‘Gi Joe: la venganza’, una de juguetes rotos

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‘Gi Joe: la venganza’, una de juguetes rotos

No le busques tres pies al gato porque no están las cosas como para perder el tiempo en tonterías. De una película llamada ‘Gi Joe: la venganza’ no se puede esperar otra cosa que acción apta para todos los públicos, especialmente para aquellos que el cine es sólo una plana excusa para comer a puñados palomitas de un cubo XXXL esperando la siguiente frase ingeniosa de su héroe de turno.

No pasa nada, todos necesitamos un blockbuster palomitero de vez en cuando. El problema es que la segunda incursión cinematográfica de la famosa saga de juguetes bélicos de Hasbro pasa de todo y pone el piloto automático sabiendo que les basta tener a Bruce Willis en el cartel, aunque salga diez minutos en total, para atraer al público a las salas.

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Pero a diferencia de la mayoría de filmes de acción en los que participa este actor, tipo ‘La jungla de cristal’, títulos en los que el carisma de su héroe principal maquillaba otros defectos de forma, en esta secuela de ‘Gi Joe’ no hay nadie digno de recordar cuando llegan los títulos de crédito. Willis es casi invisible y en el resto del reparto resulta imposible encontrar a los nuevos Stallone, Chuck Norris, Van Damme o Steven Seagal. Nada. ¿De verdad cuesta tanto encontrar sustituto a los duros de los ochenta o es nuestra nostalgia la que se niega a aceptar nuevos reyes del género?

En cualquier caso dudo mucho que esta película vaya a captar nuevos adeptos a la causa de la acción blanca para niños, ni despertará la simpatía de aquellos que coleccionábamos los cromos Gi Joe que regalaban en los chicles con la esperanza de completar el álbum para ganar un muñeco. Tampoco creo que esa sea su intención. Y es que ‘Gi Joe: la venganza’ gustará a los que se conforman con cinco minutos de acción trepidante (hay una pelea en los precipicios de unas montañas nevadas bastante bien resuelta) dentro de un metraje de hora y media, a los que un chiste bueno les hace olvidar líneas y líneas de diálogo sonrojante, a los que se sonríen cuando una actriz aparece en sujetador y, por supuesto, a los que las películas de Tarantino les parecen tan largas como sangrientas. 2.

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