Dime cómo te peinas y te diré cómo diriges. Algo así podríamos aplicarlo a Michael Bay, un clásico del blockbuster sin sustancia que por fin, parece, ha encontrado un cine acorde a ese estilismo roquero californiano rollo Bon Jovi que tanto le caracteriza. Un look que venía muy bien para rodar títulos como ‘Transformers’, ‘La roca’ o ‘Armageddon’ y que podría servir de explicación al fracaso que supuso aquel intento de repetir el éxito de ‘Titanic’ llamado ‘Pearl Harbor’.
¿Significa esto que alguien estancado, por dentro y por fuera, en la estética ‘Los vigilantes de la playa’ está condenado al ninguneo de la crítica? Ni mucho menos. Porque a Bay lo que le hacía falta es encontrar una historia que le permitiera reivindicar sus influencias noventeras repletas de biquinis, piel y flúor. Algo como, por ejemplo, ‘Dolor y dinero’, estupenda, irónica y bastante negra comedia de acción, perfecta para despedir el verano.
Y es que ahora que los gimnasios comienzan a llenarse de insensatos con ganas de quitarse de encima los michelines vacacionales, sienta la mar de bien poder reírse de esas criaturas que, con más músculo que cerebro, rinden culto al cuerpo por encima de todo. Gente como el protagonista de este filme, un entrenador personal con ganas de medrar sin esfuerzo que encuentra en uno de sus ricos clientes el objeto para una estafa perfecta que le permita retirarse de la mala vida.
Arranca así esta historia basada en hechos reales ambientada, como no podría ser de otra forma, en Miami, escenario ideal para la puesta en escena de una película que, según va avanzando y liándose, se convierte en algo así como la hija imperfecta de las filmografías de Danny Boyle y los hermanos Coen. Un divertimento violento con réplicas para copiar, en el que brilla, por encima de todos, Mark Wahlberg con un papel escrito a su medida.
Los fans del Michael Bay, que los hay, se quedarán bastante fríos con la película (tranquilos que ya está preparando ‘Transformers 4’), pero el resto, sobre todo si muchos pudieran verla en plan cata ciega sin saber quién la firma, va a llevarse una grata sorpresa con este retrato anabolizado del sueño americano. 6,2