‘Los miserables’, justo lo que queríamos

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‘Los miserables’, justo lo que queríamos

Que nadie espere milagros. Especialmente aquellos que presumen, como si hubiera motivo, de no haber sido nunca grandes amantes del género musical en el cine. Una legión de espectadores capaz de poner títulos como ‘Cabaret’ y ‘All That Jazz’ a la misma altura que la trilogía ‘High School Musical’ a la que, por fortuna, Tom Hopper no hace ni una concesión en esta ambiciosa versión fílmica.

Y es que ‘Los Miserables’ en el cine es lo que siempre ha sido. Más grande y realista, que para eso la limitación del espacio escénico del teatro desaparece, y con algún pequeño cambio en el orden de las canciones para mantener el ritmo del relato. Pero en el fondo, lo mismo. Una apuesta arriesgada que los fans de este musical, estrenado en Londres en 1985, agradecemos por permitirnos por una vez ver cómo tienen que ser los demás los que se adapten, y no al revés, a lo que siempre nos ha parecido perfecto.

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Por eso no serán pocos los que salgan echando pestes de la sala después de haber asistido durante casi tres horas a este espectáculo al que es recomendable no llegar demasiado virgen o, por lo menos, consciente de lo que supone una propuesta más cercana a la ópera clásica que al típico musical moderno.

Porque aquí los personajes no intercalan canciones entre diálogos, sino que todo, absolutamente todo, está musicado. Una característica que hubiera resultado artificial en pantalla pero que, gracias a la decisión de grabar en directo las voces de los actores cantando, ha ganado en naturalidad y, sobre todo, en emoción. De hecho, el mayor logro de Hopper ha sido conseguir aunar sin fallar la espectacularidad del medio cinematográfico con la intimidad que proporciona lo puramente teatral.

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Algo que es perfectamente comprobable cuando Anne Hathaway canta ‘I Dreamed A Dream’ y sentimos que la escuchamos por primera vez. Todo gracias a la decisión de mantener a la actriz en un primerísimo primer plano secuencia durante la canción invitándonos a llorar con ella, sin barreras, como si nos hubieran dejado levantarnos de la butaca, subir al escenario y sentarnos a su lado para consolarla. Nunca habíamos estado tan cerca.

Un recurso que el director, por cierto, repite al menos una vez con cada personaje y, por ende, acaba cansando en su reiteración. Algún fallo había que sacarle a la película. Pero no por eso resultan menos espectaculares las interpretaciones de todo el reparto, empezando por Hugh Jackman, del que ya sabíamos que iba a dar la talla como Jean Valjean, y terminando por Russell Crowe, que consigue que el timbre de su voz te haga olvidar que no tiene la potencia requerida para un personaje como Javert.

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Del resto, confirmar que Samantha Banks es toda una revelación como Eponine, mientras que a Eddie Redmayne y Amanda Seyfried no les sienta especialmente bien la cursilería obligada de Marius y Cossette (la escena de la reja cantando ‘A Heart Full Of Love’, mariposas incluidas, tiene delito). Por su parte, Helena Bonham Carter y Sacha Baron Cohen demuestran lo que ya sabíamos: aunque desagradables, interpretar al matrimonio Thénardier sigue siendo muy agradecido. Especialmente cuando es Paco Delgado el encargado de vestirte con toda clase de harapos.

Si después de todo esto sigues sin tener claro si debes ir a ver ‘Los Miserables’, decirte que yo habría salido contento aunque la pantalla hubiera estado toda la proyección en negro. ¿Esto es bueno o esto es malo? Pues eso. 8.

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