales (Almodóvar no está en su mejor momento, la verdad, aunque me cuesta creer que a alguien pueda entretenerle más la casi pulcra y noventera ‘Caníbal‘ que ‘Los amantes pasajeros‘) y de grandes coproducciones tipo ‘Lo imposible‘. También a las debilidades que podemos encontrar en cintas como ‘La herida‘, a la ausencia de sorpresas como ‘Celda 211‘ o ‘Blancanieves‘, y al empeño de los premios por castigar la comedia. El vacío en los premios importantes a la divertida ‘Tres bodas de más‘ no es que esté muy justificado viendo el panorama.
Pero que el ambiente no sea de entusiasmo máximo, no significa que no haya talentos. Ya el año pasado hubo cierta polémica por la falta de adaptación de las normas de los Goya al siglo XXI. El hecho de que se consideraran sólo las películas que «se estrenan en las salas comerciales y con taquilla abierta al público» y además permanecen «un mínimo de siete días consecutivos» en cartelera, dejaba en los márgenes algunos de los experimentos más interesantes de nuestra historia reciente, como el año pasado ‘Diamond Flash‘. Y este año ‘Obra 67’ ha seguido un camino parecido.
La cinta de David Sainz (‘Malviviendo’) era estrenada en Calle 13, también dentro de la sección Special Screening del Festival de Cine Europeo de Sevilla y ya está disponible en Filmin. Gracias al interés de la distribuidora Versus Entertainment (‘Buried’, ‘Los cronocrímenes’) lograba una pequeña exhibición en cines ya en los primeros días de 2014, y se planteaba incluso un remake suponemos que menos esclavo de las condiciones de bajo presupuesto y los límites de tiempo que requiere el proyecto #littlesecretfilm al que pertenece (13 horas de rodaje entre ellas).
Su calidad lo-fi no es desde luego lo más presentable ni exportable del año, pero tampoco es obstáculo suficiente para impedir ver sus cualidades: un retrato de desamparados en la sociedad de hoy que se puede catalogar como comedia, como drama y como película de terror. La que para muchos es ya la nueva ‘Tesis’ no lo es sólo por su argumento sino por el encanto de sus imperfecciones como pista de lo que podría estar por venir. Muchos de los trucos desempeñados por David Sainz pueden resultar «de principiante», lo cual implica desde el uso del plano secuencia a la manipulación de los personajes pasando por la deuda con filmes internacionales como ‘Seven’ o la saga ‘Saw’.
Sin embargo, sobre sus influencias o referencias destaca la mano de un director que ha sabido capturar a la perfección la desolación de unos personajes muy perdidos, muy lejos de encontrar su lugar. Los protagonistas, Cristo (Jacinto Bobo) y El Chispa (Álvaro Pérez), y también el padre de uno de ellos recién salido de prisión, el imperdible «El Candela» (Antonio Dechent), huelen a cine social tipo Fernando León desde el segundo cero, pero que nadie bostece: les rodea a su vez el humor gañán de comedias de horror tipo ‘Zombie’s Party’ pero a la andaluza. Es en ese planteamiento multigénero de la película donde reside su sorpresa, y de donde se podría extraer ese remake que se comenta que podría llegar a Hollywood algún día. Para entonces, para cuando se convierta en algo tan random como ‘Vanilla Sky’, igual nos da igual o incluso diremos que no había sido para tanto (saludos a Amenábar), pero en este momento sólo puede caber su reivindicación. 8.