Benjamin Clementine es uno de los talentos más singulares de Reino Unido. Su dramática y excéntrica forma de cantar y sus canciones con estructuras extrañas pueden desconcertar al principio, pero los Mercury Prize vieron en él un talento importante cuando le entregaron su premio en 2015 por su notable debut y ‘I Tell a Fly’ viene a confirmarlo en forma de disco conceptual, en el que el inglés vuelve a hacer gala de su composición teatral y libre para contarnos la historia de un alien que visita la Tierra y bueno, con nuestro planeta tiene sus más y sus menos.
‘I Tell a Fly’ nace de una extraña frase que Clementine advirtió en su VISA americana. A un operario se le ocurrió escribir encima que es un “alien con habilidades extraordinarias” y Clementine cuenta que se quedó “diez minutos asombrado” cuando leyó esta frase, pero que luego la entendió. “Es verdad, soy un alien, soy un vagabundo”, explica. “En muchos lugares en los que he estado, he sido diferente”. Y lo ha sido sobre todo en Estados Unidos, donde compuso buena parte de este disco en medio de una turbulenta crisis social y política representada por la victoria de Donald Trump y el auge del racismo, donde se ha sentido efectivamente como un “alien que está de paso”, un observador en la sombra.
La estructura narrativa de ‘I Tell a Fly’ parece contarnos precisamente la visita de un alien de “Júpiter” a la Tierra desde que aterriza hasta que regresa a su planeta. A lo largo del disco un efecto de ondas electromagnéticas une una canción con otra, como si desde otro planeta alguien estuviese intentando comunicarse con Benjamin para oír su historia. En cuanto Clementine se despide de su planeta con la primera canción del disco, ‘Farewell Sonata’, se nos da la “bienvenida a la jungla” que es la Tierra, “donde las tensiones se amontonan, y los niños deben crecer lo más rápido posible”. La conclusión al principio del disco es clara: “un sitio menos seguro no es un sitio seguro en absoluto”, así que Clementine parte de nuevo, “a algún lugar de Inglaterra”.
Es esa sensación de alienación, de soledad -elegida- en el mundo la que mueve parte de la obra maestra de ‘I Tell a Fly’, ‘Phantom of Aleppoville’. Presentada con un videoclip impresionante, una obra de arte, “Aleppoville” es una composición épica, divida en varias secciones, que nos habla del bullying para relacionarlo con el sufrimiento de los niños durante la guerra (Clementine explica que es un sufrimiento incomprensible, imposible de “ver”, de ahí lo de “fantasma”). Al final de la canción, la víctima de la historia es perdonada por Clementine y, en un claro ejemplo de su lirismo excéntrico, el artista canta: “as the growing grows, let’s hope we’ll be able to handle”, no sin antes comparar la diferencia del amor y el odio con la del risotto y el pudín de arroz.
Como el disco anterior, ‘I Tell a Fly’ se sitúa en algún punto entre el glam-rock, el pop de cámara y la música neoclásica, aunque ahora sumando algún que otro guiño hip hop (la menor ‘Ode from Joyce’) y sobre todo el peso de un instrumento medieval como el clavicémbalo. Clementine maneja estas estructuras a su antojo, cambiando tempos y arreglos y añadiendo otros cuando le apetece, cuando no directamente apropiándose del “claro de luna” de Claude Debussy, que sirve de coda en la simpática ‘Paris con Blimey’, de manera muy poco aleatoria. Con él y con Satie se ha comparado a Clementine frecuentemente, a pesar de que él podría ser más bien un cruce entre Nina Simone y David Bowie, a quien recuerda en el cante dramático de ‘God Save the Jungle’ y la majestuosa ‘Better Sorry than Asafe’.
Como puede suceder tanto con Simone como con Bowie, el estilo de Clementine es difícil de descodificar (para que luego digan de Björk), pero las canciones revelan con las escuchas una poesía tan singular como emocionante. Es difícil no maravillarse ante el “welcome to the jungle, jungle, jungle!” final de ‘God Save the Jungle’, ante la trova bohemia de ‘Jupiter’ o con una balada tan pura como ‘Quintessence’, en la que Clementine reflexiona sobre las diferencias de privilegio en el mundo: “yo nací con una cuchara en la boca, pero otros crecen con una bala en las manos”. El músico lamenta entonces que “amor es todo lo que necesito dar, aunque él no haya sido bueno conmigo”.
‘I Tell a Fly’ cierra no con abatimiento sino con esperanza: en ‘Ave Dreamer’, Clementine revierte la mirada al oyente, al “soñador” y a quien expresa: “disculpa que interfiera con tu presencia, pero nos informan que existimos”. Clementine lo tiene claro: existir es un marrón, pero espera que los soñadores se “mantengan fuertes” ante los bárbaros que llegan. Así, el disco termina y abre otra puerta hacia el futuro. No será un futuro seguro ni mucho menos, pero cual alien que visita otro planeta, nunca se sabe lo que hay ahí fuera si uno no se arriesga. “Bon voyage”.
Calificación: 8,2/10
Lo mejor: ‘God Save the Jungle’, ‘Phantom of Aleppoville’, ‘Quintessence’, ‘Jupiter’
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