Hay conciertos y conciertos. Punkarras para hacer pogo, experimentales para atender sin pestañear pensando muchísimo, poperos para disfrutar del espectáculo, electro para mover el cucu… Hay un momento para todo, ¿pero cuántos shows empiezan, como el que no quiere la cosa, con algo como ‘A Hard Day’s Night’, y albergan después temas como ‘We Can Work It Out’, ‘Love Me Do’, ‘Lady Madonna’, ‘Eleanor Rigby’, ‘Ob-La-Di, Ob-La-Da’, ‘Let It Be’, ‘Hey Jude’ o ‘Yesterday’? Se han visto OVNIs sobrevolando el Vicente Calderón, un Rolls-Royce en el escenario en mitad del campo, un grupo emergiendo de una suerte de bola de espejos con forma de limón… pero pocas veces ha podido escucharse en vivo en este recinto un repertorio con tal cantidad de ases.
Y lo de la gira ‘One on One’ de Paul McCartney no es un simple ejercicio de nostalgia. En primer lugar porque las canciones interpretadas de los Beatles no son una mirada al pasado, sino más bien al presente y al futuro. Sí había algo de público por encima de los 50 y 60 años, pero predominaba en pista y gradas una enorme variedad de gente, desde la adolescencia a la mediana edad, poco habitual en otros eventos. Si estas canciones siguen conectando con la generación SnapChat e Instagram es que algo está funcionando después de todo. Y en segundo, porque son muchas las canciones recientes de Paul McCartney que aparecen bien integradas en el repertorio de su concierto.
La reacción del público frente a ‘Hey Jude’, con todo el mundo gritando el final a grito pelado, la cara de gilipollas que se te queda cuando arranca el concierto con ‘A Hard Day’s Night’, la impresión de escuchar los arreglos de ‘Eleanor Rigby’ en vivo aunque sean sintetizados… no son comparables a la reacción de ningún otro tema de su discografía posterior. Hay complicidad en ‘Let Me Roll It’, ‘Nineteen Hundred and Eighty-Five’ se presenta abiertamente dedicada «a los fans de Wings», el jamesbondiano ‘Live and Let Die’ cuenta con la puesta en escena más espectacular de la noche, entre fuegos artificiales y explosiones sobre el escenario, pero también se percibe cierta indiferencia por el momento electrónico de ‘Temporary Secretary’, cuyas proyecciones kraftwerkianas no terminan de encajar con el resto del setlist, y muy especialmente sobra una ‘FourFiveSeconds’ que no es que esté mal, pero no es lo que el público quiere escuchar en una noche tan excepcional como esta, por mucho que 300 millones de streamings digan lo contrario.
Las decenas de miles de personas que llenaron o casi el Calderón lo hicieron para ver qué caía de los Beatles. Al fin y al cabo es significativo que entre los momentos más destacados del repertorio de McCartney estén los temas para John Lennon (‘Here Today’ seguido de una semi improvisación de ‘Give Peace a Chance’) o George Harrison (‘Something’, acompañado de bonitas proyecciones), pero también sería injusto decir que el repertorio propio de Paul desluzca el set, lo haga aburrido o lo perjudique. No hubo tedio ni excesos entre los más de 40 temas interpretados en algo menos de 3 horas. Más bien al contrario. Los diferentes singles de ‘New‘ entretienen y sirven además para poner el acento en la importancia de las canciones de las que se acompañan, lo que incluye una calmada ‘Love Me Do’ o una popera y animada ‘Can’t Buy Me Love’. Estás viendo un buen concierto… y de repente estás escuchando una cosa tan increíble que tienes que frotarte las orejas.
Paul McCartney abusa de manidos trucos escénicos llenaestadios, del tipo sacar banderas, tirar cohetes, leer en el suelo frases en castellano durante toda la noche del nivel de «¿qué pasa, troncos?», dar su bendición a una pareja que se pide la mano sobre el escenario, pedir primero a los chicos y luego a las chicas que canten ‘Hey Jude’… También se muestra débil en cuanto a voz, a veces transmitiendo al público un mínimo hilillo, y otras demasiado desgañitado como para que el público entienda algo, como sucedía en ‘Maybe I’m Amazed’, presentada como lo que es, un tema para su desaparecida esposa Linda (la actual, presente, Nancy Shevell, también tuvo el suyo en la menos destacable ‘My Valentine’, con proyecciones de Natalie Portman y Johnny Depp). Pero por otro lado nunca se muestra arrogante ni endiosado, su movimiento de culo dirigido a cámara durante ‘And I Love Her’ despierta ternura, y milagrosamente parece divertido y con los pies en la tierra después de lo que, durante casi 60 años, han tenido que ver esos ojos.
Puede que técnicamente el concierto de Paul McCartney no haya sido muchísimo mejor que los que hemos visto hace poco de gente como Bob Dylan, Rolling Stones o Fleetwood Mac, pero hay que destacar, aparte de la habilidad de su repertorio, lo que ha cuidado su marca McCartney sin prodigarse demasiado ni actuar en todos los festivales de moda… todo el rato. Es una manera de alimentar el mito y de que salgas de su concierto con la certeza de que has presenciado algo que puede que nunca vuelva a repetirse. Nunca perderse el Primavera Sound fue tan dulce. 9.