Albert Pla arremete contra políticos, banqueros y medios

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Albert Pla arremete contra políticos, banqueros y medios

albertplaEl Mundo publica una columna de Albert Pla titulada ‘La culpa es mía’ en la que el artista arremete contra políticos, banqueros y medios de comunicación a mansalva. Pla emplea el escenario del teatro como hilo narrativo para atacar a través de la ironía a este grupo de personas que han corrompido nuestra sociedad, animándolas a que asistan a un concierto, paguen su consumición, se olviden de «sacar tajada» de todo lo que se les ponga por delante y simplemente disfruten del concierto, del «mal» que hacen los cómicos encima del escenario desde sus «aquelarres ideológicos».

El texto está repleto de frases memorables. Pla cree que los conceptos de Democracia, Justicia y Ley carecen hoy de sentido «porque se han adueñado de ellas y se han cagado encima de su significado» e insiste en que estas personas «vayan al teatro a ver qué sucede». «Olvídense de recaudar un momento», escribe, «ya tendrán tiempo mañana de pensar cómo se llamará el último impuesto imposible que les tendrá que pagar el teatro para costear las putas de Canarias que frecuenta el concejal de cultura, o el alcalde, o el presidente de su grupo parlamentario».

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Pla, que asegura tener miedo de estas personas porque «cualquiera se mete con unos tipos que son capaces de meter en el talego hasta a los jueces que les acusan con las manos llenas de evidencias», aconseja a estas personas a mantener la calma cuando una persona apague las luces del recinto y llene el escenario de «colorines». «Ese individuo», indica Pla, «se llama técnico de sonido, no es ni un terrorista y tampoco un nazi separatista; ha venido desde lejos con el coche que ustedes le han vendido a crédito, habrá pagado sus peajes y puesto su gasolina, y dormirá en uno de los hoteles de su amiguete, el presidente del club de fútbol ése».

Pla concluye: «relájense, no hay enemigos a la vista. Les espera una hora y media de pura magia. Poco más podemos hacer los cómicos desde el escenario, tal vez solo impedir que esos hijos de puta dejen de robar y hacer el mal al menos durante el ratito que dura el espectáculo». Más a gusto no se ha podido quedar, desde luego.

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