Aunque le hayan puesto ese título, ‘Alicia a través del espejo’ no es una adaptación de ‘A través del espejo y lo que Alicia encontró allí’, la segunda novela sobre las aventuras de Alicia que escribió Lewis Carroll. Salvo la incorporación de algunos detalles del original literario (el espejo, el tablero de ajedrez, Humpty Dumpty), todo lo demás es una pura invención que funciona como estricta continuación de la película anterior, ‘Alicia en el país de las maravillas‘ (2010). James Bobin, conocido por resucitar a los teleñecos (‘Los Muppets’, ‘El tour de los Muppets’) y crear la fabulosa serie ‘Flight of the Conchords’, es el encargado de sustituir a Tim Burton en la dirección. Aunque eso sí, su sombra como productor es más grande que la cabeza de la Reina Roja.
¿Qué es lo mejor y lo peor de esta secuela? Veamos.
Lo mejor:
1. Su potencia visual. ‘Alicia a través del espejo’ te entra por los ojos. Al igual que su premiada predecesora, tanto el vestuario (a cargo nuevamente de la gran Colleen Atwood) como el diseño de producción (obra de Dan Hennah, el director de arte de ‘El señor de los anillos’) siguen siendo de Oscar. La elaboración de los diferentes escenarios (más variados que en la primera) y personajes (con la feliz incorporación de Tiempo) es magnífica. Gracias a ello la película se transforma en una arrolladora fantasía psicodélica con pinceladas de steampunk, que te cosquillea las retinas y te deja babeando en colores.
2. Es más divertida que la primera. ‘Alicia en el país de las maravillas’ era un rollo. Visualmente atractiva, sí, pero muy, muy aburrida. Su secuela no te va a dejar clavado en la butaca como si estuvieras leyendo la novela, eso está claro, pero tampoco dormido como si te la leyera Bon Iver. A pesar de que su estructura dramática sigue siendo muy convencional, la inclusión de una enloquecida trama de viajes en el tiempo pellizca el relato lo suficientemente fuerte como para que no desconectes a la media hora de película.
3. Su discurso feminista. Que tu hija o sobrina salga de ver una película de Disney queriendo ser capitana de barco y no princesita con corona y corsé es de agradecer. Y que quiera salvar el mundo y no ser ella la salvada, también. Aunque en el fondo todo huela un poco a filosofía neoliberal, a elogio de la mujer emprendedora a costa del escarnio de la funcionaria, mejor ver una historia que ensalza una aventura empresarial que un romance cortesano.
Lo peor:
1. Su hipocresía ¿involuntaria? Resulta paradójico que una película que celebra los valores de la iniciativa individual y el espíritu emprendedor sea tan impersonal, prudente y formularia. ¿Quién es James Bobin sino una Alicia resignada a trabajar como administrativa bajo la estricta vigilancia de Lord Ascott/Tim Burton? En esta repetitiva secuela hay menos riesgo artístico y comercial que poner un puesto de chuches a la salida de un colegio. La película es tan encorsetada como la moral victoriana que Alicia pretende transgredir.
2. Explicar la maldad de Iracebeth, la Reina Roja. No, por favor. Justificar la mala leche del mejor personaje de la película por medio de un trauma infantil tan banal, cursi y poco ingenioso es la peor decisión que ha tomado la guionista disneyana Linda Woolverton en toda su carrera.
3. Johnny Depp. El muso de Tim Burton vuelve a interpretar al sombrerero, pero esta vez con más afectación y desgana que Jennifer Lawrence en la última de ‘X-Men’. La actuación de Depp se resume en tres sílabas: car-gan-te. El actor se limita a poner voces tontas, caras tontas y a embadurnarse con mucho maquillaje (tonto). Que la trama gire alrededor de un personaje así es un gran inconveniente. No quieres que Alicia le ayude. Quieres… ¡que le corten la cabeza! 6.