¿Hemos perdonado a Justin Bieber pero no a Katy Perry?

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¿Hemos perdonado a Justin Bieber pero no a Katy Perry?

katy-perry_A una semana de su lanzamiento, el nuevo single de Katy Perry, ‘Bon Appétit’, ha abandonado iTunes USA (en Reino Unido es top 33 y en España, top 88: en absoluto para tirar cohetes). De hecho, That Grapejuice se ha cubierto de gloria y ha titulado su noticia «Bon Voyage». Peor aún, ‘Bon Appétit’ no está funcionando en Spotify. El single reflotará con el vídeo, pero parece improbable que este vaya a conseguir lo que no ha conseguido la canción por sí misma, que es interesar a la gente. Las cosas pintan muy mal para Perry, de hecho, desde que ‘Chained to the Rhythm’, el primer adelanto de su próximo disco, que sigue sin anunciarse, no conseguía igualar las posiciones espectaculares de sus primeros singles anteriores, ‘California Gurls’ y ‘Roar’. A pesar de que no puede considerarse un fracaso, la canción ha esquivado el número uno en el Hot 100 y ahora va cuesta abajo (top 55) y está cerca de abandonar el iTunes americano (top 81).

Aunque el éxito de ‘Roar’ y ‘Dark Horse’ fue brutal, el desempeño comercial de los singles posteriores de ‘PRISM’, ‘Birthday’ y ‘This is How We Do’, que no eran baladones tipo ‘Unconditionally’ sino hitazos, denotó cierto agotamiento de la fórmula (sí, la segunda nos la hemos puesto 600 millones de veces en Youtube, pero no pasó del top 24 en Estados Unidos, y la primera solo alcanzó el top 17). El single de Perry para los Juegos Olímpicos, ‘Rise’, más que «ascender» se desplomó en listas. Es posible que la gente se haya hartado de las chucherías para todos los públicos de Perry y solo ella tendría la culpa. Perry podría haberse arriesgado sacando un ‘Good for You’ o un ‘What Do You Mean?’, esto es, un single sorprendente de verdad capaz de dictar el sonido futuro de la radio y de reescribir su carrera, pero ha optado por lo mismo de siempre: llamar a Max Martin. Esta vez parece que no ha funcionado.

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O puede que Perry esté empezando a caer muy mal. La cantante no da pie con bola últimamente: cuando no hace comentarios hirientes sobre la salud mental de Britney Spears, se saca de la manga una comparación entre su antiguo pelo negro y la despedida de Barack Obama de la Casa Blanca que no puede ser más bizarra. Para colmo, le salen colaboradores antiguos de las piedras que la acusan en Twitter de racista y encima acude a la MET Gala con un vestido de John Galliano, recordado últimamente por sus comentarios alabadores sobre Hitler. Mientras, Perry se describe a sí misma en Twitter como «activista» y «consciente», apoya a Hillary Clinton contundentemente en las redes sociales, saca un single que critica el capitalismo americano, vende que su nuevo disco será «pop con propósito» y asegura en entrevistas que la responsabilidad del artista es usar su voz para luchar por las injusticias. No cuela.

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Evidentemente a Perry le queda mucho que aprender para poder llamarse activista (que haya sucedido a «Chained» con ‘Bon Appétit’ no dice nada bueno de su compromiso), pero la recepción tibia de sus singles en listas sorprende cuando revisas el Billboard Hot 100 y recuerdas que ‘Despacito’ de Luis Fonsi y Daddy Yankee con Justin Bieber es una de las canciones más exitosas actualmente en Estados Unidos. O cuando básicamente recuerdas que Bieber acumula éxito tras éxito tras éxito -de su disco o para otros- en todo el mundo a pesar de tener una prensa pésima, de hecho, mucho peor que la de Katy Perry desde hace mucho tiempo. Tiene que haber algo detrás con que dejemos pasar que Justin Bieber no deje de hacer el ridículo en público o trate a sus fans como basura incluso en sus propios conciertos y que a Perry no le perdonemos que sea una activista de pega. ¿Le damos Bieber margen de error porque acaba de salir de la adolescencia y a Perry la castigamos por demostrar una madurez cuestionable a sus 32 años? ¿O es que Bieber tiene el privilegio de ser un ídolo adolescente y Perry no? ¿Es la música el único problema?

Si Bieber tiene un problema es su inmadurez; y si Perry tiene uno no es su motivación política, cuestionable pero también admirable -por lo menos Perry se moja- sino su cinismo. Recientemente, Perry se dejó ver repartiendo pasteles de cereza a los transeúntes de Nueva York desde una furgoneta para promocionar ‘Bon Appétit’ y su actitud sugería que Perry se sabía ridícula. Claramente a la cantante no le preocupa disimular que está interpretando un personaje que ya no le interesa. Por lo menos, Bieber está liberado porque no asume ningún papel que no sea el de sí mismo: su música es desvergonzadamente comercial -obviamente- pero también suena honesta. La de Perry suena hipócrita y cínica y es posible que el público lo esté percibiendo. Sobran motivos para que Bieber nos caiga mal y para castigarle en listas, pero su música nos hace olvidarlos (que no justificarlos). El pseudo activismo de Perry, sin embargo, no solo está integrado en su personaje, también ha llegado a su música y ahora ha demostrado que puede pegar la vuelta si las leyes del comercio así lo requieren. Así, el problema no es que la gente no sepa de qué va Perry, es que ha entendido que a Perry no hay quien se la crea.

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