Dcode, que abre sus puertas a las 11 de la mañana pensando en las nuevas familias de padres indies, tuvo el acierto de programar a Belako a las 13 horas. «Si los padres tienen 30, 40 años, les habrán de gustar los 90», debió de pensar la organización. Y en la carpa Complutense se congregaban ya más de 1.000 personas.
Belako empezaron con retraso por un problema técnico que no se terminaba de marchar. Tras probar sonido delante de todo el público durante unos interminables minutos, comenzaron… sólo para tener que cortar a la mitad la segunda canción «justo cuando llegaba lo mejor». No se oían teclados ni bajo. Pese al agobio visible de Josu, que bromeó sobre hacer un «a capella», algo que el público aceptaba de buena gana, el show pudo remontar en su segunda mitad y estuvo finalmente a la altura de sus mejores directos. Lo mejor, la personalidad que le dan los teclados a su sonido post-grunge, ciertamente influidos por Jean-Michel Jarre.
A León Benavente, planteados como clarísimo cabeza de cartel de la mañana, pues todavía no han abandonado la lista de ventas desde que salió ‘2’ hace meses, les costó arrancar. Su carpa estaba petada, pero quizá a causa del calor a las dos de la tarde, quizá debido al hematoma que Abraham Boba decía tener en un pie tras haber sido «manteado cual Sancho Panza la noche anterior», no arrasaban desde el segundo cero como otras veces. El público no se venía arriba especialmente hasta ‘La ribera’ y ‘Gloria’, siendo la cumbre de todo, como siempre, al final, ‘Ser brigada’. A destacar el momento en el que Boba se quita las gafas de sol para cantar: «Esta es la cara que me merezco». Tronchante.
Cintia Lund abría el Escenario Dcode 2 frente a un calorazo de 34 grados que quemaba cuellos y se pegaba por todas partes. Aun así un centenar de personas se acercaba a escuchar a la ganadora del concurso maquetero de Bdcoder, que pasaba de un inicio bastante jazzie con su cuarteto de respaldo a cerrar con la rockerilla ‘Don’t Cry for Me Manhattan’. También dedicó un tema a Sonia del Amo, fallecida esta semana, pese a que indicaba no haberla conocido, agradeciendo su labor por Malasaña. Buen sonido y correcto show, que por cierto se oía desde el último rincón del recinto. A la misma hora en el Escenario Complutense los jovencísimos Noise Nebula desplegaban sin dificultad su querencia por el post-rock y otros primos del noise noventero. Tres quintas partes del grupo son guitarristas (de una de las guitarras terminó colgado un sujetador rosa) y el ambiente logrado con ellas fue, adivino, exactamente el buscado. Noise Nebula agradecieron a DCode darles la oportunidad de tocar en un escenario grande. «Ya teníamos ganas», indicaron con avidez.
M. Ward se enfrentó al sol con buen humor, bromeando varias veces sobre el hecho de que tocar en el Stage 2 mole mucho más que tocar en el Stage 1. «We are stage 2 people», aseguró. Pero su set de rock’n roll es digno de un Escenario 1, sobre todo cuando suenan canciones con el encanto de ‘Primitive Girl’, y de lejos, entre la voz baja y ronca y las gafas de sol, hasta te parece estar viendo a Lou Reed. M. Ward fue desinhibiéndose a medida que avanzaba el set y, de un principio algo solemne y lineal de más, pasó a desmelenarse hablando de lo que le gustaba Madrid y bailando con los solos de su guitarra tanto en los temas propios, que sonaban amenos entrelazados, como en la versión de John Fahey, «el mejor guitarrista de todos los tiempos».
Tarde de grandes contrastes en la explanada principal de Dcode. A las cinco y media subían al escenario 1 vestidos de casi riguroso negro Jimmy Eat World, por primera vez por aquí en eones. Fue el primer show multitudinario de verdad, con las cinco primeras filas pegando botes y agitando los brazos al ritmo de canciones como ‘Pain’, incluso la nueva ‘Sure and Certain’, del disco que sacan en octubre, o al final ‘The Middle’. Si no eras emo en los 90 y no distinguías sus canciones en el 99 no vas a empezar a hacerlo varios discos después, pero lo cierto es que se agradeció el chute de energía de sus estribillos. Indiscutible.
Después, cambio de tercio con el R&B suavecito, onírico, post-xx de Oh Wonder. Fueron todo amor sobre el escenario, presentando sus canciones sobre «grandes sueños y sacar lo mejor de uno mismo» y agradeciendo la posibilidad de tocar por primera vez en nuestro país. Bonitas guitarras y muchos chasquidos de dedos que apetecía seguir repitiendo incluso después de que terminara su concierto. Sobre todo los de ‘Drive’. Pero lo que tocaba era ver a Eagles of Death Metal, al fin en Madrid después de varios intentos frustrados, uno de ellos tan trágico como los atentados de París a finales de 2015. Su show, en cambio, está considerablemente cargado de humor. Aunque no te guste mucho su rock de bar de carretera de mala muerte, aunque te parezcan aburridos sus excesos guitarrísticos hacia el final, ver a su líder Jesse Hughes sobre el escenario es un puto espectáculo, tan pronto bailando como una niña pequeña como intentando hablar español como pillando abanicos rojos al vuelo. Teniendo en cuenta que su físico es tan imponente como para cambiarte de acera si te lo encuentras a las cuatro de la mañana, es una risa ver lo adorable que es. No olvidaron tocar su versión de Bowie habitual, ‘Moonage Daydream’.
