Sólo hay un lugar del mundo en el que merece la pena andar sin los cascos puestos, y es al salir de los Alphaville, en la calle Martín de los Heros, para escuchar lo que dice la gente de una película. «¡Qué neoyorquina!», «¡Puro Woody Allen!» o «¿Brooklyn o Manhattan?» eran algunos de los comentarios más repetidos después de ver ‘Una historia de Brooklyn’, en inglés ‘El calamar y la ballena’.
La película, dirigida por uno de los guionistas de ‘Life Aquatic’, Noah Baumbach, es una comedia ácida sobre un divorcio en los años 80. Los padres son un escritor fracasado y una escritora de éxito incipiente, lo que unido a las infidelidades y la seducción de amantes jovenzuelos (una de las protagonistas es Anna Paquin, la niña de ‘El Piano’), evoca evidentemente a Woody Allen.
La reacción de los hijos, un adolescente y un niño, ante los diversos amantes de sus padres, o la relación de ellos mismos en su clase, son el punto fuerte del guión. Ante lo erudito de su ambiente, no es de extrañar que el niño pequeño afirme que quiere ser un «filisteo»… Por el contrario, aunque la película es tan corta que se pasa volando y el rodaje en Súper 16, tan ochentero, le da bastante encanto; ninguna de las situaciones dramáticas o cómicas resultan inolvidables ni demasiado originales. Más bien estamos ante el típico film semi-indie en el que los actores, sobre todo Jeff Daniels y Laura Linney, pero también los niños, destacan por encima del conjunto. La banda sonora está compuesta por dos ex miembros de Luna, y si nos lee algún fan de Pink Floyd, tampoco debería perdérsela. 6.