Cuando uno recibe la noticia de que Pet Shop Boys van a actuar en el Teatro Real de Madrid, le vienen a la mente palabras como «solemnidad», «Art» o ‘Rent’, títulos como ‘Being Boring’ o ‘Numb’. Pero nada que ver: ninguna de estas tres canciones sonó. El dúo formado por Chris Lowe y Neil Tennant, quien por cierto anoche celebraba su 63º cumpleaños en la ciudad («bienvenidos a mi fiesta de cumpleaños», indicaba en los primeros minutos del show), lo que presentó fue un fiestón de «greatest hits» no precisamente minimalistas. Lo que vimos no fue una elegante y sutil sucesión de grandes canciones sobre unas proyecciones contemplativas en 3D, como sí sucedía con el show de Kraftwerk en el Liceu barcelonés. Al contrario, Pet Shop Boys rebuscaron en general su repertorio más apto para la adaptación technazo, dejándote con ganas de pedir una copa justo en el lugar más inadecuado para hacerlo, en el día de la semana más inadecuado para hacerlo. ¿Hay una discoteca por aquí?
Después de que Chris y Neil aparecieran al dar una vuelta de 180 grados dos plataformas giratorias circulares, el show comenzaba fuerte con ‘Inner Sanctum’, “Opportunities” y ‘The Pop Kids’, la segunda sobre un sinfín de símbolos de dólar proyectados. Pronto las plataformas desaparecen dejando a la vista el trío de colaboradores que el grupo lleva a los coros (casi inaudibles, ¿no son pregrabados de Neil?) y a las percusiones, si bien lo mejor del show no es la claridad con que suena la voz de Tennant, el porcentaje de música en directo que realmente oímos ni la corte de bailarines que se han dejado en casa probablemente por cuestiones presupuestarias, sino el repertorio de hits.
Pet Shop Boys han encontrado significativas dificultades para dar con singles de éxito comercial desde finales de los 90. Sus discos son mejores y mucho más pop que los últimos de Depeche Mode, pero por alguna razón son incapaces de conquistar a las nuevas generaciones. Es una gran injusticia y por eso es una gran alegría que la música que han hecho durante los últimos 10 años sí ocupe un merecido lugar en su repertorio. Se echan mucho de menos canciones de ‘Super’ como ‘Twenty Something’ o ‘Say It To Me’ (sí suena ‘Burn’), pero se agradece enormemente la inclusión de la fantástica ‘Love Is a Bourgeois Construct’, ‘Love Etc’, ‘Vocal’ o ’The Sodom and Gomorrah Show’, destacando una versión mejorada de la -sí- muy mejorable ‘Winner’ y una versión también nueva de la emocionante ‘Home and Dry’, el mejor momento de la noche. Quizá no supieron dar una producción adecuada a esta canción en 2002, pero siempre hubo de ser un clásico.
Junto a efectivos hits de los 90 como ’New York City Boy’ (sobre proyecciones del tipo bola de espejos) y ‘Se a vida é’, son por supuesto los hits de los 80 los más celebrados. ‘West End Girls’ hacia la mitad del show y, para terminar antes del bis ‘It’s a Sin’ (con iluminación rojo infierno), ‘Left to My Own Devices’ y también ‘Go West’, suponen las verdaderas cumbres para el público, pero hay que reconocer que este ya estaba de pie y bailando prácticamente desde el principio del set. El bis con ‘Domino Dancing’ y ‘Always on My Mind’… pero también el reprise de ‘The Pop Kids’, tema actual en el que Pet Shop Boys recuerdan su juventud como ídolos del pop, está lleno de significado. Aunque no sea para un público tamaño estadio, como merecerían, el dúo sí ha logrado un gran equilibrio entre pasado y presente en su directo. 8. Foto: Universal Music Festival.