El pasado 15 de febrero, El Diario publicó un vídeo titulado ‘A mí también me ha pasado’ en el que varios rostros femeninos conocidos de la cultura, ciencia y política españolas recordaban casos de micromachismo que han sufrido en el pasado. Entre estos rostros se encontraban los de Eva Amaral, Leticia Dolera o Cristina Cifuentes. Con motivo del Día internacional de la Mujer, que se celebra hoy día 8 de marzo, publicamos un reportaje elaborado en las últimas semanas que concierne al papel de la mujer en el mundo de la música.
El micromachismo es una forma de agresión machista muy sutil, a menudo incluso imperceptible, que sin embargo causa estragos sustanciales en quien la sufre. JENESAISPOP ha querido extender la propuesta de El Diario al ámbito de la música independiente de nuestro país y ha preguntado a varias de sus representantes por micromachismos que recuerden haber sufrido. La mayoría de sus casos está relacionado con el directo o con la autoridad de la artista en cuestión, frecuentemente cuestionada cuando comparte escenario con hombres. Pero esta situación se da más allá de los escenarios, también en los ámbitos del periodismo y la representación musical. Por eso, aparte de hablar con artistas, nos remitimos a una conferencia de Periodistas Asociados por la Música realizada hace unos meses donde varias periodistas y mánagers relataron experiencias de machismo similares a las que nos cuentan estas creadoras.
Demostrar el doble
Numerosas artistas a lo largo de los últimos años han lamentado el sobreesfuerzo que han tenido que hacer para demostrar su valía ante hombres que las han cuestionado o menospreciado por su sexo. Es el caso de Zahara, que vivió esta experiencia tan pronto como a los 19 años, cuando se presentó a un concurso de cantautores, donde cuenta que apenas había mujeres. Sobre todo cuestiona que los jueces valoraran la belleza de sus voces como algo «distintivo», algo que no se espera necesariamente de los hombres. «El resto de concursantes siempre repetían «qué bien cantáis las chicas», y pensé que no podía ser una cualidad fruto de nuestro género; no intrínseca, al menos». «Lo que sí que pasa es que en el mundo de la música y, concretamente, en el de la música de autor, que fue el que me tocó vivir en aquella época, las mujeres que se animaban a dar el paso y compartir sus canciones lo hacían solo si sentían que lo que estaban haciendo estaba muy bien, [pues] sabían que sufrirían esa presión. No solo teníamos que componer y tocar un instrumento y defender nuestras canciones como hacían ellos, sino que además nosotras teníamos que demostrar mucho más. No podíamos subirnos a ese escenario desafinando, o directamente con una voz desagradable, como vi a muchos de ellos. Si además, tocabas bien la guitarra o el piano, la sorpresa era doble porque «oh, una chica tocando bien». Los «tocas tan bien como un tío» no sabía si tenían que halagarme u ofenderme. Si ya nos costaba suficiente quitarnos los complejos para salir de nuestras casas, cuando llegábamos a este tipo de lugares donde se supone que se nos juzgaría por nuestro talento nos dábamos cuenta de que nosotras traíamos un handicap de serie entre nuestras piernas».
Zahara: «En la música de autor no podíamos subirnos a un escenario desafinando, o directamente con una voz desagradable, como vi a muchos de ellos. Si además, tocabas bien la guitarra o el piano, la sorpresa era doble. Los «tocas tan bien como un tío» no sabía si tenían que halagarme u ofenderme»
Como cuenta la autora de ‘Santa’, una artista femenina ha de demostrar el doble que un hombre para que se la tome en serio, pero cuando el talento se da por hecho, a menudo son otras mujeres quienes critican otras cosas, como cuenta Vega. La cordobesa, que acaba de editar disco, ‘Non ho l’età’, lamenta descubrir que la crónica de uno de sus conciertos, escrita por una mujer, criticaba que cambiase de instrumento continuamente durante el mismo y comparara el concierto con un «pase de modelos». «[En la crónica] no había una sola palabra acerca de la calidad musical del [concierto], que obviamente podía ser positiva o negativa (faltaría más), lo que por el contrario sí encontré fueron continuas alusiones a que en lugar de cambiar de ropa, cambiaba de guitarra, una vez tras otra, sin ton ni son». «Soy cantante, compositora y músico, toco el piano, la guitarra acústica, la eléctrica y el ukelele; huelga decir que los cambios de guitarra, entre acústica y eléctrica, se correspondían con el repertorio de canciones y la forma de prepararlas para el directo que habíamos planteado». «Además, y esto fue si cabe lo que más me enfadó, [la autora de la crónica] faltó al respeto a la gente que sí que estaba ESCUCHANDO el concierto a cuenta de su condición sexual, su edad y otras perlas». «Pienso que, si ese día encima del escenario hubiese habido un chico, jamás le hubieran dicho que era un desfile de modelos de guitarras, [sino que] hubieran hablado de los cambios en el sonido y de la elección del instrumento indicado para cada tipo de tema que llevaban en directo». Vega insiste en que no se calló y contestó a esta persona en su blog «porque no hay que quedarse impasible si queremos cambiar las cosas».
