La trayectoria de Benjamin Biolay desde ‘La Superbe’ parecía algo errática, aún sin entregar ni un mal disco. No lo era el álbum de doble homenaje al jazz y a Charles Trenet del pasado año, ni lo era el algo alocado e inconexo ‘Vengeance’. Sin embargo, no había vuelto a lograr el consenso de crítica y público desde aquel álbum de 2009. Hasta ahora. Porque lo ha logrado con un aventurero ‘Palermo Hollywood’, una demostración de su flechazo con la ciudad de Buenos Aires, tendiendo lazos entre la chanson y la tradición musical porteña. Un fructífero flechazo que ha multiplicado su creatividad: el autor ya ha confirmado el próximo lanzamiento de un segundo volumen de esta obra, en estos momentos en fase de grabación, producción y mezcla, en los mismos estudios y con el mismo equipo que fueron registradas estas 14 canciones en la capital argentina.
En realidad, ‘Palermo Hollwood’ no dista tanto de ‘Vengeance’ en el sentido que vuelve a plasmar a un artista ecléctico y algo caótico, capaz de alternar electro-cumbia, romanticismo acústico, exuberancia orquestal y hasta guiños operísticos de forma aparentemente aleatoria. Pero siempre con una coherencia que establece un hilván fuerte entre esa apariencia deslavazada, ayudada por el característico ronroneo de su voz a lo Étienne Daho. Como decía, ‘Palermo Hollywood’ es un muy logrado crossover (recurso que su ascendente Serge Gainsbourg empleó con frecuencia) que entrelaza la chanson más purista con aires de tango o cumbia. Bandoneones y vientos festivos se mezclan ágilmente con unas orquestaciones delicadas y sutiles que, merced al componente ítalo de la tradición argentina, no pocas veces remite a la obra del Ennio Morricone de los 70 (con el corte titular y esos coros/silbidos tan early-Goldfrapp, como mayor muestra).
Así, aunque cortes como el spoken-word ‘Tendresse année zéro’ (“Ternura año cero”, el primer corte escrito para el disco que evoca mágicamente el vuelo transatlántico desde París), una ‘Ressources humaines’ con aires de fanfarria (en la que vuelve a colaborar atinadamente con su ex-esposa Chiara Mastroianni), la vibrante ‘Pas d’ici’ (único guiño rockero del álbum) o el cierre crepuscular de ‘Ballade française’ tengan cabida en casi cualquiera de sus obras pretéritas, es la savia argentina la que sorprende y da nueva vida a esta etapa del artista. Con referencias a Borges (del que emplea un recitado de su poema ‘Ajedrez’ en una ‘Pas sommeil’ que va de lo sutil a lo épico), al balompié y a distintos rincones favoritos de la vasta capital (con especial querencia por las diversas áreas que componen el barrio bonaerense de Palermo), Biolay ha encontrado en Buenos Aires una pasión latente en la que se ha imbuido y que transmite en sus canciones en forma de un deseo exacerbado. En sus letras, Benjamin retrata su romance con las calles, las gentes y hasta el aire que se respira allí, personificando a un hombre maduro que huye asfixiado del vacío de su vida diaria en su lugar de origen. En su escapada, se da de bruces con una ciudad en la que el sexo late y al que él se abandona con idénticos éxito y frustración, a menudo ahogados, ambos, en alcohol.
Con la cumbia sutil del single ‘Miss Miss’ como perfecta bandera de ese encuentro franco-argentino, “Benjamín Bioleta” logra preservar su carácter seductor por arriesgado y ajeno que parezca el palo que toque. Aunque no sorprende tanto cuando se aproxima al tango de bajos fondos (en ’La débandade’), como cuando se abandona a los ritmos más calientes, que es cuando más y mejor transmite esa pasión que ha sentido en Buenos Aires. Hace poco ya decíamos gloria del furioso número de electro-cumbia ‘La noche ya no existe’, con featuring de la cantante uruguaya Alik, si bien yo me inclino aún más por los momentos de seducción más sutil: la suave cumbia de ‘Palermo Queens’ y su secuela ‘Palermo Soho’, ambas interpretadas junto a la actriz Sofia Wilhelmi, que asegura que no había cantado profesionalmente antes. Seguramente lo que sedujo de ella al francés y la ha convertido en su musa sea el chispeante desparpajo que despliega en sus coros y recitados, perfectamente plasmado en ese baile despreocupado que Sofia y otra joven le dedican en una azotea, a la luz del crepúsculo.
Aunque no todo sean aciertos en ‘Palermo Hollywood’ (especial mención merece la innecesaria entrada del tenor en ‘Palermo Spleen’), el décimo álbum del mejor exponente de chanson francesa en nuestros días se acerca mucho a lo más alto de un hipotético top de su discografía. Como mínimo, logrará que aquel que hubiera perdido interés en su obra vuelva a interesarse por Biolay, porque aquí, a la par que recordará las antiguas, encontrará nuevas razones para adorarle.
Calificación: 8/10
Lo mejor: ‘Palermo Queens’, ‘La noche ya no existe’, ‘La débandade’, ‘Palermo Soho’, ‘Pas sommeil’
Te gustará si: siempre soñaste con Serge Gainsbourg haciendo tangos y cumbias.
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