“Creo que puedo ser la voz de mi generación. O, al menos… una voz. De una generación”, decía Lena Dunham al final del episodio piloto de ‘Girls’. Desde el colegio siempre hemos visto a los de cursos superiores mucho mayores de lo que, cuando nos tocó el turno a nosotros, realmente nos sentíamos; también al entrar en la universidad veíamos a los que estaban en último curso como gente súper seria que tendría ya su vida organizada porque, hombre, están acabando… Y, de nuevo, luego experimentas que en muchos casos no es así. ¿Es esto cosa de la malvada generación millenial a la que pertenece Lena y a la que pertenece también la que era hasta hoy nuestro Top 1 por segunda semana consecutiva, Lorde? Precisamente en la parodia de Tina Fey y ‘Saturday Night Live’ se hacía hincapié en la que es una de las muchas polémicas de la serie: muchos veían ridículas las diatribas existenciales de lo que catalogan como “un grupo de niñas millenials privilegiadas que no tienen «problemas de verdad»” (ese concepto), algo que queda claro en el -hilarante, todo hay que decirlo- “24?! What the fuck is wrong with you?!”.
Puede que sea cierto. Puede ser también que cuando eres una privilegiada que “no tiene problemas de verdad” tengas más tiempo para pensar en cuál es tu propósito, más allá de sobrevivir, trabajar en algo y ganar dinero para comer, casarte, tener hijos cuando pasen unos años, buscar casa y coche, votar cada cuatro años, dejar las quedadas adolescentes de grupo de amigos por las cenitas de cuatro con otra pareja… Para algunos, plantearse estas cosas es un signo de inmadurez; otros, en cambio, han tirado de estos planteamientos para hacer, no una sino dos veces, que veamos de otra forma a quienes están en el polo opuesto y extremo, o para acojonarnos con una canción en la que simplemente describen aspectos de nuestra sociedad, por citar solo un par de ejemplos. Para este segundo grupo de personas la pregunta es si quejarse de un sistema donde todo está tan establecido supone algo inmaduro, o si lo realmente inmaduro es incorporarse por miedo a la cadena de montaje de cajas, asumir que en parte estamos destinados a fingir… asumir la realidad de esa vida tan tranquila que te puede llegar a estrangular. ¿Qué se siente al ser tan joven, debates sobre el status quo aparte? Muchas cosas: la protagonista de nuestro artículo se sentía sola en mitad de una fiesta en ‘Ribs’ al pensar, con 16 años, en el miedo que le daba el futuro, en cómo su camino probablemente se alejará del de otros amigos y en cómo esa prisa por crecer se ha visto sustituida por una negación de la vida adulta y por una nostalgia de cuando tenías cero preocupaciones (o creías que tenías muchas, pero no). The dream isn’t feeling sweet.
En ‘Liability‘ Lorde habla de cómo la gente puede verla como alguien fascinante pero a la vez como demasiado compleja, como una carga. La neozelandesa sabe mucho de cargas, a ella misma le persiguen cosas como haber conseguido todo lo que ha conseguido teniendo solo un álbum en el mercado, o que el mismísimo Bowie diga que es el futuro de la música. Hablando de futuro, y volviendo a lo que decíamos, hay mucha gente que lleva sin tanta dificultad el cambio de etapa hacia la edad adulta (aunque eso no sea del todo un consuelo para los que no, como canta el hijo de Paul Simon en ‘Wishes and Stars‘) y el no tener “las cosas claras a tu edad” puede convertirte en una carga para la gente que sí las tiene. Cuando somos jóvenes sentimos mucha inseguridad, pero eso a su vez hace que nos cuestionemos muchas cosas y estemos más abiertos a nuevas experiencias (relacionadas con el sexo, con ideas políticas, con conocer gente nueva…). ¿Es eso lo malo o lo es tener una actitud más cerrada a cambios? Vamos a llevar esto aún más allá.