Ellas, género invisible
En terrenos más cotidianos, Ana Fernández de La Bien Querida se ha topado con personas, hombres y mujeres, que han asumido que es su pareja y no ella quien compone las canciones y toca los instrumentos en el grupo. La artista se remite concretamente a una visita que realizó hace unas semanas al colegio de su hija para tocar canciones de La Bien Querida. «Antes de entrar en la clase, las profesoras querían enterarse un poco sobre el grupo para poder contarles a los niños. «Tú, Ana, cantas, pero tú, David, eres el que escribe y hace las canciones, ¿verdad?», [preguntaban]. «Entonces David les dijo que era yo la que escribía y hacía las canciones y ellas miraron a David y le dijeron «¿la guitarra la tocas tú, ¿verdad?» y David les dijo «sí, y Ana también». «A nuestra hija le pusimos primero mi apellido y luego el de David», señala Fernández. «El colegio lo pago yo, con mi número de cuenta que está a mi nombre y las facturas, por defecto, venían a nombre de David. Pequeños detalles de la vida cotidiana».
Alba Blasi (Extraperlo) alude sobre todo a historias relacionadas con el directo e identifica dos tipos de micromachismos, uno procedente de técnicos y otro del público. «Con los técnicos está el clásico de «¿la chica qué necesita?», preguntándole a alguno de los otros miembros del grupo cuando yo estoy allí mismo. Hace 15 años que toco en grupos y cada vez pasa menos, pero a veces pasa. Y con el público a veces se te acerca gente a felicitarte por el concierto, chicos y chicas, con buena intención, pero los comentarios me dejan un poco helada: «¡para ser la única chica del grupo lo has defendido muy bien!», «te lo pasas muy bien bailando en el concierto, ¿no?» (¿hola? Me lo paso bien tocando y me muevo, pero lo que estoy es TOCANDO, nunca he oído que se lo dijeran al bajista o al guitarrista que también se mueven…), «oye, pues tocas guay, lo has hecho muy bien!» (nunca veo que feliciten al resto por cómo tocan, les felicitan en plan «muy guay el concierto, ha sonado bien»… pero dan por hecho que tocan bien y conmigo lo cuestionan». Blasi recuerda una ocasión en que una persona del público le sugirió que se moviera más en los conciertos porque estaba «muy sosa». «No creo que eso se atreviera a decírselo a los otros miembros del grupo», indica. «Después está la típica situación que la gente de producción o técnicos de un concierto o un festi creen que eres la novia de alguno del grupo o una grupi, que creen que no eres del grupo, porque el grupo son ELLOS. O creen que soy la tour manager o algo y me cuentan las cosas a mí en plan «vale te cuento, aquí tienes las acreditaciones para los chicos…»
Zara (Desvelo): «Cuando llegas con el grupo al evento todo el mundo asume que eres «la chica de promo». No, no soy la chica de promo, soy la jefa de prensa. Lo único que nos diferencia son nuestros genitales»
«El verano pasado estábamos a punto de tocar en un festi y no había bebidas en el backstage», continúa Blasi. «Le pedí a un chico de producción si me podía conseguir algo porque estábamos a 5 minutos del concierto y me dijo que me fuera a la zona VIP a buscarlo yo (que estaba lejillos). Después del concierto vino y se disculpó en plan «oye perdona lo de antes, no sabía que eras del grupo, pensaba que ibas con ellos, si no, te lo hubiera traído». Blasi reconoce que la situación ha mejorado sustancialmente en los últimos años y que antes «lo pasaba peor, me callaba las cosas y me pillaba muchos cabreos». «Ahora cuando detecto situaciones de este tipo suelo decir algo», apunta. «Sinceramente pienso que no es una tendencia generalizada pero hay gente que tiene que empezar a hacer y decir las cosas de otra manera».
Algo similar a la historia que cuenta Blasi le sucedía a Zara Sierra de Desvelo, que promociona a Las Odio, Mordem y Kumbia Queers. En la conferencia de Asociación de Periodistas de Música, Sierra recordaba que a las mujeres se las considera un «accesorio» del hombre profesional. «Cuando llegas con el grupo al evento todo el mundo asume que eres «la chica de promo». «No, no soy la chica de promo, soy la jefa de prensa», insiste Zara. «Lo único que nos diferencia son nuestros genitales y como no los usamos para nuestra profesión… hay que señalarlo siempre». Mery Llorente de Girando por Salas suele tener que explicar «no soy la novia de, o la cantante de, soy su mánager». En la línea de este acontecimiento, Beatriz de la Guardia de Planet Events relataba que, en una ocasión, no la dejaron entrar en una sala y fue, en su lugar, cuestionada por el paradero de su jefe. Beatriz abogó, sin embargo, por no obsesionarse con este asunto y apuntó que a menudo el menosprecio por sexo es «cuestión de género musical» pues, como apunta, nadie reconoce «que Justin Bieber ha hecho un discazo», dado que el pop suele ser un género dominado por mujeres.
