2016 marca el cuarenta aniversario del nacimiento de The Cure. Por este motivo, el grupo de Robert Smith se ha embarcado este año en una extensa gira europea, sin nuevo disco en el mercado desde 2008, con la única intención de pasear por los estadios del mundo un repertorio mayoritariamente brillante, además de mastodóntico y que muta a cada concierto, que incluye varios clásicos de la historia del rock. El grupo los presentó anoche en el Palau Sant Jordi de Barcelona, exactamente un año después de que se anunciara su gira por nuestro país, en un concierto completo, eficiente y, por momentos, tremendamente emocionante, que tuvo sus más y sus menos pero, sobre todo, dejó buen sabor de boca.
Como sus fans saben, The Cure toca durante tres horas de concierto, por lo que su setlist cambia de actuación en actuación y se convierte en una divertida quiniela sobre qué canciones caerán, cuáles no y en qué orden aparecerán unas u otras. El grupo se ganó el cielo cuando recuperó ‘Fascination Street’, que ignoró en su último concierto en Barcelona, en la edición de Primavera Sound de 2012, pero la mayor sorpresa fue atender a su revisión prácticamente total de ‘The Head On the Door’, su álbum de 1985, del que sonaron hasta ocho canciones (de diez que contiene el disco). Sin duda, es uno de sus mejores trabajos, y el grupo parece pensar lo mismo.
El concierto de The Cure de anoche se dividió en varios bloques, un primero en el que sonaron hasta 17 canciones y otros tres más cortos, el último de ellos, eso sí, el mejor de todos, pues es en el que sonaron más clásicos seguidos. El primero abrió con ‘Open’ y cerró con ‘End’ e incluyó grandes canciones habituales del repertorio del grupo como la poderosa ‘A Night Like This’, ‘Primary’, que se desarrolló con especial vigor, o la majestuosa ‘Pictures of You’, cuya evocadora traducción sonora del amor romántico no ha envejecido un ápice; y otros más sorprendentes como ‘Three Imaginary Boys’.
Hubo altibajos en los bloques siguientes del espectáculo: no sé muy bien qué interés tiene el grupo en seguir tocando canciones como ‘Burn’ o ‘Never Enough’, a todas luces muy inferiores a otras canciones de su repertorio que no sonaron anoche, como ‘Plainsong’ o ‘Apart’ (aunque esto es ya cuestión de gusto personal), mientras la inédita ‘It Can Never Be the Same’ no parece, así de primeras, otra gran canción de The Cure. Es normal: el grupo posee clásicos para dar y regalar, pero todos ellos no son tan universales como ‘Pictures of You’ o ‘Friday I’m In Love’, de modo que su concierto nunca será cien por cien satisfactorio para todo el mundo. Pero lo que no se puede decir es que sea un espectáculo aburrido o poco dinámico. De hecho, pasó más rápido de lo que parece.
El bloque final recuperó ‘Lullaby’, tan emocionante como siempre (¿no es su mejor canción?), por supuesto ‘Boys Don’t Cry’ y ‘Friday I’m In Love’, la más coreada de todas con diferencia, como era de prever, y, sobre todo, dos canciones que fueron la guinda del pastel del show, en primer lugar, una increíble ‘Close to Me’ que resultó más trascendental en directo que nunca, y ‘Why Can’t I Be You’, que levantó literalmente a todo el Palau con sus sonidos festivos. No pudo terminar más arriba este concierto que, con sus altibajos, justificó de sobra los precios de sus entradas o el simple hecho de volver a ver en directo a un grupo que ya no tiene nada que decir porque ya lo ha dicho todo y, porque (casi) todo lo que ha dicho, durará para siempre.