¿Qué era ‘Un dios salvaje’, la última película hasta ahora de Roman Polanski? Una crítica del aburguesamiento de la sociedad, esa que a la primera de cambio es capaz de ahogarse en un vaso de agua por no reconocer los propios errores y entonar un ridículo «hoy es el peor día de mi vida». Además, inspirada en una obra de teatro, se desarrollaba encerrada entre cuatro paredes, y desde 2009 es difícil no interpretar esos espacios cerrados como una metáfora de su situación personal.
La nueva, ‘La Venus de las pieles’, es parecida en planteamiento y en forma, si bien su argumento es diferente. También parte de un burgués aparentemente inofensivo que se dispone a pasar una feliz noche comiendo sushi pero al que se le tuerce la cosa justo después de considerar a todas las actrices que ha visto esa tarde (es director de teatro) «putas o bolleras». El componente teatral, por tanto, persiste y es ahora llevado hasta los extremos de lo literal, comenzando con la cámara adentrándose en un teatro que también deja ver su decadencia desde su fachada, donde una de las letras ni está. Adaptación igualmente de una obra, esta vez de David Ives inspirada en la novela ‘La venus de las pieles’ de Leopold von Sacher-Masoch (1870), no parodia exactamente las miserias del ser humano a través del autor que diera nombre al masoquismo. Esta vez Polanski está aquí para reírse de las relaciones entre hombre y mujer y de los roles sociales, cuestionando de camino si él ha hecho más daño que bien a la sociedad como hombre o si por el contrario es demasiado esclavo de la misma por un delito que cometió hace 35 años. Y lo hace con dos huevos, pasando de su cuestionable imagen pública, y con la complicidad de dos ovarios, los de su esposa en la vida real, la también cantante Emmanuelle Seigner, actriz principal.
Actriz principal de esta película y de la obra que se representa en la misma en un complejo entramado de metahistorias que resulta uno de sus grandes atractivos. El personaje de Vanda pelea por encarnar al personaje del libro y para ello trae por el camino de la amargura al director de la obra de teatro representada (interpretado por Mathieu Amalric), entrelazando frases del personaje del siglo XIX con otras de la nueva versión, y llevando a confusión de manera reiterada no sólo sobre lo que dice cada una sino sobre lo que está diciendo en un tercer (o cuarto) nivel Seigner sobre su señor esposo Roman Polanski, en un guión adaptado por él mismo a los 80 años de edad.
Después de toda una vida jugando con las pasiones más bajas del ser humano a través de títulos como ‘Cul de sac’ o ‘Lunas de hiel’, Polanski se sirve de este relato en el que caben los cambios de roles -entre el hombre y la mujer, entre el autor y su musa, entre sádico/a y masoca- para hacernos reflexionar sobre cuestiones como la misoginia o el sexismo, pero entre símbolos asfixiantemente fálicos, esto es, bromeando sobre estas cuestiones sin abandonar la comedia ni ponerse demasiado trascendente, ni siquiera cuando se recurre a una cita que sentencia desde la mismísima Biblia. 7,5.