Tras una primera jornada algo tibia, el sábado llegaban buena parte de los nombres más atractivos del fin de semana, y eso se notó en una afluencia de público ostensiblemente mayor. Pese a eso, el festival y el entorno continuaron resultando bastante cómodos, permitiendo ver conciertos en primera fila con total facilidad o pudiendo comer y beber con calma. Además, también es muy de agradecer que en la propuesta del Vida Festival no haya solapes de artistas entre los dos escenarios más grandes (estilo DCode), lo cual libera de los lamentos y las carreras frenéticas para ver a tal o cual artista. Vida Festival ya ha anunciado al primer artista confirmado para la edición 2016: The Divine Comedy.
El azote de calor a media tarde deslució el concierto de Fryars, proyecto en solitario de Ben Garrett, dada la inmerecida escasa asistencia. Y cuando era imposible no caerse desplomado del sofoco, una media sonrisa asomó en la cara de los pocos asistentes que parcheaban las sombras más alejadas del escenario cuando afirmó que estaba encantado de poder tocar con un sol tan espléndido y lejos de la lluvia permanente que baña su Londres natal. Flanqueado a cada lado por baterista y guitarra, trató de dar un estilo más orgánico en directo a unas canciones que en estudio se bastan y sobran con bases y programaciones. Garrett, sentado en mitad del escenario con su teclado y empleando sintetizador de voz en cada canción, en unos temas recordaba a un John Grant menos intenso o a un Patrick Wolf menos virtuoso, y en otros, más pausados, a un James Blake menos inspirado. No obstante, tanto “menos” no pretende ser un desprecio, ya que el escenario La Masia sonó tan perfecto como toda la noche y temas como ‘Sequoia’ y sobre todo ‘Cool Like Me’ hicieron bailar a las primeras filas con ganas. Por su parte, ‘Can’t Stop Loving You’ logró emocionar. Lo peor del concierto de Fryars, sin duda, fue el inexplicable horario para una propuesta que parece más adecuada para las primeras horas de la noche. A esas temperaturas no se podía pedir eso que da nombre a su reciente segundo largo: ‘Power‘. Ajosado.
En contra de lo que lograron Xoel López o Neil Halstead en la jornada anterior, Nacho Vegas, secundado a los teclados, acordeón y percusiones por su fiel Abraham Boba, desaprovechó un poco la ocasión de regalar un momento único en el peculiar escenario El Vaixell. No le culpamos: la temperatura en el bosque en torno al barco de madera sobre el que actuaba era muy sofocante, así que entendemos su falta de ímpetu. Pero a un repertorio poco complaciente, totalmente centrado en su obra más reciente, le habría venido bien un poco de garra y animosidad para contagiar a un nutrido público que le jaleaba, con escaso éxito. Por momentos, parecía querer aprovechar el estar a bordo de un navío para cantar sus temas de mayor inspiración cantábrica, y, en los más, sacó el perfil socio-político que tanto se ha esforzado en mostrar recientemente. Y la mezcla resultó menos resultona que en sus shows con banda. Agradecimos, eso sí, que anunciara la edición de un próximo EP previsiblemente en septiembre, del que tocó dos canciones que ya conocemos: la bilingüe ‘Vinu, cantares y amor‘ y la que compuso para la PAH de Asturias.
En otra inevitable analogía con lo sucedido en la jornada previa, al contrario que ocurrió con Super Furry Animals, Andrew Bird sí supo interpretar lo que el público podía esperar de él en el ambiente festivo de este evento. Con un tono fronterizo próximo a Giant Sand o sus admirados The Handsome Family, y asistido por una sólida base rítmica de bajo y batería y una calidad sonora notable, Bird sacó partido a su inventiva y virtuosismo con violín, silbido o guitarra (o lo que se le ponga delante). El de Illinois rehuyó la autocomplacencia y escogió un setlist centrado en sus temas más movidos y conocidos, desde la inicial ‘Imitosis’ a la enérgica versión de ‘Three White Horses’ con que cerró, pasando por ‘Give It Away’, ‘Fake Palindromes’, ‘Anonanimal’, ‘A Nervous Tic Motion Of The Head To The Left’ o una ‘Pulaski At Night’, seguida de ‘Danse Caribe’, que juntas pusieron al público patas arriba, bailando con ganas. Seguro que ganó algunos fans anoche.
