Paul Simon ha vuelto, cinco años después de ‘So Beautiful or So What’. Y congratulémonos aún más, porque ha regresado con un discazo. Discazo por contenido, que no por duración: 11 canciones en 36 minutitos. Simon es un coloso, un clásico en vida. 74 años y una carrera mítica le contemplan. Pero él se niega a anquilosarse, evita el aburrimiento y sigue investigando en la calle del ritmo. Pegadizo y vitalista, ‘Stranger to Stranger’ está construido en base a instrumentos de percusión, palmas, las baterías electrónicas de Clap! Clap! (productor italiano de música dance que se encarga de parte del disco), vientos e incluso el chromelodeon, un órgano fabricado por Harry Partch en 1945. Este carácter cuasi experimental -los instrumentos más “convencionales” del rock, como guitarras, bajo, etc, quedan relegados a pocas canciones-, le otorga un carácter libérrimo e irresistible.
Simon sigue sin abandonar el africanismo, pero esta vez parece fiarse aún más del elemento rítmico para construir sus fantásticas canciones. El gozoso inicio de ‘The Werewolf’ ya marca la pauta, con sus coros, las palmas, ese fraseo burlón de Paul, sus quiebros… La introducción jazz a base de contrabajo de ‘Wristband’, con dejes funky y brasileños, le otorga un espléndido aire de clásico, a lo que se une una sana mala leche en la letra: el tema es una proclama de odio a las pulseritas identificativas en conciertos y festivales; Paul explica jocosamente cómo se ausenta de la sala donde ha de actuar para fumar en la calle y no le dejan volver a entrar, simplemente porque no lleva la pulserita de marras. Sin ella no eres nadie, chaval. Por muy Paul Simon que seas.
La dinámica festiva se rompe de tanto en tanto y también hay sitio para la melancolía. La cima del disco es ‘Stranger to Stranger’, una de las dos canciones dedicadas a su esposa Edie Brickell (la otra es la instrumental ‘In the Garden of Edie’), un medio tiempo evanescente y lleno de romanticismo desatado, cantado con emoción contenida: “Stranger to stranger / If we met for the first time / This time / Could you imagine us / Falling in love again (…) Still believing / That love endures / All the carnage / And the useless detours/ Oh I love you, I love you, I love you”. Una dolorosa declaración de amor que cobra pleno sentido dada la amarga pelea que Paul y Edie protagonizaron hace dos años, intervención de la policía incluida. Quizás por eso choca tanto la alegría del disco frente a la sobria añoranza de la canción.
Por señalar cierta flaqueza a esta obra, aunque los temas donde abandona el fragor en aras de un pop-rock más clásico (el instrumental ‘The Clock’, ‘Proof of Love’… ) también son estupendos, en ellos el álbum parece resentirse un poco. Definitivamente, las tonadas juguetonas vencen de manera clara. Como la pequeña maravilla que es ‘In a Parade’, hecha solo con la voz de Simon y percusión. O ‘Cool Papa Bell’, que recupera la alegría desatada de ‘You Can Call Me Al’… y también la mala baba, que retorna en medio de una letra de aparente celebración vital: “Motherfucker, ugly word/ Ubiquitous and often Heard/As a substitute for someone’s Christian name/And I think, yeah/The word is ugly, all the same/(…) No, it’s, You’re a chipmunk, how cute is that? / But you, you motherfucker, are a filthy rat”. Fresco, feroz y arrollador. ¿Feliz retorno a ‘Graceland’? Bueno, de hecho, para nuestro solaz, jamás lo ha abandonado.
Nota: 8/10
Lo mejor: ‘The Werewolf’, ‘Wristband’, ‘Street Angel’, ‘Stranger to Stranger’, ‘Cool Papa Bell’
Te gustará si te gusta: aparte de Paul Simon, Vampire Weekend o Animal Collective y quieres oír a uno de los padres del invento en plena forma.
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