Los dos últimos discos de Mishima me daban la sensación de ser acomodaticios. David Carabén se había ido construyendo un refugio calentito desde el que creaba su pop adulto de línea clara, confortable y costumbrista. Le salía solo, fácilmente, con una factura impecable. Pero esa misma facilidad hacía que no se arriesgara a ir más allá. Los discos de Mishima habían alcanzado una buena velocidad de crucero, pero la fórmula se me antojaba ya encorsetada; personalmente, echaba de menos su chispa.
Pues bien, en ‘Ara i res’ la ha recuperado. Parece que a David le haya picado un bicho, lo que le ha obligado a salir de su madriguera, ha respirado el aire frío y burbujeante de la mañana y se ha puesto las pilas. Mishima han facturado un disco breve, fresco y vital. Maduro, sí, pero también zumbón. Sin abandonar su sendero estilístico, ese clasicismo pop en el Carabén que ya tiene la mano rota, le han dado un aire expansivo. ¡Fuera el ensimismamiento! ‘Ara i res’ es un regreso al mejor estado de forma de la banda, el de ‘Set tota la vida’ y ‘Ordre i Aventura’. Si añoraba los hits e himnos de Mishima, aquí tengo los suficientes como para paliar la morriña. Lo que no ha variado demasiado es la temática de sus letras.
Carabén sigue siendo, junto a Lluís Gavaldà y Guillem Gispert, el gran cronista de la cotidianidad en catalán, cotidianidad cristalizada en canciones sencillas y de gran capacidad adhesiva gracias a sus melodías nítidas, enriquecidas con arreglos bonitos y discretos. David mueve su pluma entre la autoayuda con ambiente de western (‘S’haurà de fer de nit’) o el costumbrismo nostálgico (‘Posa’m més gin David’) pespunteado por una fina guitarra. También se enfunda su mejor disfraz de crápula socarrón para retratar relaciones disfuncionales a ritmo de vals en ‘Menteix la primavera’, una canción antiromántica que esconde pullitas y puñaladas bajo un manto de dulzura: “Que la meva única higiene/és per netejar-te la cartera.(…) Però jo ja t’ho vaig dir, jo no et vaig mentir: va ser la primavera”.
Hay destellos cristalinos a lo Housemartins en ‘Qui més estima’, una melodía fácil y directa, de enorme estribillo, rubricada con palmas y piano, que transpira euforia o pizpiretas historietas amorosas adornadas con mandolina y vientos (‘Jimi’). El corpus principal del álbum es tan encantador que es difícil no encontrarse paladeándolo mentalmente una y otra vez. El tramo final acumula las canciones más tristonas y se resiente un poco, aunque ‘Hasta que lo miras’, pequeña epopeya que ejerce de memorándum de la grabación del disco en Francia, recupera el pulso del disco. Mishima han abandonado el confort precisamente para volvernos a reconfortar.
Calificación: 7,5/10
Lo mejor: ‘S’haurà de fer de nit’, ‘Qui més estima’, ‘Menteix la primavera’, ‘Jimi’
Te gustará si te gusta: Renaldo & Clara, Els Pets, Manel
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