Otra película de Noah Baumbach. El autor de la reciente ‘Mientras seamos jóvenes‘ (2014) empieza a parecerse a Woody Allen hasta en el ritmo de trabajo (y ya tiene lista otra, un documental sobre Brian de Palma). En ‘Mistress America’ ha vuelto a escribir el guión junto a su novia, la actriz Greta Gerwig. Después de los buenos resultados que obtuvieron juntos en ‘Frances Ha‘ (2012), uno de los trabajos más inspirados de Baumbach (por no decir el mejor), la pareja repite experiencia. Los resultados no son tan buenos, pero casi.
‘Mistress America’ empieza como una enérgica comedia generacional y termina como una descafeinada screwball comedy. La primera parte es casi una variación de las dos anteriores películas de Baumbach, como si la treintañera Frances hubiera conocido a la veinteañera de ‘Mientras seamos jóvenes’. El director articula toda la trama por medio de su relación: una solitaria estudiante y aspirante a escritora que se siente continuamente como en «una fiesta en la que no conoces a nadie» y una emprendedora sin estudios hecha a sí misma, que derrocha entusiasmo y autoconfianza (quiere abrir un restaurante «donde también puedes cortarte el pelo»), y esconde desorientación, inmadurez y vulnerabilidad.
Lola Kirke (la hermana de Jemima, Jessa en ‘Girls’, que protagonizó ‘Mozart in the Jungle‘) consigue salir airosa de una misión casi imposible: darle la réplica a una robaplanos como Greta Gerwig (atención a su aparición en Times Square). La pareja funciona de forma extraordinaria, hasta el punto de que, cuando aparecen más personajes y la película se transforma en una sitcom, la echamos de menos, queremos seguir viendo cómo evoluciona esa singular amistad en un Nueva York extrañamente ochentero que parece salido de ‘Buscando a Susan desesperadamente’ (1985) y donde suenan canciones como el ‘Souvenir’ de OMD o el ‘No More Lonely Nights’ de Paul McCartney (además de la música compuesta por Dean & Britta, habituales colaboradores de Baumbach).
En la segunda parte de la película el director decide romper con el tono irónico y melancólico por el que había transitado hasta ese momento y se lanza, sin red, hacia el humor más alocado y directo, a la comedia de situación construida a base de batallas verbales, gags visuales y personajes excéntricos. Baumbach se (tra)viste de Lubitsch, Hawks o Sturges. Tiene gracia un rato, vale, pero le queda muchísimo mejor el traje de Allen. 7.