Te damos cuatro razones para amar ‘Blade Runner 2049’ y una para odiar a su villano:
1. Denis Villeneuve. Desde que se dio a conocer en el festival de Berlín con ‘Maelström’ (2000) la carrera del director quebequés no ha parado de crecer. ‘Incendies’ (2010) le abrió las puertas de Hollywood, ‘La llegada’ las de los Oscar, y ‘Blade Runner 2049’ presumiblemente todas: premios, taquilla y despachos de altos ejecutivos. Como Nolan o Iñárritu, los dos autores foráneos más personales y poderosos del Hollywood actual, Villeneuve va a poder hacer lo que quiera. De momento ha superado un reto mayúsculo: dirigir una secuela casi perfecta de un filme perfecto. ‘Blade Runner 2049’ es a la vez un sentido homenaje sin excesivos codazos cómplices a la obra maestra de Ridley Scott (aquí en funciones de productor), una personalísima relectura del original llena de inventiva visual y fuerza narrativa, y una fascinante continuación de una historia que parecía no tener mucho más recorrido. 160 minutos que se pasan en un elegante, sobrecogedor y lloroso parpadeo.
2. El diseño visual y sonoro. Quien tenga la tentación de dejar ‘Blade Runner 2049’ para más adelante, para verla cómodamente-en-el-salón-de-su-casa, que no lo haga, que se levante y vaya corriendo como si le persiguiera Deckard a la mejor sala de cine que encuentre. La experiencia sensorial que ofrece la película es extraordinaria, difícilmente replicable en casa. La variedad de escenarios (a cual más expresivo y sugerente), imaginería ciberpunk, efectos visuales y texturas sonoras (incluyendo una muy eficaz banda sonora vangelisiana de Hans Zimmer) consiguen crear un ambiente único, irrepetible. Quizá no sea tan poético como el logrado por Ridley Scott en su ‘Blade Runner’, pero sí igual de hipnótico, melancólico y desasosegante. El impresionante trabajo fotográfico del veterano Roger Deakins, trece veces nominado al Oscar (la mayoría por las películas de los Coen), es como para darle el premio ya, sin esperar a las nominaciones.
3. Los personajes. Salvo una única excepción (ver punto 5), todos los personajes de ‘Blade Runner 2049’ son magníficos. Desde el protagonista, un nuevo y muy atractivo blade runner, hasta los nuevos replicantes, la carismática teniente Joshi y la fascinante Joi. Una de las mejores ideas de la película es que el blade runner no tenga nombre. K (perfecto Ryan Gosling) se convierte así en un antihéroe kafkiano, un solitario y taciturno “asesino a sueldo” que se cuestiona su lugar en el mundo y busca la manera de dotar de sentido a su existencia. El segundo gran hallazgo es Joi (cautivadora Ana de Armas), una ingeniosa relectura de la inolvidable Rachael que le sirve al director para reflexionar sobre la inteligencia artificial, inyectar emotividad a la historia y experimentar visualmente hasta dejarnos con la boca abierta.
4. El guión. Hampton Fancher, guionista de la primera, y Michael Green, creador de la serie ‘American Gods’ y autor de los libretos de las recientes ‘Logan’ y ‘Alien: Covenant’, han conseguido que ‘Blade Runner 2049’ no acabe transformada en un nostálgico remake encubierto (como ocurrió con el ‘Star Wars’ de J. J. Abrams). Existen rimas, ecos y alguna servidumbre argumental con la primera, pero esta continuación se defiende por si misma. Sobre una estimulante base de cine negro, ‘Blade Runner 2049’ se abre hacia otros territorios: políticos, económicos, ecológicos, filosóficos… No voy a contar mucho más (es mejor saber lo menos posible). Solo dejar constancia del inmenso placer que supone para el espectador que jueguen con sus expectativas sin que se de cuenta.
5. Jared Leto entró con mal pie en ‘Blade Runner 2049’. Su papel de Niander Wallace lo iba a interpretar David Bowie, pero la muerte del cantante le abrió el camino a un personaje que le queda más grande que su “método” de interpretación (por lo visto, para a encarnar al ciego Wallace actuó con unas lentillas para estar “ciego” de verdad). Su interpretación no llega a ser chanante, como la del Joker en ‘Escuadrón suicida’, pero no está a la altura de los demás actores de la película. Es un error de casting, pero también de escritura. Ni su pintoresca apariencia –a medio camino entre un hipster de Wall Street y un caballero Jedi– ni su engolado discurso –esa falsa transcendencia mesiánica que recuerda a la de Anthony Hopkins es ‘Westworld’– ni su presencia en la película –mucho menos significativa de lo que cabría esperar–, consiguen su objetivo: ser un villano tan magnético y genial como el doctor Eldon Tyrell que interpretaba Joe Turkel en el primer ‘Blade Runner’. 9.