Diario de una ninfómana

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Diario de una ninfómana

Hace unos días, estando en casa de unas amigas con ganas de salir pero con poco dinero de por medio, decidimos ir al cine como terapia de choque, a ver ‘Diario de una ninfómana’. Digo terapia de choque porque a estas alturas una ya ha tenido la genial idea de empezar el nuevo curso con ganas de comerse el mundo y a los cinco días se da cuenta de que está harta. Seis amigas, dispuestas a apuntar nuevas posturas y nuevas formas de relación influidas por un título llamativo y una polémica, surgida a raíz de la censura del cartel del filme. Al final, completamente embriagadas por esa sensación de feminismo revolucionario, alguna planteó quemar sujetadores, pero al final todo se quedó en agua de borrajas.

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Ahí estaba el primer error, la película no es tanto ni tan poco, y es bastante más light que ‘Melissa P’. Pero claro, cuando una lee el libro, ya tiene en su mente varias escenas que la mente crea con mucha imaginación y que el objetivo esquematiza, quitándoles toda la gracia. Todas quisimos ser por un momento la actriz, Belén Fabra, y más de una ya se imaginaba en una apasionada escena con Sbaraglia; hasta que ves lo feo que sale y el mal genio que tiene, que te dan ganas de salir del cine y linchar a más de uno.

Con respecto a la película en sí, el inicio es prometedor. Los primeros 10 minutos te hacen parecer una mojigata en temas sexuales, luego llega el momento de la risita ingenua que te hace mirar a tus amigas y dudar de quién ha hecho tal cosa, quién ha probado esto o lo otro y plantearte la duda de “no sabía yo que una botella podía dar tanto uso”. El resto del panorama del cine se complementaba con parejas en busca de nuevas experiencias, solteras de oro queriendo ser Carrie Bradshaw e ir de listillas y hombres que buscan la respuesta en la ficción de una pantalla.

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Las actuaciones tampoco son de nota. Llum Barrera haciendo de amiga fea que aconseja a la guapa; Geraldine Chaplin, que te hace querer tenerla de abuela maja con la que hablas de sexo; Belén Fabra que sí da el pego de prostituta de lujo; Sbaraglia al que ya no queda nada del sex-appeal de ‘Carmen’ y Ángela Molina con un estilo Cruela de Vil que no le pega nada.

Por eso cuando uno termina de ver la película se queda con varias dudas sobre cuál es la moraleja final, si la de vivir a gusto, la de un gustito para vivir o la de hacerse la calle para poder llegar a final de mes con estos tiempos que corren. Si os decidís a ir, absteneos en caso de estar en plena época de sequía. ¡Ah! y atención a la escena final de después de los créditos… ¿tenían que rellenarlo por obligación o es que el pobre muchacho es el hijo del productor y quería tener una frase en la película para alardear? 3,5

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