Como explicaba muy bien mi compañero Pablo N. Tocino en su crítica de ‘La llamada’, adaptación a la gran pantalla del musical del mismo título creado por los propios Javier Ambrossi y Javier Calvo, la canción del mismo nombre que Leiva ha prestado para la película tiene un papel muy singular en la película. Cierto es que, desde un punto de vista cinematográfico, es un momento como facilón, propio de un capítulo de ‘Anatomía de Grey’.
Sin embargo, cumple a la perfección el efecto que probablemente buscan Los Javis: ofrecer un punto de inflexión en la película, poner sintonía al nudo (tanto hipotético como «real» –me refiero al que tienen en el estómago–) que viven las protagonistas, previo al desenlace. Quizá por eso, desde que vi la película no dejo de pensar en ese momento y revivirlo escuchando de nuevo ‘La llamada’.
Y es que Leiva es un artista que, tras el fin del fenómeno Pereza, no ha parado de crecer comercialmente –discos como ‘Pólvora’ y ‘Monstruos’ han sido número 1 en nuestro país– pero también artísticamente. Si el hecho de que la mejor canción del último disco de Sabina –que, por cierto, también producía– fuera su dueto ‘Por delicadeza’ no era ya suficiente pista de su crecimiento, esta canción es un innegable y emocionado golpe en la mesa: sutil en sus preciosos arreglos de piano y esas cuerdas y flautas que remiten a ‘She’s Leaving Home’ y ’Strawberry Fields Forever’, la melodía de sus estrofas es un milagroso hallazgo digno del mejor Andrés Calamaro.
Su estribillo, aún contenido en las percusiones, resulta tan explosivo como fugaz, como si nos atravesara a nosotros ese rayo de pasión–llámalo lujuria, llámalo fe– que evoca la transformación de María, la protagonista del film. Como único pero, diríamos que su final instrumental extendido de más, repercute en el efecto emocional del tema, pues su letra, poética y cercana, es una de sus grandes bazas.