«Nada que justificar, lo peor es lo mejor y lo mejor es lo peor», dice una de las frases de ‘Lo peor es lo mejor’, una de las nuevas canciones de Fangoria. «La censura está aquí, se presenta para defender los prejuicios que te volverán correcto e hipócrita», anuncia otra. Son Alaska y Nacho volviendo a armar un muro, como han hecho en tantas letras de su carrera, que no consienta el filtro de la crítica, del qué dirán, y que asiente aún más los cimientos de sus patrones estéticos. Al margen de modas, el dúo ha logrado triunfar en la última década, creando un estilo propio entre la electrónica rudimentaria y el show de variedades, que ha dejado satisfechos a miles de fans fatales.
¿Merece la pena «criticar por criticar» sus últimos pasos cuando sus letras (y sus entrevistas) hablan claramente de cuánto les resbala todo? El simple hecho de plantear este tipo de letras autoafirmativas a los 55 y 60 años es digno de análisis. Sobre todo porque suelen venir acompañadas de un reverso de debilidad. Lo mismo pasaba en el último disco de la coetánea Madonna (Olvido es menor, Nacho un pelín mayor), sobre la que tanto han hablado en estos 30 años para bien, para mal y para regular: que alternaba números autofirmativos como ‘Bitch, I’m Madonna’ con otros completamente vulnerables «estoy acabada» y «las críticas me duelen», como ‘Wash All Over Me’ y ‘Joan of Arc’.
En ‘Miscelánea de canciones para robótica avanzada’, que aparte de en reedición de ‘Canciones para robots románticos‘ se edita en un vinilo por separado, no encontramos canciones significativas como estas tres, ni tan divertidas ni tan dolientes, pero el espíritu es muy parecido. La «vulnerable» es ‘El día a día de mi psicopatía’, un drama pese a lo cómico de la rima, en el que, como en el caso de ‘Lo peor es lo mejor’, aparece como artista invitada la máquina, aportando dobles sentidos (ese «nos están programando»). Sin embargo, está claro que Alaska es aquí menos fuerte ahogada en «el comentario cruel que no se me olvidó y sigo buscando», atada a «la medicación que [le] están recetando» y a ese estribillo «Déjame buscar donde no hay / La realidad no es la verdad aquí», que acompañado del título sólo puede ser un delirio. El mismo de ‘La pastilla roja’ treinta años después.
Quizá Fangoria manejen personajes o incluso parodias o sátiras en estas canciones, pero por esa vía sus nuevas composiciones sonarían aún más impersonales, menos carismáticas, menos interesantes. Porque en lo musical, ‘Espectacular‘ es la composición más forzada que hemos escuchado a Guille Milkyway y ‘¿Qué quiere usted de mí?’ parece un conjunto de ideas de Chico y Chica (‘Chantaja’, ‘Coméntele a ella’) al que se le han extirpado la ironía y la acidez. Ninguna tiene entidad suficiente para aparecer en un futuro en un popurrí temático sobre lo que sea como el que han armado en ‘Canciones que hablan sobre bailar’, tirando de su propia ‘Bailando’ -versión Pegamoides, no Fangoria-, la de Paradisio y una versión industrial de ‘Toro’ de los indies El Columpio Asesino seguida de ‘Yo quiero bailar’ de Sonia y Selena. Bravo por ese momentazo aunque la sorpresa es la recuperación de ‘Estoy bailando’ de las hermanas Goggi. Temazo.
Pese al momento mixtape y a su desarrollo amateur, confirmado en un mash-up de ‘Disco Sally’ y ‘Fiesta en el infierno’ que jamás debió salir de Soundcloud, Fangoria vuelven a dar que hablar. Y aquí el crítico se muestra también vulnerable en sus contradicciones. Las de seguir más que atento a sus pasos por si les sale un disco con 10 canciones tan buenas como ‘Geometría polisentimental’ o ‘Fiesta en el infierno’ que parece que no va a llegar, pero el reconocimiento de que hay que dar las gracias por que el grupo no ceda a la tendencia (imaginad unos Fangoria jugando antes con el dubstep, luego con el trap y el tropical house) y se mantenga fiel a su micromundo, un sonido que no es el que gastaban hace 10, 20 ni 30 años y parece suyo de toda la vida. Sus admirados Pet Shop Boys hacen mejores canciones y discos, pero, la verdad, no han sabido renovarse así.
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Calificación: 5/10
Lo mejor: ‘El día a día de mi psicopatía’, la reivindicación de ‘Estoy bailando’
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