Existen películas cuyo argumento podrían destriparte de principio a fin sin que eso afecte a lo que puedes disfrutar viéndolas, y existen películas en las que compensa el esfuerzo de sentarse en la butaca completamente virgen o, como mucho, sabiendo solo el título y el nombre del director, que es la mejor guía que uno puede tener a la hora de enfrentarse a la cartelera. ‘El club’, de Pablo Larraín, pertenece a esta segunda categoría. Y no precisamente porque su desarrollo albergue ningún giro argumental sorpresa que deje en shock al espectador y deba ser guardado en secreto. Ni mucho menos. Aquí, cuando llega el shock, llega sin trampa ni cartón. Lo ves venir porque su autor te lleva a él sin que te des cuenta. Y eso es lo que hace todavía más impactante la experiencia.

Pero son muchos los sentimientos que despierta esta película claustrofóbica que obliga al espectador a plantearse infinidad de convenciones morales que seguro daba por hechas. Porque la vida no es blanco o negro, sino de un denso y sucio gris como el cielo del pueblo por el que se mueven los personajes de esta cinta. Todos magistralmente interpretados por actores que no parecen serlo, dicho esto como piropo y no como crítica. Porque a su trabajo, y a diferencia de muchos grandes a los que aplaudimos, no se le ven las costuras. Su verdad es tan directa y cruda que muchas veces llegas a dudar si no es un documental lo que pasa ante tus ojos. Desde luego que el cine bueno duele. Y de ‘El club’ puedes estar seguro que sales con heridas.

Está por ver si con este título Larraín se llevará a Chile el Oscar que le deben desde su nominación por ‘No’, su anterior película. Todo indica que estará seguro entre las nominadas. De momento ya tiene en casa el Oso de Plata del pasado festival de Berlín. Si este premio es suficiente para convencerte de que pagues una entrada, no lo puedo saber. Pero que aunque no lo tuviera tendrías que hacerlo, sí. Porque pocas veces es tan fácil ver una película así de difícil. Y no hablo precisamente de lo cerca de casa que te caiga el cine en el que la pongan. 9,5.