Las claves visuales de los vídeos de Tame Impala, Bowie, Grimes, Dënver y Selena Gomez

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Las claves visuales de los vídeos de Tame Impala, Bowie, Grimes, Dënver y Selena Gomez

grimes--Continúa nuestra sección ‘Estética de videoclips’ con algunos de los más destacados que hemos visto en las últimas semanas.

‘The Less I Know The Better’ (Tame Impala)

Estaban destinados a encontrarse. La imaginería surrealista y retro de Canada le va como un chicle a un zapato a la psicodelia de Tame Impala. La productora barcelonesa hace cosquillas a la canción ‘The Less I Know The Better’ por medio de un sugerente vídeo abierto a múltiples interpretaciones. Tras un prólogo en el que si sonara Beethoven parecería que estamos viendo el ‘Elephant’ de Gus Van Sant, comienza una juguetona fantasía psicosurrealista cuyo detonante es… un cunnilingus. A medio camino entre la zoofilia poética de ‘King Kong’ y la bizarra de ‘Max, mi amor’, de Nagisa Oshima, Canada empuña la herramienta surrealista de la asociación de ideas para crear un clip lleno de imaginativas soluciones estéticas y narrativas (el vómito convertido en pintura y transformado en cuerpo de mujer) y de sugerentes dobles (o triples) lecturas.

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‘Lazarus’ (David Bowie)

Convertido desgraciadamente en su epitafio, el último vídeo de Bowie sigue la estela marcada por el anterior ‘Blackstar’. De nuevo está dirigido por Johan Renck y de nuevo protagonizado por el cantante con los ojos vendados y dos botones a modo de ojos. Pero hay un cambio sustancial: el formato. De un panorámico 16:9, que expandía la visión de este profeta ciego hasta límites casi cósmicos, pasamos a un claustrofóbico 1:1. La estrechez del formato contribuye a enfatizar el encierro en el que parece que se encuentra el personaje y, ahora lo sabemos, el del propio cantante, “encadenado” a la cama de un hospital por culpa de la enfermedad que le llevaría a la muerte. Las referencias autobiográficas están muy presentes en ‘Lazarus’, tanto en la letra de la canción como en la imaginería visual. Bowie aparece vestido como en la contraportada del disco ‘Station To Station’ (reedición en CD del 91), donde se le veía dibujando el símbolo cabalístico del Árbol de la vida. Esto, a su vez, entronca con la simbología bíblica que impregna el vídeo. Desde la más obvia, el resucitado Lázaro, hasta la más hermética, Bowie escribiendo como un San Jerónimo del barroco, con una calavera al lado. El armario y la mujer bajo la cama son dos símbolos más que añadir a un vídeo, como el anterior, muy poroso a interpretaciones.

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‘Kill V. Maim’ (Grimes)

Un travelling de aproximación a lo ‘Mad Max’ sobre un coche rosa que remite al colorismo de ‘Speed Racer’ avanzando por las calles de una ciudad que se parece mucho a la Neo-Tokio de ‘Akira’. Así comienza el nuevo vídeo de la cantante canadiense. Son solo seis segundos de prólogo, pero las referencias visuales estallan como un petardo en un videoclub. Al igual que en el anterior ‘Flesh Without Blood/Life in the Vivid Dream’, los hermanos Claire y Mac Boucher vuelven con otro atractivo revoltijo de citas. ‘Kill V. Maim’ es una fantasía cyberpunk con coreografías a lo Lady Gaga, pinceladas kawaii y brochazos oscuros (el ángel caído que ya aparecía en el anterior vídeo); un clip que se desarrolla en un subterráneo por donde parece que va a salir Michael Jackson cantando ‘Bad’, y termina con un baño de sangre en una discoteca que cita explícitamente a la espectacular rave con la que comienza ‘Blade’.

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‘Mai Lov’ (Dënver)

Entre el anuncio de compresas demasiado húmedo y el j-pop chicloso y geométrico. En esa sintonía estética se mueve el vídeo ‘Mai Lov’ de Dënver, dirigido por el cineasta Bernardo Quesney (‘Efectos especiales’, ‘Desastres naturales’). Una combinación de rosas, amarillos y celestes que colorean y plastifican una traviesa fantasía erótico-romántica compuesta por una simbología de amplio espectro: desde del corazoncito cuqui hasta el cameltoe con mensaje, del polo de naranja al anime hentai (realizado por el estudio Punkrobot, los del corto nominado al Oscar ‘Historia de un oso’). Entre medias, un gimnasio con un aire a lo ‘Flashdance’, una coreografía con bailarines fosforitos y un solo de guitar hero. Sexo pegajoso escondido tras una pantaleta pop.

‘Hands to Myself’ (Selena Gomez)

En la cama con Selena Gomez. El director Alek Keshishian, conocido por el documental ‘En la cama con Madonna’ (o por comedietas como ‘Amor y otros desastres’), ha puesto sus manos sobre la estrella tejana para hacer lo que mejor se le da: acariciarla (toquetearla) con la cámara. Keshishian recupera la estética del thriller erótico de los noventa para armar una historia en la que la Gomez, peinada y vestida como una versión teen de la Demi Moore de ‘Striptease’ (camisa blanca de hombre incluida), interpreta a una fan perturbada que, como las protagonistas de ‘The Bling Ring’, irrumpe en la casa de un famoso (el modelo Christopher Mason) y (esto no sale en ‘The Bling Ring’) se pasea en bragas (de Armani) por ella. Pero, como buen homenaje al thriller noventero, la historia termina con un giro final que de tan ñoño y tontorrón (como el disco, vamos) tiene hasta gracia. Sofá, manta y peli como sueño húmedo y sentimental adolescente.

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