We Are Standard: «Joe Strummer podía haber sido lehendakari»

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We Are Standard: «Joe Strummer podía haber sido lehendakari»

Cinco años después de la publicación de ‘We Are Standard’ (2008), su último LP de estudio, la banda de Getxo lanza ‘Day’, un álbum influido por los sonidos de aquel Manchester de principios de los 90 y del espíritu hedonista y unificador de las raves. Y es que pasarlo bien forma parte del sentido del grupo: tal y como nos dirá Deu Txakartegi, cantante y showman, el objetivo de WAS -con este acrónimo se han rebautizado- es que la gente se evada y disfrute.

El buen rollo no es impostado. El día de perros que hace fuera, lo poco evocador del ambiente (un rincón de paredes blancas en las oficinas de Mushroom Pillow, con una mesa y dos sillas plegables blancas también), y el tener que esperar a que la anterior entrevista acabe -cosas de las jornadas promocionales- no facilitan las confidencias, pero desde un primer momento la conversación con Deu fluye más allá de las preguntas apuntadas en un folio y se extiende durante una hora sin que nadie (los otros miembros de la banda que vienen y van, la gente de la discográfica) muestre el menor signo de tener prisa.

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En esa hora de conversación (a la que habría que añadir la post-entrevista con Deu contando lo poco que espera ya de Stone Roses y Primal Scream) dará tiempo a reivindicar los discos de pocas canciones, las buenas producciones, el rock radical vasco, cambiar los vinilos haciendo fade out y el día en que Crystal Fighters visitaron una casa okupa para aprender a tocar la txalaparta.

¿Sois profetas en vuestra tierra?
Sí. Hay mucha gente que piensa que triunfamos en el extranjero… No, eso no es verdad. Hemos salido, hemos hecho bolos fuera, algunas giras… Se han publicado los discos en varios países, pero eso no significa que hayamos triunfado fuera; de hecho, si triunfar es caché, como aquí no lo tenemos en ningún lado. Cuando empiezas en un país, empiezas de cero, y hace falta mogollón de tiempo, mogollón de inversión para meterse ahí.

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Teniendo en cuenta que hace cinco años de vuestro último LP de estudio, habéis seguido vigentes. Parece mentira que haya pasado tanto tiempo.
El EP [‘Great State‘, de 2011] para nosotros no era un EP, sino un disco de cinco temas. Pretendíamos un cambio y pensábamos que lo mejor para presentar ese cambio era hacer un disco un poco más conciso, de aperitivo: “ve probando esto porque es hacia donde queremos ir”. Un disco bisagra. En España los EP e incluso los singles son despreciados, muchas críticas decían que “los cinco temas están bien, pero ya veremos el disco”. ¡Y no había disco por ningún lado!

Pero hay un tema del EP que aparece en ‘Day’, ’07:45 Bring me back home’.
Sí, porque creemos que había sido maltratado. Parece que si estaba en un EP era como si fuera una cara B. En vez de sacar un disco de diez, nueve temas, hicimos uno de cinco. ¿Por qué tienen que ser los discos todos de diez? Hay discos dobles que molan y hay discos de siete temas que molan, o singles… Hoy en día, con la manera en que escucha la gente la música, ¿quién cojones se pone un disco de arriba a abajo? Nadie. No tiene sentido hacer un álbum superlargo, a no ser que vayas a por el disco-concepto de los 70, que haya una historia y que sea casi como una ópera. Hoy la gente escucha canciones, o la mitad de ellas, y la gente paga por temas. Hay que meter los que estés superseguro de que van a ir. Lo demás es morralla, lleva a una información errónea y juega en contra tuya. Es como si te bajara la media.

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‘Day’ suena muy compacto, con nueve temas.
Sí, a partir del segundo disco hicimos un juramento de no sacar nada que no esté medio bien; un tema del que dudemos no va a salir. Si no va a aportar nada es mejor que no salga, estás bajando tu media. Si tienes un tema de nueve y uno de seis, la media baja. A veces es mejor sacar pocas cosas pero buenas. A la gente no le interesa el resto, no quiere escucharlo, no quiere perder el tiempo.

A veces la gente dice que un disco es muy bueno pero solo porque las cuatro primeras canciones son las buenas y te preguntas, “¿habéis escuchado el resto?”.
Desde que se inventó el CD y puedes pasar cada tema, el rollo cambió. Pero ahora con los mp3 parece que tuvieran menos valor aún… Sabemos lo que cuesta un CD, no vamos a engañar a la gente. No es como un vinilo, que da mucho más valor y hay una relación más física, importa si lo limpias o no, cómo pones la aguja, el plato… La gente de vinilos sí que tiene ese respeto, yo mismo: cuando escucho vinilo soy superrespetuoso, soy incapaz de cortar un tema a la mitad. Si tengo que hacerlo, lo hago con cuidado, hago un fade out [risas].

