En 2007, tras la repercusión de ‘Juno’ (Oscar al mejor guión original incluido), Diablo Cody se convirtió en la guionista estrella del cine indie americano confeccionado por productoras mainstream. Unos años antes, en 1991, tras la repercusión de ‘El silencio de los corderos’ (Oscar al mejor director incluido) y la coyuntural ‘Philadelphia’ (una de esas película que da reparo revisar porque sabes que el tiempo la ha debido de apolillar), Jonathan Demme se convirtió en el director estrella del cine comercial de prestigio.
Con el paso de los años, ni una (‘Jennifer’s Body’, ‘Young Adult’, ‘Paradise’) ni otro (‘Beloved’, ‘La verdad sobre Charlie’, ‘El mensajero del miedo’) han estado a la altura de las expectativas generadas. Por eso no sorprende que los dos se hayan encontrado en ‘Ricki’, un producto tan eficaz como vulgar situado en un punto intermedio entre las dos tendencias que durante un tiempo guionista y director encabezaron. Melodrama familiar con brochazos de comedia amable, ‘Ricki’ parece diseñada sobre todo para el lucimiento de su protagonista. Meryl Streep sale airosa de un papel –una mujer sesentona, cajera de día y rockera de noche- que, por mucho que esté inspirado en la vida real (en la suegra de Diablo Cody), siempre parece a un paso de la caricatura.
Lo más interesante de ‘Ricki’ (aparte de los esfuerzos de la Streep por dar un empujoncito a la carrera de su hija Mamie Gummer) son las dos posibles lecturas paralelas que se pueden extraer de ella. La primera es la más política. La irrupción en un entorno pijo (el casoplón de su improbable ex) de una mujer vieja, fracasada y arruinada pero con más dignidad que el bombín de Charlot, se puede ver como un divertido arañazo proletario contra: 1) los progres de salón votantes de Obama que esconden marihuana en el frigorífico y 2) las comedias que acaban con una elegante y azucarada boda final.
La segunda, mucho más explícita, tiene que ver con el rock. Ricki, acompañada de su banda The Flash, es una vieja rockera que interpreta versiones de Springsteen, Tom Petty y hasta de Lady Gaga (‘Bad Romance’) en bares de pueblo y que se alejó de su familia por perseguir su frustrado sueño. La película homenajea a esos pequeños reductos de resistencia, esos locales modestos y periféricos donde poder escuchar y bailar música en directo, a la vez que lanza una proclama contra la discriminación de género: ¿por qué una rockera no puede sacrificar su vida familiar por la música sin que la tachen de irresponsable o “malamadre” y un viejo rockero (véase Mick Jagger) sí? 6.