‘Girlhood’: hostias, abrazos y diamantes en el cielo

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‘Girlhood’: hostias, abrazos y diamantes en el cielo

girlhoodNo es otra película de tema lésbico más. Eso fue lo que muchos pensamos cuando en 2007 vimos ‘Lirios de agua’. El debut como directora de Céline Sciamma sobresalía muy por encima de las decenas de películas –bienintencionadas, combativas, pero cinematográficamente inanes- que cada año llenaban (y siguen llenando) la programación de los festivales de cine LGTB.

Su talento para dirigir actrices no profesionales, su especial habilidad para mirar de tú a tú a la adolescencia y sus conflictos, su capacidad para narrar a través de las elocuentes miradas de sus personajes y su pericia para inyectar discursos políticos (de género, es una gran lectora de Judith Butler) sin resultar plasta, aleccionadora ni ponerlos en primer término, convirtieron a Sciamma en una de las directoras francesas más prometedoras del momento.

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En 2011 las promesas se vieron cumplidas. Y de qué manera. ‘Tomboy‘ fue una de la mejores películas de ese año (en España se estrenó en 2013), un prodigio de naturalidad, sensibilidad y capacidad de observación; una delicada pero muy contundente reflexión sobre el género, la infancia y la construcción de los arquetipos sociales que causó un gran revuelo en Francia cuando su proyección se incluyó, con muy buen criterio, dentro de la programación escolar.

Ahora, con ‘Girlhood’ (‘Bande de filles’ en el original), ha llegado la consolidación. El filme, que cierra su trilogía sobre la adolescencia femenina, se ha visto en grandes festivales como Cannes y San Sebastián, y ha proporcionado a Sciamma su primera nominación como mejor directora en los premios Cesar. Un reconocimiento que, paradójicamente, le ha llegado con su película menos lograda.

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La primera parte de ‘Girlhood’ es fabulosa, a la altura de los dos títulos precedentes. La historia de una inadaptada adolescente de barrio que se transforma estética y emocionalmente cuando se integra en una pandilla de chicas malotas que se comportan como chicos –hablan entre ellas en masculino, organizan peleas con otras bandas- está narrada con la habitual naturalidad y sensibilidad nada sentimentalista de la directora. De nuevo, el casting es un acierto. Y, de nuevo, Sciamma demuestra su talento para la observación, sin subrayados tremendistas, cursis o morbosos, de las relaciones y los ritos de iniciación adolescentes.

En este sentido, la directora logra filmar la que quizá sea la secuencia más brillante de toda su filmografía: el baile de las cuatro chicas en una habitación de hotel al compás del ‘Diamonds‘ de Rihanna. Un momento catártico, pleno de emoción y significado, que marca un punto de inflexión en la película. A partir de ahí, la directora deja al grupo para centrarse en una de ellas. Como consecuencia, aumenta la tensión dramática de la historia pero se pierde lo que en realidad más nos estaba cautivando: la observación de las acciones, relaciones y comportamientos de la «banda de chicas». No queremos cuentos morales, queremos verlas. 7.

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