Liza, you’re a good person

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Liza, you’re a good person

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Voy al servicio. En el baño de hombres una cola interminable. El de mujeres, vacío. ¿El mundo al revés? No, el intermedio del concierto que Liza Minnelli dio en Madrid el pasado domingo. Una cita que reunió en las gradas del Conde Duque a un público 200 por cien gay. Y no es un error de cálculo. Allí homosexuales éramos muchos, pero los que no, seguro que se cambiaron de bando al salir. Era previsible, ¿no?

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Así que para sorpresa de todos, engrosar la lista de afiliados al COGAM no fue lo único que consiguió la Minnelli en su visita a la capital. Ni mucho menos. La hija de Judy Garland y Vincent Minnelli cerró muchas bocas nada más salir al escenario. Sin ni siquiera decir una palabra, sin llegar a coger el micrófono, dejó mudos a los muchos que allí dudaban sobre la necesidad y sobre todo, la calidad de este regreso. Drogadicta, adicta a los matrimonios, alcohólica… para las estrellas el pasado nunca importa. Y Liza otra cosa no, pero ESTRELLA, un rato. Todo un ejemplo a seguir para los que gustamos de la mala vida.

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Vestida de blanco y negro, la cantante dedicó la primera parte de su recital a desgranar algunos temas del musical clásico de Hollywood (o si no lo eran, al menos lo parecían). Evidentemente, las que más fervor desataron fueron las canciones de ‘Cabaret’: ‘So What’, que aunque no era conocida aseguró “que formaba parte de la película”, ‘Maybe This Time’, sentada en una silla como una auténtica señorona, y ‘Cabaret’, que nos puso los pelos de punta por la similitud al número visto en el cine. Cabría pensar que con esto bastaba, que ya nos podíamos ir a casa tranquilos, pero después de esos 30 minutos de descanso llegó la segunda parte.

Estaba dedicada a Kay Thompson, quien fuera su madrina y a la que se refirió como «la mayor influencia» de su vida, ya que vivió con ella desde el momento en que murió Judy Garland, cuando Liza tenía 22 años, hasta su fallecimiento en 1998. Un homenaje alejado de las típicas baladas en el que interpretó con divertidas coreografías -y acompañada de los cuatro hermanos gemelos de Frank Sinatra en los 50- algunos temas que Thompson compuso para el cine en películas como ‘Cita en San Luis’. Entre canción y canción, como hizo antes del descanso, Liza se dedicó a explicar al público anécdotas de su vida relacionadas con el tema que iba a cantar. Como dando respuestas a la entrevista que nunca nadie le hizo. ‘New York, New York’, compuesto para ella por Fred Ebb y John Kander para el filme del mismo título de Martin Scorsese, fue el cierre previsto al recital.

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Y digo previsto porque tras casi 15 minutos largos de aplausos y gritos, la Minnelli no tuvo más remedio que salir a cantar otra canción a pesar de que los de la organización habían dado luces en el patio y puesto música de “váyanse, señores, váyanse”. Emocionada, preguntó qué queríamos oír. La gente le pidió ‘Money Money’, pero no debió enterarse y decidió cantar algo de amor que no era muy conocido. Más aplausos y adiós para siempre.

Al salir, recordé que muchos se rieron cuando les dije que iba a comprar entradas para ver a Liza. “Menuda mariconada”, pensarían. Pues sí. Eso era lo que esperaba, una mariconada, una parada más en la peregrinación anual por los conciertos de las divas gays del momento. Vamos, un concierto de Raphael. ¡Qué equivocados! Aquello no fue cursilada ni nostalgia. Tampoco el fervor ciego de un talifán (porque no lo soy). Lo de aquella noche fue, simplemente, una auténtica y sorprendente obra maestra.

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