Sucede antes de enfrentarte a una epopeya de casi tres horas como ‘Interestellar’ que dos referentes planean en tu cabeza con tanta fuerza que casi marcan tu veredicto antes de que se apague la luz en la sala. El primero es evidente, ‘Gravity‘, lo más parecido a un viaje fuera de nuestro planeta que podremos experimentar a no ser que, algún día, coincida en el espacio y tiempo que nos hagamos millonarios y que, tras su reciente fiasco, Richard Branson se atreva a probar de nuevo un cohete con el que hacer realidad el turismo fuera de nuestra órbita. Hasta que eso ocurra, el filme que Alfonso Cuarón nos brindó ahora hace un año seguirá siendo un hito en la historia.
El segundo referente, si cabe, es todavía mayor: Christopher Nolan. Un director con apenas nueve títulos en su filmografía que se enfrenta al desafío de permanecer en nuestro pedestal tras la trilogía de Batman. Posición, por cierto, nada envidiable. Todos conocemos nuestro afán por lanzarnos a la yugular de todo pobre creador que se atreve a presentar un nuevo proyecto que pueda dejar obsoleto al anterior que tanto nos marcó o, peor, no estar a la altura del mismo. Somos así de nostálgicos y gilipollas.
Es imposible no acudir a ‘Interstellar’ con las expectativas altas. Muy altas si a la ecuación le sumas que su protagonista es ese actor que un buen día decidió por fin aprender a interpretar (¿cuándo ocurrió el milagro?) llamado Matthew McConaughey. Vamos, que por cojones te va a gustar incluso antes de comprar la entrada. Y entonces es ahí, cuando se apagan las luces, cuando viene la caída fruto de una balanza mal equilibrada que puso casi todo el peso en la bandeja de la ciencia y se olvidó de la ficción.
Porque a lo que Nolan nos invita no es a ver unos astronautas pasándolo canutas en el vacío, que también, sino a un cursillo acelerado de física y astronomía de tal complejidad que es imposible no perderse en el camino con según qué conceptos a no ser que seas un experto en la materia. Que sí, que puede que para esos pocos doctos las teorías científicas que se plantean sean de primero de básica, pero al resto, al no estar bien explicadas en la película, nos impiden dejarnos llevar por la historia: tenemos nuestra cabeza más ocupada intentando entender conceptos totalmente ajenos a nuestra vida diaria.
¿Culpa suya? ¿Culpa nuestra? Dejémoslo en tablas y todos contentos, que también hay que reconocer que si no fuese por ese minucioso afán divulgativo basado en el trabajo de Kip Thorne, no tendríamos escenas para enmarcar como la del personaje de Matthew escuchando los mensajes de sus hijos en la nave Endurance tras una accidentada visita a un planeta totalmente cubierto de agua. Una nueva clase magistral de interpretación que eclipsa hasta el final cualquier intento similar de compañeras de reparto como Jessica Chastain o Anne Hathaway.
En todo caso, solo son esos incomprensibles conceptos metafísicos que ejercen de freno más que de combustible, junto con el en ocasiones irregular ritmo y la intencionada falta de empatía que provocan en el espectador algunos personajes, los puntos flacos la película.
Hay atajos en el guión, sí, pero en todo lo demás ‘Interstellar’ brilla aunque sin provocar ceguera. Y eso que todo en ella es puro Nolan: los montajes paralelos y los universos que se pliegan a capricho al más puro estilo ‘Origen‘, la otra vez magnífica banda sonora de Hans Zimmer, ese don para construir con muy poco a héroes imperfectos y verdaderos villanos que tan bien le funcionó en ‘Batman’, unos efectos especiales impecables…
¿Cuál es el problema para no salir del cine pegando palmas? No que sea mala, ni mucho menos. Es que no es perfecta. Son cosas que pasan cuando te esperas el nuevo ‘2001:Odisea en el espacio’ y te encuentras con el nuevo ‘Contact’ en versión extendida y mejorada. Sólo eso. 7,5.