Con veinte años de historia, Garorock es uno de los festivales más longevos de Francia, así como uno de los más eclécticos. Situado a unos 10 minutos en coche, o a una media hora a pie, desde Marmande, un pequeño pueblo cerca de Burdeos, Garorock es un festival para todo todos los públicos pero sobre todo joven y, en comparación con festivales tipo Primavera Sound o Mad Cool, algo más pequeño. Su concepto, encuadrado en el símbolo del parque de atracciones abandonado, desde luego también es menos elegante que un Vida, que se celebra a la vez. Estamos ante un festival que atrae a familias pero sobre todo al desfase absoluto, como prueba el enorme número de gente que visita otras dimensiones nada más el festival ha abierto sus puertas, probablemente ya desde que abren sus tiendas de campaña por la mañana.
El formato festival no le hizo ningún favor a Muse, que destripó su espectáculo de toda la parafernalia con la que suele acompañarse en sus conciertos de estadio. Nunca he sido seguidor del más es más de los de Matt Bellamy y su espectáculo en Garorock evidenció más que nunca que su épica inflada no alberga discurso profundo alguno y que el grupo es capaz de actuar tan robóticamente como lo haría cualquier estrella del pop sin sentido de la espontaneidad. El grupo entretuvo con sus mejores canciones, entre ellas ‘Madness’, ‘Plug In Baby’ o ‘Supermassive Black Hole’, dejó indiferente con las nuevas y aburrió con sus alardes de grandilocuencia insípida, materializados en guitarrazos absurdos y en homenajes a Queen sin gracia. En definitiva, mucho mejor Muse en recintos cerrados como Palau Sant Jordi donde el grupo pueda hacer algo más o menos interesante, más o menos espectacular, con ese rock pasado de rosca que se vienen trayendo.
La de JAIN fue una de las primeras actuaciones destacadas del viernes. La artista, que es francesa pero se crió en los Emirates Árabes y en el Congo, es igual de famosa en Francia que Vetusta Morla en España (sus respectivos últimos trabajos han sido Disco de Oro) y eso se notó en la concurrencia de su concierto, en el que la joven presentó su primer largo, ‘Zanaka’, y demostró que su propuesta de pop con influencias africanas, además de legítima por ser heredada, puede entretener sin estridencias. Conceptualmente, la propuesta de Glass Animals es parecida, sin embargo, solo unos pocos fans se molestaron en asistir a su concierto, que fue poco llamativo para lo que esperaba. Será que estaban viendo al parisino Petit Biscuit, que sí, es pequeño, cuenta 16 veranos, y llenó el escenario Garoclub, visualmente fantástico, como podéis ver, con sus deliciosos ritmos de tropical house idóneos para un festival de estas características.
Llegada la noche, The Kills ofrecieron una de los conciertos más festivaleros de Garorock. La pareja formada por Jamie Hince y Alison Mosshart no dio un espectáculo tan divertido como su vídeo para ‘Doing It to Death’ pero sí una buena lección de blues-rock elegante a la par que despreocupado. Hubo momentos de aparente cansancio en la mirada de la carismática Mosshart, pero no se percibió agotamiento en su sonido. Como tampoco parecieron cansados KÖLSCH, que desplegó su arsenal de pelotazos de tecno oxigenado y emocional, ni Jamie xx, que brilló tras los platos alternando números de baile tipo house o disco con temas de autoría propia como ‘(I Know There’s Gonna Be) Good Times’, que mezcló con una base trap, ‘Sleep Sound’ o la apoteósica ‘Gosh’.
Históricamente, Francia exporta grandes bandas, por lo que rastrear entre los grupos locales programados en un festival francés como Garorock puede conducir a hallazgos de lo más interesantes. Es el caso de Laroze, que hizo vibrar al público con su elegante disco francés en clave analógica, u Odezenne, un trío que mezcla verso recitado en su lengua materna con ritmos y paisajes electrónicos que son puro «french touch», frescos y seductores, como demuestran grandes temas de su repertorio como ‘Souffle le vent’, ‘Je veux te baiser’ o ‘Bouche à levres’. Un directo, como el de JAIN, de nuevo más concurrido que el de otra de las grandes bandas internacionales del festival, Unknown Mortal Orchestra, que contó con un sonido fino pero un público distraído, un poco como el mismo Ruban Nielson, que, con la mirada perdida, a menudo mascaba chicle al mismo tiempo que rasgaba al guitarra, a lo suyo.
