RTVE se ha superado a sí misma con el trato dado a su programa estrella. Después de programar el final de temporadas enteras de ‘Masterchef Junior’ más allá de la medianoche, estrenaba ‘Masterchef 5’ en pleno Domingo de Resurrección, cuando en varias comunidades españolas era festivo el lunes, y mucha gente seguía por tanto aún de vacaciones. El dato de audiencia volvió a ser muy bueno, aunque pone los pelos de punta el estado en el que nos encontremos sus fans en el trabajo o en clase mañana lunes, terminando el programa el domingo a la 1 de la madrugada (el tercer programa se emite el martes y después se desconoce qué ocurrirá). En cualquier caso, la primera gala fue de lo más entretenida, a pesar de alargarse hasta las 3 horas sin publicidad: una hora por prueba. ¿Próximo reto? ¿Superar los 230 minutos de ‘Lo que el viento se llevó’? Ahí van 10 razones por las que, pese a todo, el programa fue hasta divertido.
La amiga de Espe, fan de Los Nikis. Isabel, una de las aspirantes, ha sido parte del equipo de protocolo de Esperanza Aguirre, que incluso aparecía en el programa haciendo un cameo antes de ser trending topic por otras cosas. Diseñadora de joyas, ex modelo, ex azafata, guitarrista y reina de «pole dance» (demostrado en vivo mientras sonaba George Michael), terminó de redondearlo todo cuando se puso a cantar una canción de Los Nikis junto a Pepe, el jurado, ante la mirada de “qué coño es esto” de Jordi y Samantha. Aparte de entonar ‘Mi Chica Se Ha Ido A Katmandú’, la amiga de Espe también se declaró fan de La La Love You y Pantones. El imperio contraataca. Una pena que no se clasificara: sólo Samantha la aceptó finalmente.
Un pelín más de buena música (aislada). Al programa le dio por presentar a los concursantes en pareja (madre e hijo, marido y mujer, etcétera). Entre estos últimos, una estudiante de Aeronáutica que no lograba clasificarse. ¿Con qué canción decidieron ilustrar su presentación? ‘Spaceman’ de los Killers, ¡claro que sí!
Odkhuu, del racismo a la revelación total. «¿Cómo se llama el chino, que no me acuerdo?», preguntó José Luis, hasta entonces uno de los aspirantes que mejor había caído, cuando tenían que decidirse los equipos y solo quedaban dos concursantes por elegir. Pues bien, que se apunte su nombre con letras doradas porque Odkhuu, en verdad de Mongolia, va a dar mucho que hablar. Fue el último elegido, pero la estrella de la prueba. El jurado ya ha elogiado su calma y sus dotes con la cocina. Es diseñador de moda, muy observador y tranquilo, y adivinamos que no va a ser fácil ni echarle ni alterarle.
Edurne, la ama de casa de este año. A veces se critica la presencia en talent shows de personas mayores, ya con menos probabilidades de desarrollar una carrera. Aunque si Susan Boyle vendió tantos millones de copias como para toda una vida en unos pocos años, ¿qué no podrá hacerse en otros campos en que las carreras tienden a ser un pelín más longevas que en el mundo de la música? El jurado ha defendido la presencia de Edurne porque, por alguna razón, gran parte del cásting a duras penas sabe cocinar cosas muy básicas, y así podrán «aprender de ella» gracias a su buena mano para la cocina tradicional. Además, como personaje promete: Edurne no calla ni debajo del agua y dijo que prefería entrar ella frente a su propio hijo, eliminado por un plato demasiado ambicioso. «Te lo dije», fueron las bonitas últimas palabras que le dedicó.
El cuelgue de Nathan y su tabardillo en la ronda de eliminaciones. Pero si un concursante ha dejado al espectador con ojos como platos ha sido Nathan. Todo lo que tiene de guapo lo tiene de colgado: asistir a sus no-quehaceres y parsimonia durante las pruebas es un WTF continuo que deja al Noé de la primera edición al nivel de una estrella Michelín. El tabardillo que le daba al salvarse de la eliminación por los pelos, teniendo que ser arrastrado fuera del programa por unas manos anónimas mientras sus compañeros y el jurado permanecían completamente impasibles, pertenece ya a la historia de Masterchef. Como la croquembouche, el «no lo voy a saber hacer» de Maribel o la «zorrera de Santiaga».
El momento Sundance. Otra de las clasificadas es Paula, una psicóloga de 28 años que ha acudido al cásting junto a su novio… pero ha salido del cásting con otro novio. Este último es también psicólogo y la cara de ambos contando su absurda historia (“nos hemos convertido en solo uno”, “estoy muy orgulloso de ella”, ¿en serio?, ¡la conoces hace 10 segundos!) ha hecho perder la fe en la Psicología a un 10% de la población según las últimas estimaciones. ¿Esto no era una cadena pública haciendo un servicio público?
El momento porno. Aparte de esta historia, el programa está jugando con el romance entre un futbolista y una instagrammer, Jorge y Miri, ambos clasificados. No es lo más interesante que nos podría pasar, pero el «me gustaría probar tu plato» y el «y a mí el tuyo» que se dirigieron mutuamente es quizá lo más cercano al porno que veremos en Masterchef España.
El no-monaguillo. Hijo de madre hippie y ultra religioso, Julio, procedente de Ohio, pero hablando perfecto castellano, dejó a Samantha con una cara de asco histórica cuando narraba cómo le gusta encontrarse virutas de coco entre los dientes. Tras revelar que iba a ser cura, pero nunca monaguillo, escuchó cómo Pepe le decía con sorna que «en el seminario no se cocinaba mucho» y que tenía que haberse pegado más al «hermano cocinero». «El Señor me ha sacado de muchas y de esta me saca”, comenzó diciendo. Qué pobre, fue eliminado por unanimidad.
El nivel de humor y el jurado siguen igual. No se puede criticar al jurado de ‘Masterchef’ porque es una de sus insignias y tremendo drama sería que cualquiera de los tres abandonara. Pepe, Jordi y Samantha forman un trío extrañamente sólido que a duras penas se basa en la química mutua, ni en nada que se pueda explicar. Por si alguien se lo preguntaba, continúa el absurdo pique entre castellanos y catalanes, con bromas tan imaginativas como «¿hay muchos mongoles en Barcelona?» y Samantha sigue por ahí… a su puta bola, para bien.
El resto del cásting. Una policía nacional, un torero, una licenciada en Derecho que ha vivido en todo el mundo, un camarero que ha pasado de pesar 100 kilos a transformarse en un bollazo, una brasileña… Todavía es pronto para adivinar favoritos pero los personajes son diferenciables entre sí y prometedores.