La última película de Woody Allen está protagonizada por un brillante y audaz profesor de filosofía que, sin embargo, da clases en la universidad como si se dirigiera a alumnos de secundaria. No se me ocurre mejor metáfora para definir ‘Irrational Man’: un brillante y audaz director de cine simplificando su discurso, aligerando el peso expresivo y narrativo de obras como ‘Delitos y faltas’ (1989) y ‘Match Point’ (2005), para adaptarlo a “alumnos de secundaria”.
‘Irrational Man’ es una nueva fábula dostoyevskiana, otro ‘Crimen y castigo’ que le sirve a Allen para (volver a) reflexionar sobre dos de sus temas favoritos: la moral y el azar. El problema es que esta vez su manera de hacerlo no tiene ni la gracia de, por poner otro ejemplo afín, ‘Misterioso asesinato en Manhattan’ (1993), ni la profundidad de la mencionada ‘Delitos y faltas’.
En sus peores momentos, ‘Irrational Man’ resulta discursiva (esas literarias y excesivamente explicativas voces en off), perezosa (el detalle del ejemplar “anotado” de ‘Crimen y castigo’), cargante (esa música, ¡por Dios!) y repetitiva (¿cuántas veces hemos visto ya esta película de Allen?). Otra variación más sobre un mismo tema, con menos sustancia y peor apariencia que los noodles de un food truck playero.
En sus mejores momentos, que los tiene (y bastantes), la película resulta un entretenimiento realmente cautivador. Es admirable la capacidad de Allen para trenzar una historia llena de implicaciones emocionales, debates morales y humor subterráneo con la despreocupación de quien hace ganchillo en un taller para jubilados. Ya lo dijo en el festival de Cannes: “Hago películas para distraerme”. Y parece que poco más le podemos pedir a estas alturas: competentes e inteligentes distracciones. 6,9.