La gran apuesta Garorock este año no era británica (me refiero a Muse) sino mismamente francesa, la de M83. ¿Cómo se traslada al directo ese disco tan curioso, tan kitsch, tan pop que ha sacado este año? Para empezar, la pose de estrella de Anthony Gonzalez no es atractiva, sin embargo, la dimensión atemporal de sus nuevas canciones es incuestionable y si ‘Midnight City’ no se hubiera comido al grupo entero, como parece evidente que ha pasado vista la calidad del público asistente, posiblemente la recepción popular de canciones de su repertorio en vivo como ‘Do It, Try It’, ‘GO!’ o ‘Laser Gun’, por no hablar de ‘Reunion’, perteneciente al disco anterior, hubiera sido más satisfactoria. Sin ‘Midnight City’, M83 serían menos famosos, pero dudo que el perfil de fan adolescente embobada y obsesionada con hacerse selfies fuera el público que Gonzalez quería.
Por muy bien que estuviera el concierto de M83, el concierto más memorable del festival lo dio Slaves, el dúo de punk de Kent formado por Laurie Vincent e Isaac Holman, que fue el mejor porque el grupo dio mucho con muy poco. Un Vincent descamisado sudó tras su batería al tiempo que desgarraba sus cuerdas vocales, mientras Holman se entregó a la guitarra eléctrica, y lo que salió de esa simple ecuación fue un concierto de rock delirante, colosal, en el que el dúo sucedió un balazo con otro hasta su conclusión. Si así se las dan en un festival, no me quiero imaginar lo que son capaces de hacer en sala. Desde luego, fue un espectáculo mayor que el que desarrolló, desde un estilo completamente opuesto, Ratatat, que pecaron de lineales, aunque Flume, que tocó después, mantuvo bien su set con mucho temazo y altibajos contados.
No son muchos los casos como el del veterano Charles Bradley, que sacó su disco de debut en 2011, con 62 años, tras años y años ganándose la vida como imitador de James Brown. Su directo es parecido a lo que solía ofrecer en pequeños locales de Estados Unidos antes de ser descubierto por Deptone Records, pues el músico ha asumido el talento de Brown como suyo, lo cual hace que su propuesta sea impersonal, si bien no exenta de encanto. Por el contrario, los australianos Jagwar Ma rebosan personalidad y su mezcla de electrónica progresiva y rock psicodélico resultó en un set corpulento e hipnótico. Lo mismo podría decirse de Savages, cuya contundencia, como demostró en Primavera Sound, no da tregua, aunque el grupo tuvo la mala suerte de solapar, no con una banda, sino con el partido Francia-Islandia de la Eurocopa, lo que resultó en una asistencia más aireada de lo que la banda acostumbra a ver.
Liberado ya de la extensa sombra de vergüenza ajena que sobrevoló el concierto de Method Man & Redman, que tocaron antes de Savages, cuando el dúo de hip-hop convirtió el final de su show en un mercadillo improvisado en el que promocionó y trató de vender sus discos y camisetas in situ desesperadamente, a Garorock le quedaban dos grandes cabezas de cartel por tocar, The Hives y Disclosure. Ambos ofrecieron lo que se esperaba de ellos, los primeros, un espectáculo (que no concierto, en este caso el matiz importa) de rock n’ roll delirante con más energía que canciones (el grupo sigue sin trascender el impacto de ‘Tick Tick Boom’ y, en menor medida, el de ‘Hate to Say I Told You So’), y los segundos, un set de electrónica en vivo que sirvió para magnificar la sofisticación de sus mejores producciones, en especial la de temas como ‘Omen’, ‘Nocturnal’ o ‘Latch’, aunque también para destacar la diferencia de calidad entre estas y la de sus rompepistas más anónimos, que los hubo y bastantes.
Fotos Muse / JAIN: ©Eddy Morellec – La Clef – Garorock Festival
Fotos Odezenne / Jamie xx: ©Juliette Lopes – La Clef – Garorock Festival
Fotos Petit Biscuit / Disclosure: ©Nicolas Jacquemin – Le Clef – Garorock Festival