Las virtudes de la última entrega de Pixar, sin entrar a valorar las numerosas coincidencias con la producción de hace tres años de Guillermo del Toro ‘El libro de la vida’, son significativas. Por descontado las encontramos en lo técnico, pese a que esto empieza a no ser novedoso dada la enorme reputación que precede a la productora. Sin embargo sí son inéditos los lazos de hermandad con México, a la par que una maniobra inteligente si se calcula el número de espectadores que te aseguras. Igual de suspicaz que la ilustración Muerto Mouse del activista Lalo Alcaraz, que tumbó la iniciativa de Walt Disney Company de registrar y usar como título ‘El día de los muertos’, sirviéndole para incorporarse al proyecto como asesor. El mercado mejicano es un gigante con potencial: basta con echar un ojo, por ejemplo, en Spotify y ver dónde hay mayores escuchas de cualquier grupo o intérprete que se nos antoje. Y así son los récords en cifras de ‘Coco’, rondando ya solo en México los casi 22 millones de espectadores, siendo la película de animación más vista en el país azteca.
El diseño visual de la productora es incuestionable, alcanzando su cuota más alta en los primeros planos de uno de los personajes pilares: la bisabuela Coco, un estereotipo colindante con otro abuelo como fue Carl Fredricksen de ‘Up’. Además de repetir la fórmula «un niño y un anciano», llama la atención el paralelismo octogenario de ojos entornados, proporciones de cabeza y cuerpo, o el potenciamiento de lo gestual con silencios y diálogos cortos. Otro de los valores es la documentación sobre el día de muertos: lejos de parecer forzado por un elevado número de datos sobre la conmemoración, encajan perfectamente en el guión a través por ejemplo de un guiño bien ejecutado a las flores (Cempasúchil) que iluminan el camino de los muertos; los perros sin pelo mejicanos o de piel lisa (Xoloitzcuintle), cuya misión era guiar el alma de los fallecidos hacia su destino eterno; o acoplando en un papel accesorio y con fundamento mágico a los alebrijes, esos seres imaginarios que son la combinación de varios animales, sin tener nada que ver estos realmente con la efeméride del día de muertos.
Miguel es un niño que quiere ser músico con su familia en contra, un drama trillado ya hasta la saciedad en el cine, sin enumerar los casos similares en la pequeña pantalla gracias a la franquicia ‘Got Talent’, o puestos a ser más cercanos con el producto local, ‘Tú sí que vales’. Un escenario fácil de imaginar aquí copado por rancheras y música popular de mariachis, con referencias a Pedro Infante, Jorge Negrete o, por suerte y fortuna, a Chavela Vargas.
Haciendo uso del símil en tauromaquia, si a ‘Coco’ le quitamos el colorismo, la costumbre tan particular de recordar a los difuntos de los mejicanos, o el matriarcado de hasta hace un par de décadas típicos de México, Pixar esta vez pincha en hueso y falla en el intento, pues sus principales atractivos son los citados, están demasiado vistos o son anecdóticos: el número musical de una supuesta Frida Kahlo, las apariciones de Cantinflas y El Santo, la reflexión acerca de superar nuestras limitaciones, o el respeto y el homenaje a nuestros mayores. Pixar no llega a caer en la decepción pero sí va perdiendo emoción y magia. 6.