El pasado viernes 3 de noviembre actuaron en el Pop Bar de Razzmatazz La Costa Brava y unos cuantos amigos (Miqui Puig, Sidonie…) y yo fui amablemente invitada, con lo que mi idea era escribir un post al día siguiente contando cómo fue el concierto. Resulta que fue muy bien, pero me lo tuvieron que contar porque en la misma puerta del Razz decidí que me volvía a mi casa muy enfadada y con pocas ganas de volver a pisar esa sala gracias a los malos modales del personal que trabaja en ella. La situación, ridícula e innecesaria como ella solita, fue la siguiente.
Me bajé de un taxi en la puerta del Razz como a la 1.20, pregunté por la entrada de invitados y me dirigí hacia ella. Allí habían hecho un pasillito que empezaba en la misma puerta con unos tres metros de cinta y luego continuaba con vallas bastantes metros más, así que viendo que no había absolutamente nadie pasé por debajo de la cinta y me dispuse a dar mi nombre a la chica que había vigilando. Con muy malas formas, me dijo que eso que había hecho (pasar por debajo de la cinta) no se podía hacer y que me diera la vuelta, anduviese el pasillo hasta el principio y lo volviese a andar otra vez hasta la puerta. Yo pensaba que era una broma, y así se lo dije, algo que la cabreó aún más. Me repitió que estaba prohibido pasar por debajo de las cintas y que me fuera al principio del pasillo. Le dije que lo sentía, pero que no iba a hacer esa tontería cuando ya estaba en la puerta y no había nadie más, cuando salió otra chica, con idénticos buenos modales, y le dijo que me explicara por qué no se podía pasar bajo las cintas. La respuesta era que se me podía caer una de las patas que las sujetaban y denunciar a la sala por ello. Le dije que no me había pasado nada, que lo sentía mucho pero que no iba a volver al principio del pasillo cuando ya estaba ahí. Y nada, ella en sus trece diciendo que no me dejaba entrar.
Todo esto me pareció tan ridículo, tan humillante y tan gratuito que, viendo que no soy una quinceañera perdiendo el culo por entrar en una disco light con el carnet de mi hermana mayor, decidí que me iba a mi casa. Situación tan incómoda me hizo atar cabos sobre la amabilidad y eficiencia del personal de Razzamatazz; recordé cuando hace como un año me resbalé con un vaso de plástico del suelo a la salida del concierto de Goldfrapp, perdí el conocimiento y, cuando fue un amigo mío a pedirme agua a la barra, le dijeron de muy malos modos que nos largáramos y que si eso le pidiéramos ayuda a la ambulancia de la puerta. Eran las once de la noche y yo estaba completamente sobria; vamos, que no era una marrullera con un coma etílico. Al igual que tampoco era una macarra montando bronca y saltándome la cola de invitados el viernes pasado.
Si alguien acudió a este concierto, le invito a que haga su reseña en los comments ya que yo no tuve el placer de presenciarlo.