Me cae mal Belly. Hablo, por supuesto, a ese rapero canadiense de origen palestino que me lleva engañando de un tiempo a esta parte, poniéndome los dientes largos cada vez que uno ve un lanzamiento con ese nombre para encontrar hip pop de moda, cuando yo ansiaba algo nuevo del grupo formado por Tanya Donelly tras su paso por grupos como Throwing Muses o The Breeders. Unos Belly que fueron fagocitados por el fracaso comercial de ‘King’, un segundo disco que quedaba muy lejos de lo excelso de sus inicios –aunque, como luego veremos, no era ni mucho menos mediocre– y tras el que, de manera triste e inesperada, desaparecieron sin remisión hasta casi caer en el olvido… o casi.
Después de la anunciada reunión de hace un par de años, esta vez sí, el pasado viernes, tal y como venía anunciando Donelly en sus redes sociales, Belly publicaban una nueva canción. Se titula ‘Shiny One’ y es el primer adelanto de un nuevo disco titulado ‘Dove’ que verá la luz –autoeditado– el día 4 de mayo, nada menos que 23 años después que el último. La verdad es que la canción es, tristemente, algo decepcionante: un medio tiempo con cierto aroma AOR y una suerte de arreglos psicodélico-hindúes, a lo Kula Shaker, que en realidad solo tiene en común con la primera era del grupo que está interpretada por las mismas personas.
Sin embargo, el poco empaque de este adelanto no afecta al hecho de que algunos vivamos con cierta ilusión (y ahora también con poca esperanza) el regreso del que fue uno de los grupos más fascinantes de la primera oleada del pop alternativo. Su trayectoria, que duró poco menos de 5 años –desde el año 1991, cuando Donelly formó este grupo con los hermanos Tom y Chris Gorman y el bajista Fred Abong, hasta 1996, cuando se desbandaron sin remisión–, fue tan breve como hermosa, dejándonos un debut superlativo, ‘Star’, precedido de varios EPs maravillosos que conforman una de las colecciones de canciones más brillantes y personales de los 90.
Tras abandonar la primera formación de Throwing Muses, su mismo sello, 4AD, echó las redes de inmediato al nuevo grupo que formó Tanya poco después. La compañía británica se apresuró a lanzar en 1992 su EP debut, ‘Slow Dust’, 4 canciones (5, en realidad: el 10” incluía un reprise de ‘Dusted’) de chisporroteante energía electro-acústica a lo Pixies –las Muses se englobaron dentro de la misma escena de Boston en los últimos 80–, aunque con el punto fascinante que aportaban las voces delicadas y evocadoras de Tanya, tan magnética en trallazos como ‘Dusted’ y ‘Slow Dog’ como en cortes más misteriosos y oscuros como ‘Dancing Gold’ y ’Low Red Moon’ –una debilidad personal, una de las canciones de mi vida–. Una dualidad terrenal contra ensoñación que conformó la esencia del grupo en esa primera etapa.
El impacto fue importante y rápido para una época sin Internet –baste decir que en 1993 compartieron gira, de igual a igual, con Radiohead, y que The Cranberries fueron sus teloneros–, y poco después fue secundado por ‘Gepetto’, su segunda referencia. De nuevo, dos trallazos –el titular, a la postre uno de los grandes clásicos del grupo, y ‘Sexy S’, que como se sospechaba ocultaba a una Sadie, aunque distinta a la de los Beatles– respaldados por una revisión de ‘Hot Burrito #2’ de The Flying Burrito Brothers y la preciosa ‘Sweet Ride’, que no desentonaría en el repertorio de una Jeanette. Una nueva muestra de esa especial capacidad para promediar elegancia e ímpetu.
Al año siguiente, ‘Feed The Tree’ cerraba la inmaculada terna de EPs previa al álbum de debut, protagonizado por el que aún hoy sigue siendo el gran éxito del grupo –entró al top 40 en Reino Unido y estuvo nominado a dos Grammy– y que, además de una gran apropiación de ‘Trust In Me’, la canción de los hermanos Sherman que cantaba la serpiente Kaa en la primera adaptación de Disney de ‘El libro de la selva’, incluía la canción que daría nombre a su primer largo, la vibrante ‘Star’. El álbum así llamado incluía los más destacados temas de los EPs, regrabados y producidos por el veterano Gil Norton (Pixies, Foo Fighters), y elevaba la apuesta por ese pop rock alternativo con un punto melodramático e inquietante con maravillas como ‘Angel’, ‘Every Word’, ‘Full Moon, Empty Heart’, ‘Stay’ o ’White Belly’.
Este último fue el único corte del disco en que Donelly contó con uno de sus compañeros para la composición, el bajista Fred Abong. Paradójicamente, Abong dejó el grupo prácticamente cuando el disco veía la luz, y fue sustituido por la que es aún hoy miembro del grupo, Gail Greenwood. A ella, precisamente, que venía del panorama metalero, se le atribuye cierta rockerización en el sonido de Belly. Un giro que se plasmó en ‘King’, segundo disco del proyecto, que vería la luz en 1995: es cierto que en él se perdía ese halo de magia y misterio de la era ‘Star’ a cambio de cierto efectismo en algunos coros y una mayor presencia de guitarras eléctricas.
Diría que buena parte de la mala impresión que en su momento dio el disco es culpa de su primer single, ‘Super-Connected’, que en su momento sonaba algo populachero por su contundencia, pero que hoy resulta ultramagnético, especialmente ese prodigioso estribillo. Lo cierto es que ‘King’ es a todas luces un disco más flojo que ‘Star’, pero ni mucho menos despreciable: canciones como ‘Seal My Fate’, ‘Silverfish’, ‘Puberty’, ‘Judas My Heart’ o ‘Now They’ll Sleep’ presumen de una clase y personalidad que deberían envidiar la mayor parte de grupos de rock de la actualidad. En todo caso, las expectativas comerciales eran altas y, no cumpliéndolas, Donelly no tuvo paciencia para darle otra oportunidad al grupo y echó el cierre al proyecto.
Cuenta ahora Tanya que en todos estos años no sintió la necesidad de volver a Belly, aunque algunos nostálgicos de aquel impecable primer cuarteto de referencias –lo cual incluía sus maravillosos encartes, obra del equipo habitual de 4AD, v23– pedían su regreso. Sin embargo, en los últimos tiempos comenzó a añorar la sensación de estar en un grupo y, estando en sintonía con los hermanos Gorman y Greenwood, vieron que ahora sí era el momento. Asegura que, dado que están establecidos en distintas partes de Estados Unidos, ‘Dove’ se ha hecho compartiendo entre ellos ideas y fragmentos de composiciones, resultando el disco más colaborativo que hayan hecho nunca Belly. Lo cual, a tenor de ‘Shiny One’, no sabemos si será tan bueno como ella quiere ver. En mayo, casi un cuarto de siglo después, saldremos de dudas.