No se valora igual la música con el mp3.
No se valora, la gente no sabe lo que cuesta. Nadie sabe todo el trabajo que hay detrás de un disco.

Además, ahora que puedes grabarte un disco en tu local de ensayo con cuatro cosas… Pero no suena igual que grabado en estudio.
Pero la mayoría de la gente no lo diferencia.

Yo creo que sí, aunque quizá no conscientemente. Hay discos en los que sabes que se escucha todo pero falta, digamos, la “magia”.
En España no hay mucha cultura de la producción. No había productores sino más bien ingenieros de sonido. Cuando fuimos a Londres a grabar con Andy [Gill, guitarrista de Gang of Four y productor de, entre otros, Red Hot Chili Peppers, The Jesus Lizard o The Futureheads] nos dimos cuenta de lo que es un productor fuera de España. Es igual de responsable o más del resultado final de un disco, y el ejemplo más claro es Primal Scream, que con cada productor que tiene sale un disco diferente, y se les acusa muchas veces de eso. Pero yo creo que es algo positivo.

En esta ocasión habéis trabajado con Eric Broucek, productor de LCD Soundsystem, entre otros, aunque el disco lo ha producido…
Lo ha producido Jon [Aguirrezabalaga, guitarra de la banda], que es un portento en muchas cosas y la producción es una de ellas. Es el mejor productor que podíamos tener, alguien de dentro que nos entiende a la perfección. La producción es la diferencia entre que un tema suene grande o no, y el único objetivo de bastantes temas es que sean grandes, que suene a canción que te eleva, te sugiere y sugestiona hacia arriba. Creemos en la capacidad curativa y de sugestión de la música, la capacidad de ayudar a la gente, e intentamos hacer música para que la gente sea mejor. Intentamos que, en este caso, se evada con el disco. Son unos años muy complicados, parece que no hay futuro, cada vez va a peor y la gente necesita cosas a las que agarrarse y den sentido a su vida más allá de las malas noticias, porque solo hay malas noticias últimamente.

¿Impone trabajar con alguien de DFA?
Él hizo la mezcla. Al principio impone, pero tampoco. Una de las cosas que aprendimos cuando fuimos a trabajar con Andy es que no somos ni mejores ni peores. Andy en muchas cosas tenía vacíos o huecos, había cosas en que éramos mejores que él. Para nosotros era ¡el guitarrista de Gang of Four!, también productor de sus discos y al principio sí que tuvimos ese rollo respetuoso. A veces está bien tener la visión de alguien de fuera, porque componemos los cuatro y llega un momento en que pierdes la perspectiva y no ves otras posibilidades. Cuando tú escuchas algo de alguien tienes una rápida impresión de lo que es para ti, cómo podías mejorarlo… Creemos que es algo positivo, por eso el proceso no ha sido solo nosotros todo el tiempo, es bueno que alguien de fuera vea lo que nos puede ayudar y unificar. Eric mezcló los temas e hizo alguna pequeña posproducción, si buscaba algo grave para la mezcla y el sinte que le habíamos pasado no era lo suficientemente grave… Queríamos que unificara los temas.

Hablando de unificar los temas, ‘The Way of Gold’ y ‘White Room’, dentro de que suenan coherentes, parecen diferentes al resto, más del rollo que teníais antes. ¿Eran canciones que teníais guardadas o habéis compuesto todos los temas en el mismo momento?
El único tema que no teníamos en maqueta cuando entramos a grabar era ‘Can I Count On You’, el single, el único que ha entrado a última hora. No prefijamos un objetivo antes de hacer los temas, vamos llevando ideas, maquetas, con mayor o menor nivel de acabado. Luego hacemos una criba. ‘White Room’ es uno de los temas más distintos que hemos hecho nunca en realidad, tiene un tempo como de bajón, casi oscuro, amenazante. ‘The Way of Gold’ es casi una improvisación en el estudio, Jon tenía hecho el ritmo [se pone a imitar la batería], metimos un bajo y salió el riff. Luego surgió una guitarra y Willy metió el piano de rollo house, el tema es muy de garaje y el piano le da un punto casi house ochentero… Queríamos un equilibrio entre temas que pudieran ser bailables o tuvieran un componente más electrónico con temas para escuchar un martes por la tarde en el sofá de tu casa.

‘Days’ tiene mucho potencial para los remixes. ¿Os lo habéis planteado?
Siempre lo hemos hecho en todos los discos, aprendemos un montón de las remezclas. Hay una remezcla que la tocamos en directo en lugar del tema original. Estamos en ello.

O sea que es posible que salga un disco de remezclas.
Sí.

