“Ojalá estuviera muerta”, cantaba Lana Del Rey en ‘Dark Paradise’, uno de los cortes incluidos en su álbum debut, ‘Born To Die’. La muerte no es una de las temáticas más recurrentes en las letras de Lana pero sí tomaba un inusitado protagonismo hace unos días en aquella entrevista concedida a The Guardian en la que Del Rey confesaba que preferiría estar muerta y que dos de sus mayores modelos a seguir eran Kurt Cobain y Amy Winehouse. Que Lana es un ser atormentado por la depresión solo lo saben ella y sus seres cercanos pero no hay que ser muy listo para darse cuenta de que la chica bien del todo no está. ‘Ultraviolence’, su nuevo álbum, continúa alimentando la idea de una Lana sumida en una tristeza permanente y alienada del mundo que la adora, angustiada por historias del pasado y del presente e incapaz de vislumbrar un futuro cierto incluso junto a su actual pareja Barrie James-O’Neill, a quien identifica como un personaje “oscuro” que habita “en su propio mundo”. Pues como Lana.
Ha producido ‘Ultraviolence’ Dan Auerbach de The Black Keys. Al parecer, Lana ya tenía terminado el disco cuando conoció a Auerbach y se dio cuenta de que lo que necesitaba el álbum de verdad era una atmósfera más flexible, honesta y cruda; más rock ‘n roll. Convencida de ello, Grant regrabó todo el álbum de nuevo junto a Dan utilizando “micrófonos baratos” para darle al disco un “espíritu más casual y californiano” y grabando cada toma vocal una sola vez. Lana, Auberbach y su banda y orquesta y nada más, eso es ‘Ultraviolence’. Solo hay que escuchar el hermoso bonus ‘Flipside’, conducido principalmente por una pantanosa guitarra eléctrica, para entender el cambio. Adiós, Hooverphonic; hola, Mazzy Star.
En muchos aspectos O’Neill, ex miembro de la banda de folk-rock Kassidy, parece el nuevo Blake-Fielder Civil. “No digas que me necesitas / cuando lo único que haces es irte una y otra vez”, lamenta Del Rey en la desoladora ‘Pretty When You Cry’. En el tema más alegre del disco, ‘Florida Kilos’, Lana gimotea sobre lo fácil que es encontrar crack en Florida y lo divertido que es metérsela de fiesta (“yayo, yayo, yayo”, repite Lana una y otra vez como si fuera el corro de la patata). ‘Ultraviolence’, con sus acertadas referencias a ‘La naranja mecánica’ y a ‘Lolita’, nos sitúa en una secta de adictos liderada por un gurú masoquista identificado como Jim cuyos golpes “parecían besos” (como el clásico de los Crystals). “Estaba llena de veneno / pero bendecida por la ira y la juventud”, canta Lizzy. Amor tóxico, drogas, violencia. ¿No había salido ya ‘Back to Black’?
Comparaciones aparte, ‘Ultraviolence’ es en realidad un disco 100% Lana Del Rey, más una evolución lógica de la primera entrega, de hecho, que un rompimiento total de su sonido. No hay clásicos a la altura de ‘Video Games’ o ‘Blue Jeans’, pero sí buenas canciones y buenas letras (¿qué esperar de la autora de ‘Money Hunny’?) a lo largo de todo su minutaje. La destacada ‘Old Money’, una de esas baladas tan aptas para las “altas horas de la noche”, como diría su ídolo Frank Sinatra, y que perfectamente podría haber cantado Julie London; no solo conecta temáticamente con ‘Young and Beautiful’ sino que recupera su melodía de un tema antiguo que Lana grabó en 2006 llamado ‘Metamphetamines’, y además samplea a Nino Rota. Por su lado, ‘West Coast’, el notable número de rock suave que presenta el largo, regresa a las colinas de Hollywood desbordado de ambición, ‘Money Power Glory’ prácticamente continúa su historia desde el éxito y un mayor dramatismo melódico, y todo el disco está inspirado en la adoración de Lana por los hombres y particularmente en su incapacidad de satisfacerla emocionalmente ya sea por su desinterés o adicción a las drogas (‘Cruel World’, ‘Shades of Cool’, ‘Pretty When You Cry’) o porque Lana, en posición de “la otra”, como en la bellísima ‘Sad Girl’ o en la destacable versión de ‘The Other Woman’ de Nina Simone, atiende desolada al inminente fin de la relación.
Uno de los pocos instantes del disco que da un respiro al oyente es ‘Brooklyn Baby’. Lana presume de novio, de colección de jazz y de devoción por la poesía beat mientras entona una melodía preciosa, susurra y ronronea palabras con su fresca sensualidad o fuma marihuana. “Mi novio es guay / pero no tanto como yo”, bromea. De lo mejor que ha escrito, dardo a los críticos incluido: “Me juzgan como a un libro ilustrado / por los colores / como si hubieran olvidado leer”.
Más obvia en ese aspecto, aunque también mucho más oscura, más «lynchiana», es ‘Fucked My Way Up to the Top’, en la que Lana defiende su ascenso honesto a la música mientras se mete con una “cantante que se burló de mi supuestamente falso estilo para luego robarlo y copiármelo”. ¿Alguien ha dicho Lorde? No es, sin embargo, la mejor canción pese a su título; en realidad, «Fucked» recurre a ideas ya muy vistas en el catálogo de Lana sin ser especialmente espectacular, y lo mismo se puede decir de otros cortes del álbum como ‘Pretty When You Cry’ o ‘Money Power Glory’, buenas canciones por sí mismas, pero carentes de identidad. Ese es el gran pero que se le puede poner a un ‘Ultraviolence’ que no obstante gana en atmósfera y ocupa su propio universo de miseria y desolación gracias a su producción y a unas canciones que, sin ser clásicos, añaden emotividad y elegancia al conjunto, con el destacado bonus track ‘Is This Happiness?’ prácticamente definiendo todo el disco. “La vida es hermosa / pero no tienes ni idea”, lamenta Lana en ‘Black Beauty’. Qué irónico, después de todo.
Calificación: 7,6/10
Lo mejor: ‘Cruel World’, ‘Ultraviolence’, ‘Shades of Cool’, ‘Brooklyn Baby’, ‘West Coast’, ‘Sad Girl’, ‘Old Money’, ‘Is This Happiness’
Te gustará si te gusta: Mazzy Star, David Lynch, Julie London