Cada semana sale un texto nuevo alertando de lo sobreprotegida que está la generación millenial (y hasta Occidente), y de cómo, al no tener unos modelos claros, al ver que la prisa por encontrar pareja y trabajo de la generación anterior se ha transformado en divorcios e insatisfacción laboral generalizada, parecen querer mantenerse en la llamada “enfermedad mental global limitada en el tiempo”, la adolescencia. ¿Y si, como la corriente que dice que los cuerdos son los verdaderos locos, la enfermedad mental global -no tan limitada en el tiempo- es la edad adulta? En ‘Skins‘, de hecho, podría decirse que tiran de esta idea: los personajes adultos son caricaturescos, y mucho más histrionicos que los adolescentes, de forma similar a los pocos adultos que intervienen en ‘Skam‘. Si hacemos esa equivalencia con la enfermedad mental, podríamos hablar incluso de una etiopatogenia que a nivel social va haciendo su efecto poco a poco en el individuo, similar a lo que propugnaba Roger Waters en ‘The Wall‘ (Alan Parker, 1982). Este argumento tan loco convertiría a los adolescentes en un peligro social (como en la trilogía de Dorian) por poner en duda pilares tan básicos de la vida adulta, donde parecen no existir ya esos cuestionamientos; en palabras de la propia Lorde, “toda mi vida he estado obsesionada con la adolescencia; incluso de pequeña sabía que los adolescentes brillan y que saben algo que los niños desconocen y que los adultos terminan olvidando”.
Crecer y “hacerse mayor” en este mundo se toman, en boca de Lorde, como letras inmaduras, pero podemos encontrar muchos ejemplos en canciones consideradas himnos, y ha sido el leit motiv, especialmente en sus tres primeros álbumes, para el ¿mejor? (yo le quitaría las interrogaciones sin problema) grupo del siglo XXI: Arcade Fire. Los sueños rotos están muy bien representados con el “businessmen drink my blood / like the kids in art school said they would” que abre ‘Ready to Start‘, la locura con la que finalizábamos el párrafo anterior no está muy lejos del significado de ‘Rebellion (Lies)‘ y ‘Wake Up‘ y, finalmente, ‘The Suburbs‘ resume esto (y te pega un puñetazo en el estómago, de paso): “so can you understand / why I want a daughter / while I’m still young / I want to hold her hand / and show her some beauty / before this damage is done”.
Escribir es desnudarse. Sobre todo cuando usas tu propia experiencia, algo a lo que, a veces de forma literal, está acostumbrada Lorde: describe su música como tremendamente llena de anécdotas y siempre ha defendido (granjeándose una fama, digamos, tipo “es leviooosa, no leviosá”) que ella no es una adolescente pija, ni una que se bebe hasta los charcos los fines de semana, sino una adolescente madura y a la vez del montón – tema recurrente desde ‘The Love Club’ hasta ‘Tennis Court’, ‘Team’, ‘White Teeth Teens’ y, por supuesto, ‘Royals’. Queda por ver si la temática central de ‘Pure Heroine’ sigue tan presente en su sucesor, si hay un giro radical hacia el amor y las relaciones o si, como ha dicho recientemente, vamos a sorprendernos bastante con lo que queda por desvelar. Lo que está claro a estas alturas es que podemos decir “Lorde habla en sus canciones de la adolescencia y de hacerse mayor” como algo positivo, no como si estuviese en el mismo estante que Santa Justa Klan. Una usuaria de Youtube comentaba en uno de sus vídeos “I just get THAT feeling when I listen to her, like the ‘driving through an empty town at 2 in the morning with your friends’ type of feeling.” ¿Quizás es porque es capaz de reconectarte con todo de lo que hemos ido hablando en el texto?
Tanto en ‘Liability’ como en ‘Green Light‘ la cantante parte de un hoyo emocional pero en ninguno de los casos quiere quedarse ahí abajo: en ‘Liability’ llega a aceptar que sí, que puede ser esa complicación de la que la gente huye, pero la abraza, y el enigmático verso final podemos interpretarlo como su confianza en que en algún momento encontrará su camino. Habrá para quienes esto sea un motivo más para pensar que la chica es una dramas de libro y que esto es un ejemplo más de chorrada millenial -como puede serlo también este artículo. Habrá quienes conecten con el mensaje y cada vez que se sientan atrapados en un sistema que no les gusta se pongan los auriculares y se suban mentalmente a una mesa para tener una momentánea catarsis musical. Con ‘Born to Run‘ por ejemplo. O con ‘Green Light’… mientras esperamos, sí, nuestra propia luz verde: encontrar motivos, conseguir seguridad para entrar en esa etapa que de momento no nos convence. Pero esto último no se lo digáis a nadie. Podríamos perder nuestra reputación.