Los grupos que han salido de vuestra área de influencia, como vosotros, Delorean, Crystal Fighters…
Que Crystal Fighters son navarros es la gran mentira, la historia es que el abuelo de uno o de una era vasco, era músico y encontraron unas partituras suyas, el tío hizo una ópera. Eso es lo que tienen que ver con el País Vasco. Sé que han venido: un día me llamó un colega y me dice “hay un grupo aquí en el gaztetxe de Sopelana”. Un gaztetxe es una casa okupa, el rollo autogesionado, de donde salió el rock radical vasco. Y me llama un colega del ambiente y me dice “son ingleses y han venido a aprender txalaparta. Igual conoces: Crystal Fighters” y yo: «hostia, claro que los conozco». Me dice “están en casa de un colega en Berango, un pueblo, y han venido a aprender txalaparta”. En algún sitio vieron lo de la txalaparta, les moló el rollo y en el primer disco salen ellos tocando txalaparta. Es un instrumento que son como tablones y tienes unos mazos que los vas dejando caer para tocar las notas. Se toca entre dos personas. Pues estos, en lugar de dejar caer los palos, los tocaban como si fueran baquetas [risas]. Les parece exótico, a todos nos los parece. Colaboraron con un grupo de txalaparta que se llama Oreka TX, son como lo más innovador en Euskadi. Nosotros somos bastante fans de ese grupo y nos los hemos encontrado alguna vez, nos hemos dicho de quedar y hacer algo, y estuvieron a punto de hacer algo con nosotros.

¿Seguís con la intención de hacer algo en el futuro?
Sí, porque txalaparta y electrónica están cerca, además es algo espectacular ver a dos tíos tocando dos maderas.

Hay varias escenas, el rock radical, el pop de San Sebastián, y luego aparecéis vosotros y Delorean que hacéis música bailable, cantáis en inglés y sois los que más habéis trascendido las fronteras. Por eso os preguntaba antes si os sentís profetas en vuestra tierra.
Nosotros hacemos una broma con la etiqueta de Motown, “the sound of young America”, y decimos “the sound of young Euskadi”. A ver, a mí me flipa el rock radical vasco. Es la música con la que crecí, con once años, Kortatu, La Polla Records, Cicatriz, Eskorbuto… ¡Era la hostia! Supercercano. Además, en esa edad, que te gusta la música más fuerte, escuchas heavy, Metallica, Nirvana… Y luego con la edad te vas suavizando y buscando otras cosas. Nosotros también.

¿Cuándo cambiaste hacia otro tipo de música?
El ‘London Calling’ de The Clash, me hizo como “click”, aquí está esta banda adorada por el rock radical vasco, Kortatu hacía una versión de The Clash, Joe Strummer podía haber sido lehendakari de haber querido. Empecé a escuchar el primer disco [canta “London’s burning”], o ‘White Riot’, es puro rock radical vasco, lo escucho y suena a Euskadi. De repente llegué a ‘London Calling’ y… ¿Qué es? Es reggae, también tiene un rollo como rock’n’roll, cincuentero… A partir de ahí se me abrieron un montón de cosas. Con el “Getxo Sound” también, desde luego. Y con el noise, Pavement, Sonic Youth, The Pixies… Tenía ese componente rock y punk pero era más sugerente. Eso fue en el 92 o así. Yo empecé la universidad en el 94, en Pamplona, llegamos y había bandas guapas, la gente de El Columpio Asesino ya estaba empezando, Marcos el guitarra iba con Willy [batería de WAS] a la universidad… Yo siempre he tocado con Willy, en los tres grupos que he tenido. En el primero hacíamos versiones de la Velvet, Spacemen 3, Yo La Tengo, Nada Surf, había algún temilla nuestro… Tenía un colega que era de Bilbao y me empezó a pasar discos de Laurent Garnier y todo eso. Escuchaba algo de house, además habían empezado los Chemical Brothers, que mezclaba electrónica con rock, y sobre todo Death in Vegas, un grupo que nos marcó mogollón. Con el siguiente grupo que tuvimos, en Pamplona, que solo duró un año y dimos un concierto, hicimos tres temas que mezclaban samplers, máquinas, sintes, bases electrónicas con batería, bajo y guitarra. Esos han sido los tres cambios.

El rollo house tiene que ver con lo que estáis haciendo ahora.
Sí, últimamente. Los otros discos eran un poco más electro, más rollo DFA y !!!. Para el EP nos habíamos cansado un poco del bombo a 230 bpm, no nos daba oportunidad para que los temas tuvieran una mayor calidad… musical, no nos permitía seguir adelante, con esos tempos tan exigentes a nivel de ritmo, nuestra única obsesión era el ritmo, las dos baterías. Era un callejón sin salida, no podíamos hacer tantas variaciones en el ritmo como variaciones en la música. Volvimos a los orígenes, de Stone Roses, ‘Screamadelica’, el rollo Manchester, más house.

We Are Standard actúan el 12 de abril en Noboo (Tudela), el 13 de abril en Razzmatazz (Barcelona), el 19 de abril en Jimmy Jazz (Vitoria), el 20 de abril en Sonora (Bilbao), el 26 de abril en Penélope (Madrid) y el 27 de abril en Bataplan (Donosti). Su gira continuará en los meses posteriores. Más información en su web.

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