Con solo tres novelas y a la chita callando (expresión que seguro gustaría a algunos de sus personajes), Santiago Lorenzo se está convirtiendo en un autor imprescindible en la actual narrativa española. Después de su deslumbrante debut con ‘Los millones‘ (una de mis novelas favoritas de los últimos años) y de la fabulosa ‘Los huerfanitos‘, que acaba de ser adaptada al teatro, Lorenzo vuelve con ‘Las ganas’ (editada por Blackie Books e ilustrada, de nuevo, por Ricardo Cavolo), otra notable tragicomedia ambientada de nuevo en ese Madrid que ya podemos calificar como «lorenciano».
Y es que solo alguien como el autor de ‘Mamá es boba’ (1997), con su personalísima manera de mirar el mundo, es capaz de fijarse en las colonias obreras que nacieron a principios del siglo XX en los barrios periféricos de Madrid y situar ahí al protagonista de su novela: Benito, un solitario químico «emprendedor», coleccionista de llaveros, que trabaja en Valdemoro y ahoga sus ganas de «porlar» (y de que le quieran) en litros y litros de chinchón.
Lorenzo vuelve a demostrar su enorme talento para el retrato costumbrista, ese que está a medio camino entre lo sainetesco y lo posmoderno, entre el viejo que bebe carajillo en el bar de la esquina y el moderno que bebe carajillo en un bar de viejos. Y también a poner de manifiesto su habilidad para crear personajes e historias llenas de ternura, amargura y humor melancólico. Inadaptados con ganas de adaptarse, que le sirven para elaborar afilados y afinados comentarios sociales (en este caso, de la España “rica y experta en aguas minerales” de principios de siglo).
Otro de sus rasgos más característicos y celebrados, la utilización de un vocabulario gozosamente anacrónico, aparece aquí de forma más afectada de lo habitual. Su uso se convierte por momentos en abuso, en un pesado formalismo que acaba perjudicando la lectura y restando algo de fuerza a la historia. Un ejemplo: «Podía ser que María fuera una catecumenalorra irredenta, con unas pudibundeces y unos malos rollos en la cabeza bien disfrazados con los solideos de la coherencia religiosa».
A pesar de esos excesos, que hacen que veamos demasiado al autor y poco a los personajes, la novela funciona muy bien. ‘Las ganas’ es, en el fondo -como también lo era ‘Los millones’-, una novela romántica. Una divertida, melancólica y muy tierna historia de amor, con un final digno del más delicado y emocionante de los melodramas, aquellos que no provocan lágrimas pero sí un sonoro suspiro. 7,5.