Joe Goddard venía con la intención de hacernos olvidar con su directo los rincones más sofocantes del escenario principal del Sónar Día (estaba programado a las cuatro menos diez de la tarde), a lo que ayudaba la exuberante y solvente Valentina Pappalardo en los cortes vocales de ‘Electric Lines’. Todo salió bien a pesar de los pequeños desajustes iniciales. Sin grandes espectacularides, se intercalaron los temas instrumentales con prodigios como ‘Human Heart’. Un set que funcionó bastante bien al salirse del patrón de un concierto al uso y de una sesión de baile. Sr John.
Para Gaika el vocoder es una herramienta más de trabajo a la hora de sacar fuera el grime que corre por sus venas, acompañándolo de vocalistas ocasionalmente, o hasta por un percusionista con el que mezclaba voces, sobre composiciones que oscilaban entre el trip hop, el dancehall o incluso el reggae. Tal vez fallara el excesivo tono de solemnidad: llegó a pedirnos que nos diéramos la paz como buenos hermanos, pero apartando esto, la combinación de voces extremadamente digitales y las que no lo eran resultó de lo más curiosa e inesperada. Sr John.
En la penumbra del Sónar Complex, lejos del calor fustigante, Nico Muhly (compositor de música contemporánea y uno de los artífices de ‘Planetarium’) nos explica que va a tocar temas solo al piano y que luego le acompañarán algunos amigos. Sus piezas de cámara son depuradas; me resulta muy curiosa la segunda composición que interpreta, acompañado por Valgeir Sigurdsson, que suena como un pasadoble fragmentado. Nico, por eso, enseguida queda eclipsado por otro de sus invitados, Liam Byrne, que interpreta varios temas con una viola de gamba (un instrumento parecido al cello), que manipula también electrónicamente, erigiéndose en protagonista absoluto durante varios temas. Al final, con todos reunidos, Nico bromea sobre la última pieza que nos va a interpretar: “Espero que os obsesionéis con esto”. Y mientras el piano se muestra alegre, la viola contesta amenazante. Obsesionada no, pero intrigada sí. Mireia Pería.
Hay otros mundos, pero está en este, decía el poeta Paul Eluard. En el Sónar podemos pasar de la música de cámara experimental de Nico Muhly en el recogimiento y comodidad a la música urbana y el ambiente sofocante que ofrece C. Tangana en Sónar Dome. Su actuación es más sofisticada que la de la Festa de la Mercé. Y las «AGZ» que adornan el escenario, las misma que usaron Agorazein en el Primavera Sound. Porque en parte también va a ser una actuación del colectivo; Fabianni se encarga de lanzar la música. El Dome está hasta la bandera y, viendo el ambiente, no puedo evitar la sensación de que es “the place to be”; mi sector parece más bien una convención de Relaciones Públicas, claro indicativo del estatus que ha alcanzado C. Tangana. Pucho aparece con la camisa abierta, luciendo unos trabajados pectorales y nos maneja como quiere, empezando por esas pausas en ‘Nada’, esperando que le devolvamos la respuesta. Tiene ya un dominio del escenario aplastante, con su histrionismo, su aire de chulo-pero-sentimental y su sex-appeal un punto payaso. Y el público le sigue el juego. Aparece el primer Agorazein, Sticky M.A, para atacar ‘Ya sabes’. Y completan con Jerv.agz en ‘Los tru’. La camisa de Pucho está cada vez más abierta, pero el show parece que decae un poco; el murmullo de fondo empieza a ser preocupante. Pero nada que no se pueda remontar con ‘C.H.I.T.O’ o ‘100k pasos’. Y Puchito nos empieza a chulear y hacerse de rogar. “¿Falta algo?”, nos pregunta. Sale I. Ace Alizzz al teclado, más tres bailarinas de verde y blanco, elegantísimas. Y entonces arranca un ‘Antes de morirme’ espectacular. Sin Rosalía (suena su voz grabada), pero con una estupenda coreografía para paliar su ausencia. Y, claro está, el cierre con ‘Mala mujer’, que justifica el haber soportado el bochorno de la sala. La canción suena aún más a clásico, potenciando lo tropical, mientras las bailarinas hacen la peineta a cada ‘Mala mujer’ que suelta Pucho, dándole irónica respuesta. Definitivamente, C. Tangana está ya a otro nivel. Mireia Pería
Dellafuente y Maka congregan menos público que otros colegas de generación, pero mucho más entregado (y más joven). Su rap-trap-rumba-reggaeton cala hondo. En mi cabeza los relaciono con gente como los Chichos o los Chunguitos. Parece una comparación fácil, pero precisamente creo que se asemejan por esa vocación tan popular, por esa habilidad suya de saber conjugar tan bien temática social con sentimentalismo sin cortapisas, todo cristalizado en canciones muy pegadizas, prácticamente himnos. Su actuación es funcional, sin alharacas, yendo al hueso. Se ve algo perjudicada por la oscuridad en que están sumidos (no les iluminan el escenario hasta ‘Se me pone violenta’, que debe ser como el sexto tema), el sonido retumbante que devuelven los altavoces y el calor que reina en Sónar XS, calor que centra varias chanzas del dúo (“¡Y eso que soy de Granada!”), lo que no arredra a sus seguidores a corear, entregadísimos, sus canciones. Mireia Pería.
