El ritual teatral de PJ Harvey no se renueva (y poco importa)

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El ritual teatral de PJ Harvey no se renueva (y poco importa)

Olvidando por un momento el factor económico (que en este caso era de peso)… Si uno lee un libro o va a ver un musical, una película o una obra de teatro varias veces, ¿por qué no hacer lo mismo con un concierto? Bien es cierto que en el pop y el rock el factor sorpresa es importante, pero es algo que, en lugar del “guión”, podrían aportarlo la inspiración, la interacción con el público o, simplemente, la meteorología. En el caso del concierto de PJ Harvey de la pasada noche en el Poble Espanyol de Barcelona, unos nubarrones estuvieron a punto de aportar algo de “épica” en forma de agua al espectáculo. Pero, como si de una hechicera se tratase (con esas plumas negras adornado su cabezas), Polly Jean pareció apartarlas por nosotros.

Como decía, el show ofrecido anoche fue, a grandes rasgos, similar al que realizó el pasado año en un par de festivales de nuestra geografía. Sin embargo, la ocasión de verla a una distancia bastante próxima y sin ningún tipo de agobio (no pareció que estuviera agotado el papel) y en un entorno parecido a la plaza mayor de tu pueblo no es fácil de replicar. Como acostumbra, Polly Jean aparecía en escena marchando alineada con su banda de 8 músicos (entre los que se contaban artistazos tamaño Mick Harvey –Nick Cave & The Bad Seeds–, John Parish, Terry Edwards –The Blockheads, Gallon Drunk– o James Johnston –Gallon Drunk–) al ritmo marcial de ‘Chain of Keys’.

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Una vez allí y siempre que no tuviera su nuevo instrumento fetiche –el saxo– entre manos, Polly parecía adoptar el papel de front-woman que todo el mundo espera de ella, gesticulando teatralmente –la palabra “cabaret” vino a la mente en algún instante–, exagerando su dicción, realizando bailes rituales, sin necesidad de decir una palabra (apenas esbozó un tímido “gracias” cuando ya enfilaba la recta final del concierto, al venirse arriba la audiencia tras la volcánica ’50ft Queenie’ y la sinuosa ‘Down By The Water’). Como impecable acompañamiento, el extenso grupo tronaba con un sonido que deja en una mera demo el caos ordenado que caracteriza ‘Let England Shake’ y ‘The Hope Demolition Six Project’.

Este último, especialmente, mantiene su peso en el repertorio y, sorpresa, sus canciones le plantan cara a las de su magnífico disco anterior. Especialmente una aclamadísima ‘The Wheel’, cuyo bucle final podría haber durado toda la noche, y la apisonadora blues-rock de ‘The Ministry of Social Affairs’, con un Terry Edwards que se marcó un solo de saxo final como para ponerle un ático en Paseo de Gracia, frente a la Casa Batlló. Asimilado el hecho de que nos sabíamos (o eso creíamos) cómo empezaba y terminaba la historia, la chispa estaba en ver dónde se salía del guión la británica. Esta vez, recuperó con gran tino ‘Shame’ de ‘Uh Huh Her’ –como si siempre hubiera estado pensada para interpretarse con esta formación–, dedicó un mini-set a ‘White Chalk’ (encadenando ‘The Devil’, ‘Dear Darkness’ y la propia ‘White Chalk’, en el tramo menos ágil del show). Además, escogió variar la selección de ‘Let England Shake’, primero intercalando ‘In The Dark Places’ y ‘All And Everyone’, y luego reservándose para el breve bis, como cierre, ‘The Last Living Rose’. Un espectáculo de categoría con los suficientes alicientes como para repetir dos y tres veces, si se tercia. 8,5.

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