Hay una lanza que romper por Depeche Mode: por lo menos continúan editando nuevos discos. Ya nos hemos acostumbrado a ver a sus coetáneos The Cure venir una y otra vez de gira por su cuenta o apuntándose al festival de las exclusivas a golpe de talonario sin que se dignen a sacar material nuevo. El proyecto de Robert Smith editó disco religiosamente cada 4 años entre 1992 y 2008, pero entonces se detuvo el tiempo para ellos. Mientras, Depeche Mode han seguido adelante con el mismo ciclo y han sacado álbum también exactamente cada 4 años desde ‘Songs of Faith and Devotion’ en 1993.
Cada uno de sus últimos lanzamientos se ha proclamado de alguna forma (medios o corrientes de opinión entre los fans) como «el mejor disco de Depeche Mode desde…», y aquí había que añadir un álbum del grupo británico, en general ‘Ultra’, «Songs of» o ‘Violator’. ‘Playing the Angel’ (2005) era el «mejor disco del grupo desde ‘Violator’«. ‘Sounds of the Universe’ (2009) era «el mejor disco del grupo también desde ‘Violator’«. ‘Delta Machine’ fue proclamado por alguien «el mejor disco de su carrera«. Pero ninguno, ni siquiera ‘Playing the Angel’, a pesar del clásico ‘Precious’, hacía sombra a lo que todos sabemos. Y este álbum no es excepción: ya hay medios que lo señalan como «su mejor disco desde ‘Songs of Faith and Devotion'», pero no está nada claro que lo sea.
Lo único que es es el disco más político de Depeche Mode hasta la fecha. Cuenta Dave Gahan que ver a su hija «profundamente afectada» por la victoria de Donald Trump (viven en Estados Unidos) le impresionó mucho. Aunque en noviembre este disco estaba más que finiquitado, el malestar político obviamente es anterior y la anécdota sirve para que nos demos cuenta de cómo Gahan y Gore, con la edad, han dado importancia a cosas a las que antes no. A usar su voz para servir de portavoces generacionales. Ellos, que han sobrevivido a Reagan, Thatcher, Bush padre y Bush hijo, entre muchas otras cosas.
El feísta single ‘Where’s the Revolution‘ es una pregunta retórica hacia el pueblo, sus seguidores, quizá también ellos mismos, que encuentra una larga continuidad en las letras de este disco. ‘Spirit’ se abre con una ‘Going Backwards’ que proclama que «no hemos evolucionado», que «le damos la espalda a nuestra historia» y que «estamos cavando nuestra propia tumba». La acústica y reptante ‘The Worst Crime’ habla de la bondad inherente a las personas frente a la desinformación, de la justicia y de la acción. Y ‘Poorman’, de la maldad de las grandes empresas, cuyo beneficio va exclusivamente para ellas.
Tristemente, el grupo suena tan obvio en los textos como apuntan los mismos títulos de las canciones. Y tampoco ayuda que el fondo musical no sea precisamente «revolucionario» o consecuencia de una «gran evolución», dejando una vez más la idea de que ese conservadurismo que critican es practicado musicalmente por ellos mismos. Así que pese a alguna sorpresa en la producción, a cargo del siempre eficiente y versátil James Ford (Simian Mobile Disco, Florence, Arctic Monkeys), como los teclados que emergen en la inane y realmente boba ‘Scum’; lo bueno aquí está, donde siempre, en las canciones de amor, en las de baile y en las sexys.
Dave Gahan no ha perdido ni un ápice de carisma ni de sex appeal, y te convence enseguida de que ‘So Much Love’ tenía que haber sido realmente el single del disco. La sombra de ‘A Question of Time’, ‘Personal Jesus’, ‘I Feel You’ y puede que incluso ‘Dream On’ es alargada, pero la cadencia de la canción es la idónea para lo que se está contando. Gahan cita a Lennon en las entrevistas y quiere darle al tema un poso ambiguo «haz el amor y no la guerra», pero sólo hay una cosa que se te ocurre hacer a este ritmo y es lo primero.
El desarrollo instrumental de algunas canciones es, sin duda, también, parte de la gracia: hay que citar el desenlace de esa suerte de interludio que es ‘Eternal’, con un Martin L. Gore que en esta pista -y en la sentida ‘Fail’- parece directamente Horace Andy; el final de la canción de blues industrial marca de la casa ‘Poison Heart’; la recreación de un espacio cósmico conseguida por la -por momentos- casi kraut ‘Cover Me’ o la medio pasable ‘You Move’ (la canción sexy). Gracias a ellas, ‘Spirit’ no es en absoluto peor que ‘Delta Machine’ -personalmente lo prefiero con holgura, no habrá unanimidad en nuestra redacción, porque no hacen nada tan bueno como para que la haya-, pero sí es una nueva decepción para quien esperase un disco de Depeche Mode que les presentara con rotundidad frente a las nuevas generaciones. Para estas, continúa siendo no la mejor opción, sino la única, hacerse con una copia de ponerse ‘Music for the Masses’, ‘Violator’, ‘Black Celebration’. Al margen de su contenido político, terreno en el que no les auguramos demasiado futuro a tenor de la simpleza de su discurso, ofrece muy poca novedad: ‘Poorman’, por ejemplo, genera más que nada ganas de recuperar ‘Policy of Truth’.
Quizá dejaríamos de buscar «su mejor disco desde» si intentaran crear alguno con un poco más de identidad antes de retirarse como insinúan en ‘No More (This Is The Last Time)’. ¿Un disco abiertamente más acústico a lo Johnny Cash? ¿Uno abiertamente más blues-rock a lo Jack White meets Beyoncé? ¿Uno abiertamente más Young Fathers? ¿Uno con lo de siempre pero lleno de hitazos? ¿Uno que ni imaginemos?
Calificación: 6,2/10
Lo mejor: ‘So Much Love’, ‘Poison Heart’, ‘Cover Me’, ‘Fail’. Y ojo al CD2 con remixes: ni tan mal.
Te gustará si te gusta: cada disco de Depeche Mode de este siglo, no hay para nadie más.
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