¿Bejo es real o un dibujo animado? Calificarlo como un showman sería quedarnos cortos, ceñirnos a un terreno más pequeño del que realmente abarca. El humor que destilan sus rimas (“Fresco por la calle oliendo a Mimosín”) y el desparpajo a la hora de soltarlas conquistan desde el primer momento. Más aún cuando apareció en escena con una cesta colgada del codo, lanzando caramelos y con expresiones que no llegamos a entender al 100%, tipo “soy un loco playa”. Más grande aún fue el momento en que se puso en plan cantautor con un guitarrista para contarnos la historia de “Dora exploradora, la aventurera que se siente sola”. Un rollo de cero intensidad que finalizó poniendo a toda la sala a sus órdenes, con coreografías tan simpáticas que van a resultar difícil de olvidar. Señores del gremio, hay que ofrecer también un contrato millonario al canario Bejo, no puede ser todo para C. Tangana. Sr John.
Toph Taylor, Sohn, aparece vestido de amish techno, sentado ante su teclado, con la banda detrás. Parece que, más que tocar, vaya a oficiar el culto. Y algo de himno religioso tienen sus temas; abrir con ‘Tempest’ (“Oh Lord I got lost along the way”) es bastante indicativo. Taylor se sitúa entre los Depeche Mode atribulados por Dios, el blues y la indietronica de principios de los dosmiles y va desgranando sus canciones con una intensidad y un fervor más pretendidos que reales. Y eso que le pone empeño. Baila en la silla, se llega a levantar en los momentos más intensos, canta con el sentimiento de un Thom Yorke menos sobreactuado, el sonido es espectacular y los efectos de leds que lleva son sencillos pero muy efectivos… Pero, aunque es correcto, agradable y moderadamente interesante, su concierto ni pica ni duele. Y tanta tibieza, cuando queda claro que su principal intención es sobrecoger, acaba siendo un pecado. Mireia Pería.
Nosaj Thing y Daito Manabe, con proyecciones numéricas, geométricas o incluso de ellos mismos actuando, presentaron un show innovador en todos los sentidos. Sobre todo porque hace unos meses estuvieron tanto en CaixaForum Madrid como en Barcelona, con otro combinando electrónica y vídeo que nos pensábamos que podría ser similar. Para nada fue así y esa fórmula de combinar imágenes con potentes beats a ritmo vertiginoso con la tecnología sin perder emotividad mantuvo atento a un SonarHall prácticamente lleno. Una lástima que tuvieran un pequeño corte absurdo con ‘N R 2’. Tras ver esta interacción entre cuerpos, visuales monocromo en muchos casos y sonido envolvente no apetecía salir, al finalizar, del mágico espacio que se había creado. Sr John.
Fue imposible acceder a Thundercat hasta casi la mitad de su actuación en SonarDome. Suponemos que las críticas tan favorables de su último trabajo han dado unas alas muy merecidas al bajista norteamericano apadrinado por Flying Lotus. Si en lo musical su aproximación al jazz es inequívocamente acertada, lo más llamativo es su tino a la hora de interpretar falsetes. Mucho mejor que los dos tremendos solos que desarrolló hacia el final junto al batería, provocando una estampida de público considerable. Aun así, nos dejó un buen sabor de boca cerrando la tarde-noche y ya con un pie preparado para el cambio de ubicación a SonarNoche. Sr John.
