‘12 años de esclavitud’ (tres Oscar, incluyendo Mejor Película), ‘Gravity’ (siete, incluyendo mejor director), Cate Blanchett, Matthew McConaughey… Vamos, lo que todos ya sabíamos desde hace semanas. Así son los Oscar de emocionantes. Pero bueno, vista la cantidad de premios pre-Oscar que existen, no es de extrañar. Nominaciones a los: Globos de Oro, Bafta (¿alguien sabía qué era un Bafta hace diez años? ¿alguien sabría decir, ahora, sin mirar, cómo es la estatuilla de los Bafta?), Screen Actors Guild, Film Independent Spirit, Critics’ Choice y, por fin, los nominados a los Oscar. Las mismas películas, los mismos actores.
Semanas después, vuelta a empezar. Los premios: Globos de Oro, Bafta, blablablá… y, por fin, casi dos meses después, cuando ya hemos visto a los mismos actores y directores recogiendo tropecientas mil estatuillas, cuando hemos escuchado doce mil discursos, cuando ya nos hemos olvidado de ellos y se está hablando de otras películas -‘El gran hotel Budapest’, el ‘Noé’ de Aronofsky, los nuevos blockbusters-, en ese preciso momento… llega la gala de los Oscar. Así, a destiempo, como si fuera una historia muy previsible y demasiado larga. Seguro que ha dado tiempo a rentabilizar las nominaciones en la taquilla, pero también a que los espectadores de la gala sean cada vez menos y más viejos.
Ausencias: ¿dónde están los Coen? ¿Y Adele?
Hablar de las ausencias es como la alfombra roja: un clásico de los Oscar. Cuando las nominaciones a la mejor película eran cinco, las había flagrantes, insultantes. Pero ahora que hay nueve, ahora que está tan barato “colarse en la carrera de los Oscar”, ¿cómo es posible que no estén dos de las mejores películas americanas de 2013, ‘Mud’ e ‘Inside Llewyn Davis’ (tres, si añadimos –a mi pesar- ‘Before Midnight’)? Para descartar que estas películas sean muy del gusto europeo, “cosa de festivales” de por aquí, nada mejor que echar un vistazo al Top Movies 2013 de Rotten Tomatoes: 1) ‘Gravity’, 2) ‘12 años de esclavitud’, 3) ‘Before Midnight’, 4) ‘Mud’, y 6) ‘Inside Llewyn Davis’. Vale, no es cosa nuestra, es ceguera hollywoodiense.
Pero el gran «olvido» de este año ha sido el de ‘La vida de Adele’ en el apartado de mejor película de habla no inglesa. Sobre todo por la paradoja que supone haber ganado el festival de Cannes el año en que ha estado presidido por el mayor director-emblema de Hollywood, Steven Spielberg. La explicación de la distribuidora de la cinta era clara: los Oscar les importan un pito y por ello no estrenaron 10 días antes, en fechas para la selección, la película. «En ningún momento nos planteamos modificar la fecha de lanzamiento para doblegarnos ante la estupidez de las reglas de los Oscar. ¿Deberías arriesgar nuestra estrategia comercial en Francia por un Oscar a la mejor película de habla no inglesa que no añade nada a una Palma de Oro? Las reglas son únicas, muy concretas y no tienen sentido. Y al mismo tiempo, a nadie le importa la categoría (de habla no inglesa). Nos interesan las demás, las que importan de verdad»».
El extraño caso de McConaughey, Bullock y la Streep
Si hace diez años (sí, como los Bafta) alguien me hubiera dicho que Matthew McConaughey iba a ganar un Oscar y se iba a convertir en una de las estrellas más solicitadas del momento, y que Sandra Bullock, que ya tiene uno, iba a estar otra vez nominada como mejor actriz principal, hubiera exclamado lo mismo que Christopher Lloyd en ‘Regreso al futuro’ cuando Marty le dice que el presidente de Estados Unidos es el actor Ronald Reagan: “¿Sandra Bullock? ¿Miss Agente Especial? ¿Matthew McConaughey? ¿El novio cachas de Penélope Cruz?”.
Y, al contrario, si hace diez años me hubieran dicho que Meryl Streep iba a estar nominada -¡otra vez!- como mejor actriz protagonista (y van dieciocho) por una –otra- película mediocre, seguiría pensando lo mismo que ahora: las últimas nominaciones de la Streep son chistes privados que se hacen “los académicos” para compartir sonrisas cómplices durante las semanas previas a la gala. “¿Tú la has votado? Sí. Yo también. Buah, qué sería de los Oscar sin ella…”.