‘Tan poca vida’: estas palabras pueden herir la sensibilidad del lector

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‘Tan poca vida’: estas palabras pueden herir la sensibilidad del lector

hanya-yanagihara-tan-poca-vidaEmma Cline, Alicia Kopf, Hanya Yanagihara… ¿De dónde salen estas escritoras que con sus primeros libros parece que lleven treinta a sus espaldas? Yanagihara, estadounidense de origen hawaiano, debutó en 2013 con la inédita en castellano (y parece que muy decepcionante) ‘The People in the Trees’. Tres años después presenta ‘Tan poca vida’, un novelón de casi mil páginas que encabezó las listas de lo mejor del año en EE UU (además de quedar finalista del Man Booker Prize y del National Book Award).

‘Tan poca vida’ (Lumen) cuenta la historia de cuatro amigos de Nueva York a lo largo de varias décadas. Un grupo heterogéneo formado por JB, un artista gay afroamericano; Willem, un actor blanco y bisexual del Medio Oeste; Malcolm, un arquitecto mestizo y heterosexual hijo de familia rica; y Jude, un brillante abogado de raza, sexualidad y pasado incierto. En realidad, los tres primeros acabarán pivotando alrededor de este último personaje, un hombre que sabemos que arrastra una gran carga pero no hasta qué punto.

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Podríamos definir ‘Tan poca vida’ como un cruce entre ‘Instrumental’ de James Rhodes, las novelas de Tom Spanbauer y las de Donna Tartt. Del primero es casi como su versión en ficción. Resultan sorprendentes los paralelismos entre la vida de Rhodes y algunas experiencias que se relatan con enorme crudeza en este libro. Yanagihara articula su novela a través del dolor, tanto el físico como el emocional. Escribe con una cuchilla de afeitar: abre tajos en la trama, la desangra, la infecta, y luego intenta a duras penas cauterizarla.

Este es, sin duda, el aspecto más llamativo de ‘Tan poca vida’, el que tira del lector hasta llevarle a la página 1002 (la forma que tiene la autora de dosificar la información no puede ser más eficaz). Pero no es el más interesante. Hay otro que, aunque pueda pasar más desapercibido dada la potencia dramática (y escabrosa) del primero, me parece mucho más relevante: la reflexión sobre la amistad. La amistad masculina. La amistad (y aquí entronca con las novelas de Spanbauer, llenas de personajes repudiados) como nueva familia, como alternativa a los vínculos de sangre, la pareja o los hijos.

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En cuanto a las similitudes con Donna Tartt, tienen que ver con su estilo dickensiano. El personaje de Jude es como un Oliver Twist del siglo XXI, un huérfano que se marcha a la gran ciudad (Nueva York en vez de Londres) para poder “reinventarse”. Yanagihara demuestra su habilidad para el retrato psicológico en tercera persona, para sobrevolar a sus personajes pero posarse como un jilguero en sus hombros cuando es necesario. No sabemos si Yanagihara (como Emma Cline y Alicia Kopf) seguirán volando alto en su siguiente novela, pero su irrupción en un año literario sin grandes nombres es una gran noticia. 8.

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