2015 está siendo, entre otras cosas, el año de la explosión definitiva de Josh Tillman, bajo su alias Father John Misty. Si ‘Fear Fun’ ya revelaba en parte la faceta de estrella del pop que J habçia escondido en discos oscuros y tras la batería en Fleet Foxes, ‘I Love You, Honeybear’ ha propulsado su sentido del espectáculo. Se sabe sexy y lo explota a tope, desplegando una deliberada y divertida mascarada de sobreactuados bailes, posturitas, carantoñas y clichés de crooner trasnochado. Simplemente con arrancar, fuertemente, con ‘I Love You, Honeybear‘, poniéndose en pie sobre el set de batería, como un mesías del sexo, ya nos hizo mojar las bragas a todos. Con sus trucos (el movimiento de caderas de Elvis cuando agarra la guitarra, sus bromas sobre la corrección de su escote o sobre sus bailes que imitan a una dama de mediana edad…) le basta y le sobra para hacer un divertidísimo espectáculo. Pero es que además este señor se acompaña de una banda de espectacular solvencia y de unas canciones sobresalientes (con especial énfasis en las de su reciente segundo álbum). Se sostendrían holgadamente con interpretaciones más sobrias, claro, pero ¿por qué renunciar a que la gente se ría, baile, aplauda cuando tire una guitarra por los aires para que la cace el pipa, quiera un hijo suyo, lo pase bien, largo etcétera? FJM, el personaje, se ofrece en todo su esplendor para que todos nosotros le adoremos. Y lo hacemos, con ganas.
Tras la accidentada última visita de Woods a nuestro país, esta actuación debía servirles para sacarse aquella espinita. ‘With Light And With Love’ requería una puesta de largo en condiciones, y gran parte del repertorio de la banda de Brooklyn se centró en pequeñas joyas como ‘Leaves Like Glass’, ‘Shining’, ‘Full Moon’ o ‘Shepherd’, a veces recordando en lo más lejano a The Byrds y en lo más cercano a The Jayhawks, gracias a preciosos juegos vocales. La compenetración de la banda, esta vez de cinco músicos gracias a la presencia de un nuevo teclista para completar la formación, fue la tónica del concierto. Perlas directas de tres-cuatro minutos de pop folk luminoso que, ayudado por la caída de la noche, rápidamente se metieron en el bolsillo a un agradecido público. Eso les permitió soltarse y mostrar toda su versatilidad, con extensos desarrollos psicodélicos, próximos a unos Karate menos exquisitos pero igual de precisos, como en los más de ocho minutos de la canción que da título a su último disco, que resultó arrolladora. Con esa variedad de estilos, partiendo de una Americana abierta a otras influencias, Woods entretuvieron y mucho al público. Juventud y calidad, todo en uno. Ajosado.
Apostamos por ver qué es lo que Hinds han estado ofreciendo por ahí que las ha llevado a actuar por todo el globo (sin ir más lejos, a la reciente edición festival de Glastonbury, nada menos). No les tocaron en suerte las mejores tablas, puesto que el pequeño escenario La Cabaña, en el que apenas cabían las cuatro jovencitas, poseía un volumen bastante limitado. Además, desde la mesa de sonido no parecían tampoco acertar con la sonorización, provocando confusión incluso para su nada disimulado amateurismo. Sin embargo, pudimos entender qué gusta de ellas: tienen actitud, entusiasmo, candor, humor y una sonrisa permanente, que logran contagiar. Y se contagia a través de canciones simples, inspiradas en acordes y ritmos muchas veces escuchados a Velvet Underground o Bo Diddley (‘Davey Crockett’), pero que no por eso resultan menos certeras. Están conectando fuerte con un público más joven que posiblemente desconoce esos referentes, y eso es bueno. Ese club de fans (¿cuánto tiempo hace que deseábamos escribir esto de un grupo independiente nacional?) empujó para que la banda hiciera un bis genuino, repitiendo ‘Bamboo’ con todas sus admiradores (y algún oportunista sátiro) subidas al minúsculo escenario, en una simpática fiesta que por momentos parecía que podía tener mal fin, con alguien cayéndose de la tarima.