En el plano técnico, Luthea Salom recuerda haber sido invisibilizada por hombres en pruebas de sonido. «Cuando llego a una sala o plató de TV con mis músicos», asegura Salom, «los técnicos de sonido no me preguntan a mí directamente qué necesito, sino a algún músico que esté cerca, y muchas veces ni me miran a los ojos cuando les contesto yo. Es una sensación como que les incomodo, y yo, tonta de mí, me lo tomaba como algo personal, como que igual no les caía bien o algo así. Luego he visto que eso les sucede a muchas mujeres músico». Aries recuerda asimismo que el «gesto machista más frecuente que me suele ocurrir, es que cuando llegamos a las salas, los técnicos siempre se dirigen a mi técnico de sonido y a mí no me consultan nada». «Igualmente, tras el concierto muchas veces se acerca gente a felicitar a mi técnico por las bases que yo toco -que son mías pero piensan que las ha hecho él- o a mí me preguntan quién me las ha hecho». «Esto me ha ocurrido tocando en Budapest, en Seattle o en Madrid, en todos lados». La autora de ‘Eclipse total’ apunta también a la «presión de la imagen»: «he escuchado que me iría mucho mejor y tendría más presencia en medios si fuese más guapa y delgada».
Aries: «He escuchado que me iría mucho mejor y tendría más presencia en medios si fuese más guapa y delgada»
Como estas dos artistas, la banda salamantina Estrogenuinas también ha topado con hombres que han cuestionado su capacidad técnica, además de su fuerza física por ser mujeres y de su disciplina por ser jóvenes. «En una prueba de sonido, un amigo se subió con nosotras al escenario para echarle un vistazo porque quería sacarnos algunas fotos entre bastidores durante el concierto. Mientras colocábamos nuestros amplificadores y montábamos la batería, el técnico ya le estaba preguntando a él por nuestra distribución en el escenario y por la ecualización de las guitarras pensando que era nuestro mánager. Para él éramos completamente invisibles. Cuando le dijimos que se dirigiera a nosotras, se mostró decepcionado y empezó a mirarnos con pereza e indiferencia, como si con cuatro mujeres no fuera a entenderse igual. Otros técnicos de sonido, cuando nos ven cargando con los amplificadores enseguida corren a ayudarnos, al grito de “¡espera que te ayudo, no vaya a ser que te hagas daño!”. Alusiones a la supuesta “debilidad femenina” también vienen de la mano de otros músicos: «¿¡y tú tocas la batería!? ¿¡con esos bracitos!?» En nuestro caso en concreto, que además de ser mujeres somos jóvenes, el “ninguneo” es mayor. Comentarios del tipo “¿Este es vuestro primer concierto? Después, a celebrarlo con una buena cogorza, ¿¡eh!?” ponen de manifiesto lo poco que nos toman en serio, como si debido a nuestra juventud fuéramos menos profesionales y nos tomáramos la música a la ligera, como si de un juego se tratara».
¿Y las redactoras?
A rasgos generales, si la historia ha demostrado algo es que esta serie de opresiones provoca que muchas mujeres decidan no dar el paso de dedicarse a la música. El caso es especialmente angustioso en el ámbito del periodismo musical, donde apenas hay mujeres y, cuando las hay, el machismo casi viene de serie. En la conferencia remitida, la periodista Carolina Velasco contó que grupos han llegado a vacilarla durante las entrevistas. «¿Por qué me preguntan si me gusta el tonti-pop, si no voy a conocer a tal grupo o si había nacido cuando pasó algo cuando tengo la misma edad que el entrevistado?», se preguntaba. En la charla, Marcela San Martín de la Sala El Sol se quejó de la escasez de periodistas musicales chicas. «Pregunté en un medio por qué no había más redactoras y me contestaron que no había. Creo no se les da la oportunidad de demostrar su valía; las chicas que estudian Periodismo no tienen casi referentes».
