«Ser prudente de más es tan malo como no serlo», cantaba Carlos Berlanga en uno de los temas de su carrera en solitario que tenían que haber sido número 1 en Los 40 Principales como lo habían sido otros que había escrito anteriormente para Pegamoides y Dinarama. Que Doble Pletina no quieren ser famosos es algo que me quedó claro con la cara de susto que pusieron cuando durante una entrevista les dije que una de sus canciones (‘Tierras sin reclamar’) podía sonar en un anuncio de cerveza, pero en su carrera por evitarlo, creo que siguen siendo eso mismo, «prudentes de más».
Como para huir de la comercialidad, cueste lo que cueste, el grupo pasa de aportar algo de carisma a ‘Modos y maneras’ cuando tenían un estribillo muy Vainica Doble a punto de caramelo («No soy elocuente cuando estás presente») y convierte ‘Soltera’, que parecía un homenaje a Cecilia (‘Me quedaré soltera’ fue versionada por Fangoria y Le Mans) en un lánguido número en el que nada pasa. Sobre nada, abiertamente, va la canción así llamada, que se jacta: «esta canción no habla de nada, no apela al sentimiento, no captura un momento, no quiere emocionar, no habla de ti ni de mí». Hay cierta belleza en sus contradicciones, pues algunas de las palabras enumeradas no son precisamente asépticas («medicación equivocada», «pretérito imperfecto», «procesión»), tiene su gracia y supongo que será fija en su repertorio, pero la producción y la melodía son tan austeras que no puedes evitar terminar pensando que las mejores canciones son las que, de hecho, sí van sobre algo.
Sobre todo porque Doble Pletina saben hacerlas. Y no hace falta agarrarse a obras maestras pasadas, que las tienen a pares. Aquí mismo hay algunas canciones muy claramente por encima de otras. La más llamativa es ‘Electrobolero’, un tema cantado por Marc Ribera Grossberndt, tan apasionado y sufrido que podría haberlo entonado Rocío Dúrcal o Sara Montiel, y al que hay que perdonar ese «inflingiste» que se les ha colado en la grabación pero que alguien, muy hábilmente, ha corregido en la edición física. Este tema suena como producido por Hidrogenesse (la sorprendente influencia de Kraftwerk también es palpable en ‘Mausoleo’) e igualmente funciona perfectamente ‘Tiquet’ en catalán, arrancando como una de las soberbias producciones que Carlos Jean hizo con Fangoria (la de ‘Una temporada en el infierno’). ‘Vuelve el ruido’, con Marc y Laura Antolín Mínguez cantando a la vez, también nos remueve la patata -sobre todo en su segunda mitad- cuando quizá sólo habla de lo metamusical, si bien la canción que les ha quedado más bonita es ‘Tenemos lagos’, un tema con un punto dream pop lleno de dudas en que Francina Ribes Pericàs se enfrenta a una lógica que prefiere dormirse antes que funcionar.
El final coral de ‘Mausoleo’ o ‘Primeras impresiones’ -la voz de Laura es preciosa- merecen también ser mencionadas, pero si ya ‘De lo concreto a lo general‘ parecía quedarse corto en algunos aspectos, ‘Así es como acabó’ es aún más sobrio. No hay más que atender al tema que han hecho sobre la ‘Reinvención’ artística. En sentidos comerciales, este disco es un clarísimo paso atrás; en sentido artístico, tampoco un espectacular paso adelante. Estoy seguro de que llegará una tarde tonta de domingo o una melancólica Noche de Reyes en que me dé por ponerlo cinco o seis veces en bucle, como el anterior. Pero también creo que la gracia de la música es llevarte por sí sola a un lugar, a un momento o a un estado en el que no te encontrabas y en el que apenas recordabas haber estado; no tener que esperar a que ese momento de debilidad llegue para entender un álbum por completo.
Calificación: 7/10
Lo mejor: ‘Tenemos lagos’, ‘Electrobolero’, ‘Tiquet’, ‘Primeras impresiones’
Te gustará si te gustan: los grupos que podrían hacer hitazos como soles pero prefieren huir de la comercialidad por miedo a salir en la radiofórmula entre Rihanna e Izal, en caso de que a estos se les pinche algún día.
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