Me atrevo a decir que es imposible que volvamos a ver aquella apisonadora que fueron los Primal Scream circa ‘XTRMNTR’, con Kevin Shields en sus filas. Pero ojo, que nadie se equivoque: los Primal Scream de hoy tampoco distan tanto de aquello. Con el núcleo duro del grupo (Bobby Gillespie, Martin Duffy, Andrew Innes y Darrin Mooney) fantásticamente complementado por Simone Butler y Barrie Cadogan, los de Glasgow siguen siendo una poderosa máquina de rock con una colección de éxitos para caerse de culo bailando. Y eso justamente es lo que sucedió anoche en el escenario principal de Vida Festival, en una demostración de tablas, carácter y canciones sin paliativos. Comenzaron como a medio gas con ‘2013’, single de su último y aún notable ‘More Light’, pero fue la única concesión antes de enzarzarse en una impecable carrera de hits, que recordó casi cada álbum de la banda (‘Evil Heat’ volvió a ser la más fea), aunque se centró en ‘XTRMN8TR’ y ‘Screamadelica’. Cuando comenzaron a tronar con ‘Accelerator’, ya dejaron claro, por si había dudas, que aquello no iba a ser un simple show de pleitesía a unos amables carrozas que vuelven, y si no alcanzaron las cotas de ruidazo electro rock de otros tiempos, no quedaron muy lejos en ‘Kill All Hippies’, ‘Shoot Speed/Kill Light’ y una ‘Swastika Eyes’ que dedicaron misteriosamente a su ex-bajista Mani. Con Bobby en perfecto estado de forma como maestro de ceremonias, incitando con elegancia al baile, Vida Festival abrazó la fiesta que Primal Scream puso en bandeja.
John Grvy no tenía nada, pero nada fácil captar a un público exhausto tras la verbena rockera de los Primal. Aunque le conozcamos como solista, se presenta en formato de banda con dos chicos que hacen bases y programaciones y una corista, que crean un colchón de soul contemporáneo para su lucimiento vocal. Pese a sus esfuerzos por agradar, le costó congregar público en torno a su atrevida pero atractiva propuesta, que en ‘I Want You Here‘ y ‘Bad Decisions’ mostraba, una vez más, que en nuestro país subyacen artistas capaces de dar la cara ante los popes internacionales del género. Además, en la recta final mostraron un lado más cañero y bailable que sorprendió para bien.
Hay quien aún no sabe que Guille Milkyway, en su faceta de DJ, rinde cuentas separadamente a sus trabajos como La Casa Azul. Por supuesto, en sus sesiones hay mucho de los mimbres que conforman el sonido de su proyecto como autor (funk, sonido Philadelphia -al que homenajeaba su camiseta-, bubblegum…). Pero nunca, nunca descuida al espectador/oyente de su trabajo con los platos, con sesiones que ofrecen mucho, muy bueno y variado. Con tacto y erudición, fue llevándonos del funk retro de la cabecera de ‘Los hombres de Harrelson’ y Jackson 5 a un presente representado por Charli XCX, ‘Uptown Funk’ (por supuesto), Say Lou Lou (vía Lindstrøm) o Calvin Harris con las Haim. Con clásicos de AC/DC, A-Ha (versión Twang, eso sí), The Style Council, Sonia y Selena, Yeah Yeah Yeahs o Los Saicos, queda perfectamente claro su buen gusto y extremo eclecticismo. Y, salvo quizá DJ Coco, no creo que haya otro pinchadiscos nacional con el carácter necesario para cerrar una sesión de un evento de estas características con ‘Sarri, Sarri‘. Grande Guille, siempre.
Esta tarde Vida Festival culmina con la fiesta de clausura en La Daurada Beach Club, con Modelo de Respuesta Polar, Les Sueques, Le Petit Ramon, y más.
Fotos: Instagram Vida Festival.