“¡Falta la bola de espejos!”, suelta Sr. John cuando ve el montaje de Cerrone. Es todo bastante hortera; él tras la mesa, con el encargado de los audiovisuales, va lanzando sus éxitos de música disco (‘Love in C Minor’, ‘Look for Love’, etc.) en versión megamix, remezcladas con bien de bombo y zapatilla, mientras se suceden proyecciones de lo más anacrónico y kitsch. El Sónar Club adquiere aire de boîte decadente tardosetentera. Y sí, acaban apareciendo la imagen de una bola de espejos. Pero Cerrone no se quiere limitar a pinchar hits. También trae a una cantante, con un muy apropiado top de lamé dorado, para reforzar el show. Su solvente y clásica voz de diva disco ayuda a caldear aún más los ánimos, aunque a ratos es engullida por el chunda-chunda. Cerrone nos pincha ‘Don’t Stop til You Get Enough’ de Michael Jackson y ella entona una versión de ‘Teardrops’ de Womack & Womack (curiosamente, la segunda vez que cae en el Sónar, la anterior fue la de Roosevelt). Y así, hasta el cierre con ‘Supernature’, la sesión de Cerrone es una celebración hortera y desvergonzada de la música más intrascendente, esa creada con el único propósito de hacernos disfrutar. Y, sobre todo, bailar. Porque todo el Sónar acabamos agitándonos como posesos, a pesar del calor tropical. Mireia Pería
Carl Craig llevaba con la idea de aunar tecnología y música sinfónica unos cuantos años. Recientemente, su proyecto ha visto la luz en un álbum que fue interpretado en SonarLab junto a cinco músicos y el pianista Tristano. Ese giro que Craig ha dado hacia el entorno de las bandas sonoras, con visuales en blanco y negro, con un silencio inusual extraordinario por parte del público a medianoche y en el exterior, va a ser una experiencia de difícil borrado de nuestras retinas. Muy atrás nos tenemos que remontar, dentro de Sónar, para recordar un concierto de estas características, con piano sobre bases electrónicas, con arreglos de cuerda y viento. Podemos mencionar a Aufgang, y ya hace unos cuantos años de aquello. Es cierto que el pasado año James Blake se pudo aproximar a esto, pero la orquestación instrumental sin voces y la épica hasta este punto no son lo habitual en la programación de festivales. Chapeau por la propuesta y el riesgo de hora de programación. Sr John.
Francia volvía a ser protagonista de Sónar, tras la visita el año pasado de Jean Michel Jarre, con pesos pesados de la escena electrónica desembarcando en la jornada de despedida. No tenemos dudas para mojarnos tras sus llenos hasta la bandera. Justice quizá contaron con algo más de público, pero preferimos a Vitalic por varias razones:
1. A Justice les cuesta sacar discos, y eso a la hora de salir de gira se nota. Sobre todo si casi nada más empezar suena tu mayor éxito, ‘D.A.N.C.E.’.
2. A Vitalic no le importa entrar en terrenos como la disco-music en su último trabajo. Eso te permite que en plena actuación de beats a tutiplén sueltes un trallazo como ‘Waiting for the Stars’ y te quedes tan ricamente.
3. Vitalic hace honor a su nombre, sabe controlar los biorritmos, y el aspecto visual en su propuesta siempre ha tenido especial importancia, sabiendo sacar partido del “menos es más”.
4. Vitalic en otra gira reciente se permitió presentarse en formato banda, dando otro carácter, más atípico, a su espectáculo.
5. Vitalic nunca trató de imitar a Daft Punk, pero tampoco nunca les perdió de vista.
6. Vitalic sabe dar azotes a cascoporro cuando se pone a toda velocidad: las medias tintas no están hechas para él. Sr John.
El concierto del viernes de Anderson .Paak fue en realidad el entrenamiento previo a De la Soul porque, si esto fuera un concurso de agitación de masas, serían los grandes triunfadores. El concierto del legendario trío de hip-hop es todo un festival de animación y jolgorio desde el minuto cero. “Hands up!”, ¡esto es una fiesta! ¡Todo el mundo a divertirse! ¡Los de seguridad también! ¡Y los fotógrafos! POS y Jolicoeur les conminan a que paren de echar fotos y que se unan a la celebración. “Fuck work!”, espetan. Tienen un éxito parcial, pero yo sí que les hago caso, guardo el móvil y dejo de anotar nada. Además, me da miedo de que POS, que vigila mi sector, me eche una reprimenda si se da cuenta de que no estoy concentrada únicamente en divertirme a lo grande. Y así se lo pasan (y nos lo pasamos), en la hora que dura su set, entre hacernos agitar los brazos, determinar qué lado del aforo grita más y quién se lo está gozando mejor. De concierto, más bien poco, pero de juerga desbocada, mucha. Y, caray, cantar el “oh oh oh oh oh oh” de ‘Me, Myself and I’ era una de las cosas que más ilusión me hacían de todo este Sónar. Para rematar, cuando ya parecía que se largaban, cierran la celebración con ‘Ring Ring Ring’. “Hey, how ya doin’?”. Pues mucho mejor, gracias a vosotros. Mireia Pería
Foto C. Tangana: Alba Rupérez
Foto Sohn: Ariel Martini