«Marcela (Sala El Sol): «A las redactoras no se les da la oportunidad de demostrar su valía; las chicas que estudian Periodismo no tienen casi referentes»
En el lado opuesto, la reputada Virginia Díaz de Radio 3 y Cachitos de Hierro y Cromo no recordaba en la conferencia haber recibido trato machista alguno en sus 15 años en Radio 3. «El trato de igualdad recibido ha sido alucinante», indica. Díaz incluso señaló que había tenido casi el mismo número de jefas que jefes en Radio 3 (2 frente a 3). En cambio, sí se remitía a una ocasión en El Día del Rock en la facultad de Periodismo, cuando alguien le preguntó: «¿por qué ponéis ese pop de mierda, en lugar de grupos de rock vasco o reivindicativos?», asumiendo que era ella quien decidía poner música pop en Radio 3 y no los locutores masculinos. Además, esta persona añadió «por cierto, eres muy guapa». «Si hubiera sido Virginio, eso no me lo hubiera dicho».
Alguien tendrá la culpa
Más allá de denunciar estos casos, otras artistas insisten en que la responsabilidad de que estos machismos se normalicen en la industria no es solo masculina. Paula de Las Odio no duda del machismo y la gravedad de los ataques narrados en el vídeo de El Diario, sin embargo, cuestiona que en él se vuelva a retratar a las mujeres como «víctimas pasivas que se quejan a posteriori en lugar de plantar cara en el momento». «Está claro que lo uno (quejarse) no excluye lo otro (plantar cara), pero mostrar solo la primera parte del todo me parece un enfoque parcial», apunta. «Compartir las agresiones para crear conciencia es necesario, pero más importante aún es que compartamos nuestras habilidades para combatir y dar respuesta al micromachismo cotidiano». Bflecha también critica este victimismo y opina que «para cualquier artista, la mejor manera de vencer este tipo de desigualdades es salir en los medios hablando de su trabajo, [dar] ejemplo creando nuevos referentes basados en el respeto y en los que se participe en igualdad de condiciones». «Aunque no dudo que las intenciones son buenas», prosigue, «en mi opinión respecto a las mujeres lo encuentro contraproducente porque lamentablemente caen en un enfoque victimista y en algunos casos acaba ensombreciendo su trabajo. Creo que sería mas beneficioso e enriquecedor destacar los aspectos artísticos y profesionales en vez de centrarnos en los aspectos o experiencias negativas de la industria, que hay muchos y para todo el mundo: nacionalidad, edad, opción sexual… También pienso que los hombres deberían aportar su visión sobre estos temas, ya que nunca se les pregunta y además sería una buena manera de crear nuevos referentes para generaciones más jóvenes».
Belako: «La mayoría de casos de machismo en el periodismo está llevado a cabo de manera sibilina, no abiertamente retrógrada, sino disfrazado de periodismo cool y alternativo, y lo que es más triste, escrito por gente que apenas nos saca diez años»
Belako, cuarteto mixto de Vizcaya, compuesto por dos chicos y dos chicas, recuerda que ha experimentado machismo «en distintas formas y colores, pero lo esencial es que no lo sufrimos solamente Lore y Cris, sino que nos afecta a los cuatro: después de un bolo, es de lo más habitual que cierta gente pida foto con las chicas, lo cual de por sí ya es bastante revelador». De manera importante, el grupo nota que el periodismo musical juega un papel esencial en la normalización del machismo en la industria, pues «tanto en prensa escrita como digital se ha marcado esa diferencia respecto al grupo por el hecho de tener dos chicas». El grupo continúa: «Aunque todavía hay quien cree que son temas ya superados, queda mucho por avanzar; artículos que alaban la belleza de Lore obviando prácticamente lo demás, rankings de tías buenas en el mundo de la música, posts de sellos importantes preguntando al público con cuál de las dos del grupo «se irían de fiesta», y así una larga lista de publicaciones vergonzosas. Esto no tiene nada de micro, es machismo tal cual, sin diminutivos, lo peor es que en la mayoría de los casos está llevado a cabo de manera sibilina, no abiertamente retrógrada, sino disfrazado de periodismo cool y alternativo, y lo que es más triste, escrito por gente que apenas nos saca diez años. Es hora de que los medios se posicionen realmente, más allá de artículos que señalizan el problema, vetar actitudes sexistas y limitarse a escribir sobre música».
Similarmente a lo que relata Belako, Luthea Salom dirige otra crítica al periodismo que categoriza a las mujeres como un estilo musical propio. «Cuando a una mujer se le mete en el género músical «chica con acústica» en vez de rock, pop, folk, punk… Es como que ser mujer músico ya es un estilo de música independientemente de tu estilo. Esto provoca que los festivales, muchas discográficas, programas de radio, eventos culturales o revistas de música tengan un 90% de grupos «masculinos» y un 10% de mujeres, porque con una o dos ya sienten que han representado ese «estilo de música». Aries recalca también esta circunstancia: «a veces los medios te incluyen en listas tipo «los grupos de chicas de 2017», «las chicas de la electrónica o el pop», listas que resaltan que somos mujeres haciendo música. Supongo que es discriminación positiva pero me gusta infinitamente más cuando se habla de música y discos y me veo rodeada simplemente de buenos grupos».