Papaya ha sido una de nuestras grandes apuestas de pop en castellano desde la primera vez que escucháramos la inagotable ‘El rey de las camas’. ‘No me quiero enamorar’ es al fin su debut en Jabalina editado este mes de octubre y la verdad es que llega en el momento perfecto: ni demasiado pronto, de manera que las canciones ya editadas en 7 pulgadas por Discos Walden fueran las mejores con diferencia, ni demasiado tarde, como para que su pequeño «hype» haya pasado ya.
Puede que el sencillo sobre infidelidad y sexo de referencia velada a Lorenzo Lamas continúe siendo la mejor canción escrita por el proyecto de la canaria de ascendencia chilena Yanara Camila Espinoza Gutiérrez. Sin embargo, la melancolía tamaño Golpes Bajos y Radio Futura de ‘Joyas en las trompas’ y su retrato costumbrista agridulce (de «siempre te sobra o te falta de algún lado / no hay tallas para quien no las sepa llevar» a «el viento pinta tu pelo en la arena / busco refugio debajo de tu entrepierna») la siguen muy de cerca, y el nuevo single, el similar ‘Cosas fascinantes y sencillas‘, consigue que el debut de Papaya se abra definitivamente con todo un trío de ases.
‘No me quiero enamorar’ es una demostración de lo que se puede hacer con un buen cúmulo de influencias bien entendidas en el camino a la consecución de tu propio sonido. Hay un poso claramente ochentero en estas composiciones, pero también de las bandas sonoras de los 60, lo yeyé, los girl-groups (con Elsa de Alfonso debería montar uno tras el buen resultado de ‘Mira su fuego’), Raffaella Carrá, Jean Michel Jarre y hasta Mari Trini o el retirado Carlo Coupé. Uno de los mayores exponentes de la variedad es la brillante ‘Obsesiones’, en la que el silbido que ejerce de gancho ni siquiera es lo mejor de la canción. Es que las estrofas las podría haber cantado Alaska en ‘La bola de cristal’ y el estribillo Marisol, mientras que su letra llena de manías es un retrato perfecto de los inadaptados (tema preferido en el underground de todos los tiempos).
Este debut de Papaya se vinculará sobre todo a la moda del pop tropical, pero es muy reseñable que incluya desvergonzados guiños al hip-hop (‘Carne de carroña‘), ritmos de vals (‘No se dormirán’), temas tan oscuros como ‘El alimento del alma’ y texturas tan densas como las de ‘Ahumar’ sin que nada suene fuera de lugar. Produce Sebastián Litmanovich y Le Parody aún colabora en varios temas, pero lo que continúa mandando es la peculiar voz de Yanara. Aunque algo forzada en momentos puntuales, a veces casi próxima a los Chico y Chica autoparodiados en ‘Tierras de Egipto’, sirve sin duda como elemento unificador, al igual que esas letras llenas de misterio (‘El secreto’) y sexo («el invierno no nos congelará aunque no tengamos nada que quemar» dice ‘Caballo de sal’), que casi siempre esconden imágenes desconcertantes y surrealistas. Tiene un enorme mérito que incluso cuando una canción resulta claramente menor, cumpla su función. ‘Minutos’ podría ser la composición más modesta del disco y hasta su estribillo («parecen tres minutos y han pasado horas») tiene su razón de ser.
Calificación: 8/10
Lo mejor: ‘El rey de las camas’, ‘Joyas en las trompas’, ‘Cosas fascinantes y sencillas’, ‘Obsesiones’, ‘Mira su fuego’
Te gustará si te gustan: Alaska y los Pegamoides, Chico y Chica, el sello Spicnic, Mari Trini, Extraperlo
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