Zara Larsson salió como un torbellino al escenario, acompañada de cuatro enérgicas bailarinas, metiendo enseguida al público en el concierto un poco al modo de lo que suele hacer Katy B. Después… el show tuvo sus altibajos, es lo que tiene no tener disco en el mercado. Aun así, a pesar de los momentos R&B y baladescos, el show fue en general de lo más entretenido y bailable. Parece que los cientos de millones de reproducciones en Spotify dan para subir una decena de personas al escenario y Zara, además de bailarinas, cuenta con banda y dos coristas. El mejor momento, y lo siento por la celebrada ‘Uncover’ y por Diplo, fue ‘This One’s for You’ de Guetta. Fiestón. El set se cerró con ‘Lush Life’.
Pese a la animadversión que generan Love of Lesbian, cuando no por sus canciones, «porque este concierto ya lo he visto en 7 festivales», no hay manera de pillarlos en un mal día y el grupo volvió a presentar con éxito ‘El poeta Halley’ en uno de los conciertos más multitudinarios de la noche. Otra vez. La novedad fue la colaboración de Carla Morrison en ‘Domingo Astromántico’. Por lo demás, de nuevo buena combinación de temas viejos y nuevos, destacando «John Boy», ‘Algunas plantas’ y su chorrazo de confetti o ‘IMT’, ya de las mejores canciones de su repertorio.
Tras Kodaline, un cruce entre Keane y Mumford and Sons, Bunbury saltaba al escenario 1 en estupendísima forma física con una versión americanizada de ‘Iberia sumergida’. Tanto se ha «sumergido» el cantante en la vida y la música del otro lado del Atlántico que en todo momento nos llamó a todos de «usted». ‘Que tengas suertecita’ y sobre todo ‘El extranjero’, acordeón mediante, podríamos considerarlas las cumbres de su set solo, después de haber sonado versiones casi irreconocibles de ‘Avalancha’ o ‘El camino del exceso’.
Por suerte al final sonó una versión fiel a la original de ‘Mar adentro’, con su estribillo repetido hasta la saciedad (vaya temazo) y un ‘Maldito duende’ que coreó todo Dios. ‘Lady Blue’ cerró muy dignamente un show algo plano al principio, emocionante al final, que no habría echado nada de más la extrañísima ‘La chispa adecuada’.
Dos de los conciertos más apetecibles de la noche coincidían de pleno: el de JUNGLE y el de Triángulo de amor bizarro. El primero fue un festival de falsetes, disco y funky armado por casi una decena de músicos y vocalistas, formando un fiestón perfecto para la hora a la que era programado, desembocando en la gran ‘Time’. Lo de Triángulo era ir sobre seguro a un «hit tras hit», extrañamente desarrollado en la carpa y no en un escenario grande, pero a fin de cuentas bien seguido por una buena cohorte de fans entusiasmados.
Su show, en el que no faltaron ‘Seguidores’, ‘Nuestro siglo Fnord’, ‘Baila sumeria’ o ‘Barca quemada’, se convirtió en una gran competición de pogo en la que disimular cuando el personal de seguridad te apuntaba con una lamparita para que te largaras y dejaras de representar un peligro para la gente. Un concierto totalmente a tope al que sólo se le pudo poner la pega de que la voz de Isa sonase un poco más baja de lo que debería: era imposible seguir sus letras y era mucho más efectivo que cantara Rodrigo. Aun así, gran final con ‘De la monarquía a la criptocracia’.
Delorean se equivocaron con la estructura de su show, dedicando la primera media hora, quizá algo más, exclusivamente a tocar temas de ‘Muzik’. Y una cosa es que el disco esté infravalorado, porque ‘Epic’ y ‘Muzik’ molen, y otra cosa es que a las dos de la madrugada no necesitemos nuestra buena ración de hits. Tardó demasiado en sonar ‘Deli’, ni siquiera lo llegó a hacer ‘Stay Close’. El final con sample de ‘Ride on Time’ fue un pelotazo, pero ellos saben organizarse mejor.
Mark Ronson como DJ en solitario comenzaba pinchando bastante hip-hop (Kanye, Kendrick) para después poner otras cosas más poperas, como a sí mismo y su versión de los Smiths, a sí mismo y su versión de ‘Valerie’ o a sí mismo y su hitazo con Bruno Mars. Han brillado en su setlist temas de Michael Jackson, los Jackson 5 o M.I.A., y efectivamente ha pinchado su nuevo tema con Lady Gaga, aunque ha aprendido lo peor de ella: a cortar un hit para dar un discursito sobre lo que le gustaba la ciudad. Cerraba el set con ‘Praise You’ de Fatboy Slim.
Fotos del artículo: Facebook de DCode Festival.