Los que buscaran en ‘Hoy quiero confesar’ una miniserie digna sobre uno de los personajes claves del folclore español, en este caso Isabel Pantoja, se han llevado exactamente la misma decepción (o mayor) que en el de los biopics de Marisol y Raphael. Sin embargo, los que somos fans del fenómeno fan nos encontramos después y por sorpresa con un auténtico festín en el documental emitido a su término, ‘Locos por la Pantoja’. Señoras de setenta años corriendo por estaciones para conocer a su «ídola» y chicas que se tatúan signos encontrados en vinilos perdidos décadas atrás nos han recordado que Gabi y Juan Paparazzi no han inventado nada en esto del fanatismo.
La miniserie es para olvidar a pesar de la corrección de la actriz protagonista, Belén López. No se permite el uso del nombre de «Isabel» y todo el desarrollo de la serie es un coitus interruptus similar. Cada episodio en la vida de la Pantoja se resuelve en segundos. Cuando has identificado a Solano ya estás viendo a un Paquirri que no sabes si está divorciado o no. Cuando estás intentando reconocer a Carmina, que apenas aparece tocándose el pelo un par de veces y ya, Paquirri está muerto. ¿Volveremos a ver a Encarna más de un minuto en el desenlace? ¿Aparecerá siquiera María del Monte o no habrá tiempo para ella? Completamente olvidable e innecesaria, al margen de los errores en el repertorio que ya apuntan en el blog de copla Ay Mari Cruz (¿no había permisos para más o despropósito absoluto?), la serie es indigna de la historia que hay detrás y, sobre todo, no muestra absolutamente nada del mundo interior de su protagonista.
‘Locos por la Pantoja’, al menos, es ese tipo de programas de «late-night» que engancha desde los créditos de la serie precedente, lo cual tiene su arte. Quieres quitarlo pero no puedes. Aparece Falete prácticamente convertido en mujer diciendo que Isabel Pantoja es a España como Tina Turner a América «o más». Aparece Isabel cantando ‘Así fue’ en una fiesta de su club de fans. Aparecen señoras defendiendo a su ídolo de comparaciones con Rocío Jurado (ríete tú de las guerras entre los fans de Lady Gaga y Britney) y señoras que amenazan con retorcer pescuezos a quien se meta con la Pantoja. Aparecen periodistas que tienen miedo de las señoras que defienden a Isabel si son «cien» o así. Y aparece de soslayo, como siempre, en la sombra, María Navarro, la Liz Rosenberg española, aunque en este caso desempeñando una función algo más siniestra, única sombra en un documental con tanto de promocional (menudo lavado de cara) como de hilarante y emocionante. ¿Qué mueve a un adulto a coger coches y aviones para conocer a su artista favorita? ¿Es amor por la música o hay algo más?
Si esto fuera Estados Unidos, el Billboard informaría la semana que viene de una subida de un 500% en el número de copias vendidas de ‘Marinero de luces’ con respecto a la semana pasada, pero como esto es España, nadie reparará en ello tanto si esto se produce como si no y el mundo seguirá su curso, los unos pendientes de la respuesta de ‘Sálvame’, los otros ajenos a la fascinante supervivencia de la copla en el siglo XXI, sin siquiera plantearse si Isabel Pantoja merecía su Premio de la Música o no.