El decálogo indie, con axiomas como «el primero era mejor» o «ahora son mainstream y ya no molan», viene de perlas para describir la actitud con la que se recibió a ‘The Suburbs’, el último disco de Arcade Fire. Ni tan decepcionante ni tan aburrido como lo pintaban en un principio, el último trabajo de la banda canadiense ha servido para que suban un peldaño más en su popularidad y para que un concierto suyo en una ciudad pequeña como Bilbao, impensable hasta hace poco, fuese rentable. Aunque días antes se comentaba que no se habían agotado las 7.000 localidades que salieron a la venta, cuesta bastante imaginar que el miércoles hubiese cabido más gente en la explanada del Guggenheim.
Tras la decepción de su último concierto en Madrid, con un sonido lamentable que hacía imposible saber qué era lo que estaban cantando, parece que, al menos en las primeras filas, el concierto en Bilbao supuso un avance considerable en ese sentido y la banda de Win Butler dio un espectáculo solvente y divertido a partes iguales. Es imposible no disfrutar viendo lo bien que se lo pasan en el escenario, el trajín que se traen intercambiándose los instrumentos y esa falta de carisma y salero que, al menos en el caso de Régine Chassagne, se convierte en un punto a favor. Butler, al que Dios no dotó con una gran presencia en el escenario, es lo suficientemente listo como para darse cuenta de ello y dejar que sus compañeros de grupo estén con él en primera fila.
Obviando que ‘Sprawl II’ quizás no sea la mejor opción para cerrar, nada malo se puede decir del setlist. El comienzo con ‘Ready to Start’ seguido de ‘Keep The Car Running’, ‘Neighborhood #2’ y ‘No Cars Go’ fue más que suficiente para que el público entrase en el concierto de lleno y aquello se convirtiese en una fiesta. Es más, hasta ‘Haïti’ fue bastante celebrada y, cosa extraña en Bilbao, la gente cantó la canción entera en un inglés/francés bastante digno. Lo mejor, sin duda, el ‘Month of May’ (para mí un tema que no desentonaría en el repertorio de Meat Loaf), al que le siguió un ‘Rebellion (Lies)’ coreado de principio a fin.
Mención aparte merecen las proyecciones. Con un comienzo a lo grindhouse mezclado con ‘The Warriors’, probablemente la mejor película de Walter Hill y una de mis preferidas, pocos grupos pueden presumir hoy en día de unos visuales así. Lejos de apabullar y destacar por encima de la música, acompañan perfectamente al grupo consiguiendo crear momentos íntimos o de júbilo en función de las necesidades del repertorio. Las comparaciones siempre son odiosas pero teniendo tan reciente lo de Coldplay y Thirty Seconds to Mars en este caso son innecesarias.
Puede que Arcade Fire acaben siendo, si no lo son ya, uno grupo llena estadios; puede que incluso eso sea lo que ellos quieran con tanto «ohhhh» en sus canciones pero lo que está claro es que lo están consiguiendo a base de respetar la inteligencia del público, de disfrutar en el escenario y con una actitud ciertamente «humilde» que hoy en día es bastante de agradecer.